Constantin Reliu, de 63 años, regresó a Rumania procedente de Turquía en diciembre del 2017. Sin embargo, según la justicia de su país, este hombre no está vivo. (AFP)
Constantin Reliu, de 63 años, regresó a Rumania procedente de Turquía en diciembre del 2017. Sin embargo, según la justicia de su país, este hombre no está vivo. (AFP)
Redacción EC

En Rumania, país natal del más célebre de los muertos vivientes del planeta, Drácula, presentarse ante un tribunal para demostrar que uno está vivo no es prueba suficiente.

Un habitante del este del país, Constantin Reliu, pudo comprobarlo la semana pasada, cuando el tribunal de Vaslui rechazó su demanda de anulación de un certificado de defunción expedido a su nombre en 2016, según una sentencia visible en el sitio web del juzgado.

Reliu, de 63 años, explicó que fue a trabajar a Turquía en 1992 y que tres años después, al regresar a Rumania, se enteró de la infidelidad de su esposa. En 1999, decidió establecerse definitivamente en Turquía, hasta diciembre del 2017 cuando las autoridades de ese país lo expulsaron porque sus documentos estaban vencidos.

El hombre fue deportado, pero cuando llegó a su país las autoridades rumanas le informaron de que su familia lo había declarado muerto al no tener noticias suyas, informaron los medios locales.

Ante esto, Reliu decidió presentar su caso ante un tribunal, aunque no contaba con que este desestimaría su petición. La corte no detalló los motivos por los que rechazó el pedido, pero, según los medios locales, la demanda fue denegada por haber sido presentada fuera de plazo.

El regreso de entre los "muertos" es especialmente complicado para el sexagenario. A falta de prueba oficial de que está vivo, carece de existencia administrativa y no puede ser empleado de forma legal ni beneficiarse de ayudas sociales.

“Soy un fantasma viviente”, dijo Reliu a The Associated Press vía telefónica desde su hogar en Barlad. “Estoy oficialmente muerto aunque estoy vivo. No tengo ingresos y puesto que estoy registrado como muerto, no puedo hacer nada”.

Durante la entrevista, Reliu dijo con voz alterada por la emoción: “creo que voy a llorar”, antes de expresar furia y el deseo de vengarse de su esposa, quien vive en Italia.

“No estoy seguro si estoy divorciado no”, dijo. “No sé si está casada con otro o no. Nadie me dice nada”.

Al no tener contacto con su familia, Reliu sobrevive gracias a la ayuda de sus vecinos. El hombre aseguró no tener dinero para presentar una demanda y su condición de diabético le dificulta todo. 

Sin embargo, aún espera poder presentar una nueva reclamación para demostrar, con la ayuda de documentos, que está vivo.

Fuente: AP / AFP

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