Este domingo, los franceses deberán optar entre reelegir a Emmanuel Macron o entregarle la confianza a la ultraderechista Marine Le Pen, quien va por su tercer intento. Sobre cómo ha sido la estrategia de los candidatos para conquistar más votos, El Comercio conversó con Javier Carbonell, profesor asociado del Instituto de Ciencias Políticas de París, Sciences Po.
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—Los protagonistas son los mismos pero el escenario es distinto. ¿Qué tan diferente es esta segunda vuelta entre Macron y Le Pen que la del 2017?
Se profundiza la transformación política del país, que ya lleva produciéndose décadas, en la que pasamos de una confrontación de izquierda-derecha a una confrontación entre tres bloques: el centro, de corte más liberal; la derecha radical y más nacionalista; y el bloque de la izquierda más socialista, ecologista y feminista. Lo que sí es distinto esta vez es el caso de la derecha tradicional, que en las últimas elecciones tuvo casi tantos votos como Macron y Le Pen en la primera vuelta y ahora ha caído a menos del 5%. Entonces, ha habido una polarización del espectro político en Francia en el que la derecha se ha radicalizado y se fue hacia Zemmour y Le Pen, y la derecha más moderada se ha ido a Macron.
—¿Realmente Le Pen se ha moderado? ¿Cómo ha variado la percepción hacia ella?
Le Pen, en general, no ha cambiado mucho. Lo que ha pasado es que ha tenido un efecto de moderación casi por comparación. Ella se ha dado cuenta que ella ya tiene asegurados los votos de corte antiinmigrante, xenófobo y contrario a Europa y la globalización; entonces se ha ido a conquistar el voto moderado y se ha centrado mucho más en su discurso social, hablando del poder adquisitivo, de la lucha contra el poder financiero. Su programa no ha cambiado mucho, y esto es importante decirlo, porque no tiene un programa social fuerte sino que simplemente que se ha movido a nivel retórico.
Y el problema de Macron es que se ha ido a la derecha en todas sus políticas, la desigualdad ha aumentado en los últimos cinco años, se han reducido los impuestos a los ricos, se han realizado privatizaciones, ha habido un giro clarísimo en materia migratoria hacia la derecha, y las movilizaciones sociales que ha habido contra su gobierno se han reprimido de manera bastante fuerte.
—Si Macron se ha ido hacia la derecha, ¿cómo pretende conquistar los votos de Mélenchon? ¿Esos votantes de la izquierda radical cómo se van a dividir?
El caso de los votos de Mélenchon importa más por quienes se vayan a abstener. El tipo de votante de Mélenchon que iría por Le Pen es el obrero clásico, que no coincide con Le Pen en temas de inmigración, no es culturalmente conservador porque es de izquierda, pero que siente una animadversión hacia Macron porque representa todo el elemento neoliberal. De hecho, Macron ha tenido un discurso clasista bastante fuerte en estos años.
Mélenchon también tiene mucho votante inmigrante, estudiantil, intelectual, profesores de universidad, gente que viene del mundo cultural y editorial. Ellos votaron por él por su antirracismo, ecologismo y feminismo. Ellos podrían votar por Macron, porque Le Pen representa todo lo contrario. Si Macron es malo, Le Pen es mucho peor para estos votantes. El problema es que mucho de estos electores están diciendo que no optan ni por uno ni por otro y pueden abstenerse.
Entonces, creo que el juego va a estar más en la abstención. Macron espera que el votante más educado y urbano vote por él, pero este puede terminar ausentándose, y ese sí sería un problema para Macron. Una abstención muy grande le favorece a Le Pen.
—¿Por qué Macron no ha podido zafarse de esta imagen de elitista?
Macron es un liberal pragmático, él piensa que puede girar a la izquierda y a la derecha en cuanto le convenga. En ese sentido, él se llevó los votantes del Partido Socialista en el 2017 y para estas elecciones lo que él quería era llevarse los votantes del partido tradicional de derecha, el Partido de los Republicanos, y gran parte de su estrategia electoral y de gobierno ha sido atraer a este electorado.
Y en esta segunda vuelta está girando a la izquierda, pero no está claro qué le vaya a salir, porque le está hablando a esos votantes con un lenguaje de derecha.
—¿En qué ha mejorado la estrategia de Le Pen en estos años?
Le Pen tiene desde hace varios años una estrategia muy clara de ‘desdemonización’. Ella sabe que tiene el apoyo de los franceses que están en contra de la inmigración, y su programa no ha cambiado en ese punto, y desde esa base electoral ha ido a conquistar más votantes, y lo ha hecho hablando de más temas sociales, del tema fundamental que les importa a los franceses hoy en día que es el poder adquisitivo y las consecuencias económicas de la guerra en Ucrania en el bolsillo de la gente. Ella ha unificado muy bien sus dos puntos de discurso, porque no utiliza el nacionalismo como un tema, sino lo utiliza como un marco con el que hablar de otros asuntos.
Además, Le Pen ha conseguido a través de los años que le voten por igual hombres y mujeres, y esto es un signo muy claro de que ha conseguido esta moderación que no han conseguido otros partidos de la extrema derecha en Europa.
—¿Entonces hay una opción importante de una victoria para Le Pen?
No se puede descartar. Ahora hay 10 puntos de diferencia entre Macron y Le Pen. Lo más probable es que gane Macron, pero hay muchísimos indecisos, sobre todo los votantes de Melenchon que no saben por quién votar, y eso hace que los resultados sean impredecibles. No hay que fiarse tanto en las encuestas, porque puede haber mucha abstención, o que muchos decidan su voto el mismo día de las elecciones.
—Si Le Pen gana también habría un cambio en Europa…
No creo que veamos un ‘frexit’, una salida de Francia de la UE, sino una Europa en punto muerto, que no puede actuar como un actor estratégico en el mundo, que no tendría una posición común en el caso de Rusia o en muchas otras políticas. Y veríamos una Europa de la extrema derecha, la de Polonia, Hungría y Francia, frente a una Europa de corte más democrático y de izquierda, que sería Italia, España y Alemania. Se cambiarán las alianzas, ya no existiría el eje francoalemán, y tendríamos una Europa más pendiente de sus luchas internas que de actuar de manera común hacia el exterior.
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