París. [AFP]. El confinamiento general en varios países europeos afecta también a los funerales que se celebran en la más estricta intimidad, una condición que puede dejar secuelas a los allegados que no pueden acudir para despedirse, según los psicólogos.
“Lo que voy a decir es terrible (...) Debemos limitar al máximo los desplazamientos e incluso en estas circunstancias, no podemos transgredir la regla”, dijo esta semana el primer ministro francés Edouard Philippe, interrogado en televisión respecto a una telespectadora que deseaba asistir al entierro de un amigo.
Las autoridades precisaron que en su estrategia para combatir el coronavirus, solo se autorizaba la presencia de 20 personas acompañando al difunto en cementerios y crematorios.
Este número máximo autorizado, así como las restricciones de desplazamientos, pueden impedir a los nietos despedirse de una abuela, por ejemplo. “A nuestro pesar, mi hermana y yo renunciamos a ir a las exequias”, explica Emmanuelle Caradec, residente en París, cuya abuela falleció en una residencia de ancianos en Nantes.
Sin libro de condolencias
La Conferencia Episcopal de Francia indicó por su parte que tampoco habría misas, sino una simple “celebración”.
Las bendiciones pueden celebrarse también en el cementerio o el crematorio. Pero no hay libro de condolencias por motivos sanitarios y los participantes no pueden consolarse abrazándose.
Por su parte, el Consejo Francés del Culto Musulmán decidió suspender el aseo habitual a los difuntos.
Las medidas afectan inclusive a las celebridades.
La familia de la directora de cine Tonie Marshall, fallecida la semana pasada, tuvo que renunciar a organizar una misa, así como la familia de la actriz Suzy Delair, que murió a los 102 años.
“Suzy falleció en una residencia de ancianos que ya estaba confinada” por el coronavirus, dijo su amigo François Bellair, si bien la actriz no murió debido a esta enfermedad. “No estuvimos autorizados a acompañarla durante sus últimos días. Eso fue lo más difícil”, añadió.
Multas en Italia
Italia, primer país europeo que confinó a su población, fue todavía más lejos al suspender todas las ceremonias religiosas, “incluidos los entierros”.
El miércoles, en la ciudad italiana de Bérgamo, muy golpeada por el virus, los autos fúnebres esperaban en fila frente a la valla cerrada del cementerio Monumental.
“Cerramos el cementerio para que la gente no tomara el autobús desde la ciudad para despedirse de sus allegados”, explicó el alcalde Giorgio Gori.
“Pero abrimos el velatorio y la capilla para colocar numerosos féretros”, dijo.
Las bendiciones fueron breves.
En Sicilia, 48 personas fueron incluso multadas por haber seguido un cortejo fúnebre.
Para atenuar la tristeza, algunas empresas como el grupo francés de pompas fúnebres Advitam propone ofrecer “gratuitamente un servicio de transmisión en video de las ceremonias de exequias de todas las familias”.
“Encender una vela”
Pero en estas circunstancias, el luto no puede llevarse a cabo debidamente, según los expertos.
“No pongo en duda la necesidad de estas medidas ni su urgencia, pero tienen consecuencias humanas”, afirmó Christian de Cacqueray, responsable del Servicio Católico de Funerales. “El trauma de centenares de familias para quien el evento no estará a la altura será terrible”.
Denis Malvy, experto en infecciones y consejero del ministro francés de Sanidad, afirmó que "se detallarán medidas para acompañar el luto y las lágrimas".
“Para un miembro de la familia o un amigo, no poder acompañar al difunto hasta el final puede representar un golpe psicológico duradero”, confirma la psicóloga Marie-Frédérique Bacqué, profesora de psicopatología en la Universidad de Estrasburgo y autora de obras de referencia sobre el luto.
“La única solución es sustituirlo con el pensamiento. Encender una vela es el símbolo más sencillo y más evocador, pensando en la persona a la que se quería, colocando fotos y flores. Es la mejor solución a la espera de visitar más adelante la tumba”.