El candidato del bloque conservador a la Cancillería, Armin Laschet, pugna por el poder desde su posición de sucesor natural de Angela Merkel, aunque lastrado por los sondeos y por su condición de “opción B” a tomar el relevo de la canciller.
La sucesión que anhelaba Merkel está plasmada en una imagen de julio de 2019, con la canciller sentada junto a la líder de la Unión Cristianodemócrata (CDU), Annegret Kramp-Karrenbauer, y Ursula von der Leyen, camino a presidir la Comisión Europea (CE).
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Kramp-Karrenbauer, leal a la línea Merkel, se había impuesto como líder del partido que Merkel presidió durante 18 años y era la favorita a dirigir al bloque conservador en las elecciones de 2021.
Pero la nueva líder tiró la toalla unos meses después, incapaz de consolidar su liderazgo. Empezó la búsqueda del sucesor “B”, lo que tras duros forcejeos internos recayó en el centrista Laschet.
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Fue una apuesta continuista, por pertenecer a la misma corriente que Merkel. Pero al mismo tiempo divergente, ya que ni el talante ni la gestión de Laschet siguen los parámetros de la canciller.
El covid-19 complicó la búsqueda del nuevo líder. Las restricciones de 2020 obligaron a aplazar dos congresos del partido, hasta que en enero Laschet ganó la elección frente a su ala derechista.
No fue su última batalla interna. Quedaba por resolver la candidatura a la Cancillería, algo que se resuelve por consenso entre la CDU y su hermanada Unión Cristianosocial de Baviera (CSU).
Laschet, primer ministro de Renania del Norte-Westfalia, el más poblado del país, tuvo una gestión errática contra la pandemia. Se alejó de la línea cautelosa de Merkel, entre prisas por reabrir la economía en un “Land” industrializado, pero con bolsas de pobreza.
El líder de la CSU, Markus Söder, hizo lo contrario. Aplicó con rigor las restricciones y su credibilidad se disparó a máximos.
Söder aspiraba a luchar por la Cancillería, aupado en la valoración ciudadana. Su pelea sacó a la luz las grietas del bloque.
Laschet podría haber cedido como hizo Merkel en 2002 a favor del bávaro Edmund Stoiber. Merkel llevaba dos años al frente de la CDU, pero los hombres fuertes del partido la veían incapaz de alcanzar la cancillería.
Laschet no se apartó. Ganó la partida haciendo valer el peso de la CDU, con 200 diputados en el Bundestag frente a los 46 de la CSU.
LA CARCAJADA TRAICIONERA
Recién cumplidos los 60 años, padre de tres hijos, católico y abogado, Laschet emprendió la carrera hacia la Cancillería en marzo.
Su designación coincidió con la de la verde Annalena Baerbock y mientras se disparaba la intención de voto a favor de la ecologista. Fue un efecto momentáneo, ya que el ascenso verde se disipó pronto.
Pero tampoco eso ayudó a Laschet. A la mala gestión durante la pandemia siguieron las devastadoras inundaciones del oeste del país, con 190 muertos entre su “Land” y el vecino de Renania Palatinado.
Se viralizaron ahí una imágenes en que aparecía a carcajadas, de visita en una región afectada y mientras el presidente del país, Frank Walter Steinmeier, expresaba su apoyo a los damnificados.
Un proceder impensable en cualquiera que aspire al puesto de Merkel. Empezó su desplome en los sondeos, mientras ascendía el socialdemócrata Olaf Scholz, vicecanciller y ministro de Finanzas.
UN RENANO AMABLE Y FAMILIAR
Laschet ha lamentado en público esa carcajada. Su bloque conservador ha cerrado filas en torno al candidato, pese a las muestras de pánico ante la perspectiva del paso a la oposición.
Su candidato persevera en su campaña, recorre el país buscando al elector y, al mismo tiempo, sigue al frente del “Land” con 18 millones de habitantes.
De rostro afable, Laschet suele presentarse como un tipo familiar y consumidor de la popular serie policiaca “Tatort”, una especie de señal de identidad para el alemán común.
Hijo de un minero de Aquisgrán, creció en una familia de fuertes raíces católicas, dominante en su región, antaño corazón rojo del país y bastión socialdemócrata.
No fue un estudiante prodigioso, sino más bien repetidor. Tuvo que esforzarse para terminar Derecho y se estableció como abogado.
Con 18 años ingresó en la CDU, en 1994 entró en el Bundestag (Parlamento federal) con un escaño por mandato directo de su distrito. En 1999 se convirtió en eurodiputado y a partir de 2005 volvió al ámbito regional como ministro de la Familia del “Land”.
Se presenta como un hombre sencillo, que se entrega con pasión a los carnavales renanos -otra seña de identidad, en ese caso regional-, sin rehuir arriesgadas parodias y disfraces.
Si algo le acerca al perfil de la canciller es una capacidad de trabajo inextinguible. De él se dice que no abandona una negociación hasta lograr un consenso.
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