Madrid. Los millones de seguidores que Greta Thunberg tiene en sus redes sociales han podido entrever fragmentos de su segunda odisea por el océano Atlántico a través de imágenes de baja calidad a causa de las restricciones de datos -las conexiones se hacen con un teléfono satelital-, que la activista estrella y la familia australiana que la acompaña comparten cada tanto.
Aunque en la mayoría de las fotos se la ve sonriente, el viaje de Greta en La Vagabonde, el catamarán de 19,5 metros de largo y 10 de ancho que la llevará hasta Portugal, ha estado atestado de inconvenientes. El principal enemigo: el mal tiempo.
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En los 17 días que llevan de navegación, los tripulantes se la han pasado sorteando tempestades. Actualmente, Greta está a la altura del archipiélago de las Azores bordeando una gran tormenta. Y aunque solo la separan 1.500 kilómetros de Lisboa, el reloj sigue corriendo y peligra su asistencia al inicio de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP25), que se celebra del 2 al 13 de diciembre en Madrid.
Pareciera que las complicaciones siguen a Greta a donde quiera que vaya. Hace unos meses, la joven se había propuesto llegar a la famosa cumbre, que se celebraría en las mismas fechas en Santiago de Chile, desde Gran Bretaña sin tomar aviones para reducir su huella de carbono. Sin embargo, el estallido social en el país andino alteró los planes y la COP25 se trasladó a España.
Greta, que había llegado a Estados Unidos en el “Malizia II”, el velero de competencia del príncipe de Mónaco, Pierre Casiraghi, para asistir a la Cumbre sobre la Acción Climática de la ONU en Nueva York, quedó a mitad de camino y pidió ayuda para regresar al viejo continente.
Al llamado respondieron Riley Whitelum y Elayna Carausu, una pareja australiana, y Lenny, su hijo de 11 meses. La familia vive desde hace aproximadamente 5 años en el catamarán que ahora comparten con la activista sueca. También los acompaña una tripulante profesional británica, Nikki Henderson.
Es la segunda vez que Thunberg cruza el Atlántico en un barco a vela en menos de cuatro meses. Sin embargo, la joven aun no se acostumbra a las olas de varios metros, el frío y la monótona rutina.
“Los días están empezando a desdibujarse en uno. Nuestras rutinas diarias son las mismas. Una vez al día nos reunimos los seis y cenamos. Y por supuesto La Vagabonde es un barco vegetariano”, escribía el noveno día de navegación.
La adolescente mata el tiempo “escuchando audiolibros, jugando al Yatzy [un juego de dados], cuidando a Lenny y escuchando las interminables discusiones sobre el tiempo”, según contó en Instagram.
Una vez que toque suelo portugués, Greta deberá apresurarse y recorrer 600 kilómetros por tierra para llegar a Madrid. Aunque difícilmente llegue al comienzo de la cumbre, esta vez los vientos están a su favor, literalmente (navega viento en popa). E incluso si se pierde la inauguración, muy probablemente llegue antes del 13 de diciembre.
Fuente: “La Nación” de Argentina, GDA