Los “convoyes de la libertad”, formados por antivacunas de toda Francia con la pretensión de converger en París este sábado para paralizar la capital en protesta contra las medidas restrictivas para frenar la COVID-19, chocaron con un fuerte despliegue policial que les impidió lograr sus objetivos.
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Parapetados en las afueras de la ciudad durante la noche, cientos de vehículos que habían puesto rumbo a París a lo largo de la semana comenzaron a primera hora de la mañana una caza del gato y el ratón con la policía para poder ganar el centro urbano, donde la Prefectura había prohibido toda manifestación.
Muchos de ellos fueron detenidos por los controles levantados por los agentes, pero un buen número logró superarlos y alcanzar los Campos Elíseos, el emblemático lugar que concentraba más presencia policial, el escenario de las manifestaciones hace unos años de los “chalecos amarillos”.
Durante más de dos horas lograron paralizar el tráfico en esa arteria de la ciudad, pero en todo momento se vieron rodeados por agentes antidisturbios del impresionante dispositivo, unos 7.200 efectivos, con blindados y material pesado para evitar que bloquearan la ciudad.
A golpe de máquina excavadora, la policía fue apartando los vehículos de los manifestantes, que continuaron su protesta a pie.
A diferencia de las imágenes de guerrilla urbana que protagonizaron los “chalemos amarillos”, la manifestación fue en esta ocasión fundamentalmente pacífica, sin que se registrara ningún herido.
Solo en el tramo final la policía acudió a medios más expeditivos, como el lanzamiento de gases lacrimógenos, lo que provocó algunos enfrentamientos.
FUERTE PRESENCIA POLICIAL
A primera hora de la noche los turistas volvieron a llenar los Campos Elíseos en los que solo la fuerte presencia policial recordaba lo excepcional de la situación.
La jornada fue más tensa en la plaza de Italia, en el sur de la ciudad, donde otros miembros de los “convoyes de la libertad” se dieron cita y tuvieron roces más violentos con los policías.
El tercer punto fue el palacio Real, cerca del museo de Louvre, donde compartieron protesta con el grupo ultraderechista dirigido por Florian Philippot que cada sábado se manifiesta contra las vacunas desde hace meses.
Medio centenar de personas fueron detenidas, unas 200 multadas y varios cientos de vehículos detenidos a las puertas de la capital.
Pero en ningún caso lograron una acción de peso, lejos de los bloqueos que los camioneros canadienses han conseguido en Otawa y que inspiraban esta nueva protesta.
Quedó patente que el movimiento antivacunas en Francia sigue siendo minoritario, pese a que aglutina a una heterogénea masa de población con reivindicaciones variadas, que van desde el descontento con las vacunas al poder adquisitivo, lo que recuerda a los “chalecos amarillos” surgidos a finales de 2018.
VÍSPERAS DE LA CAMPAÑA
Este nuevo movimiento de protesta era seguido con atención desde el Elíseo, a dos meses de la primera vuelta de las elecciones en las que, sin haber declarado oficialmente su candidatura, el presidente, Emmanuel Macron, aparece como gran favorito.
El inquilino del Elíseo estaba obligado a dar una imagen de firmeza sin por ello impedir el derecho de manifestación de los ciudadanos ni actuar de forma demasiado agresiva, para no dar alas a nuevas manifestaciones.
En vísperas de esta protesta, Macron había hecho un llamamiento a la calma, al tiempo que dijo entender la fatiga de la ciudadanía con unas restricciones que duran ya dos años, para frenar la covid.
El primer ministro, Jean Castex, se mostró más duro con este movimiento contestatario y prometió una firmeza que se tradujo en el terreno.
La oposición aprovechó la situación para criticar al presidente. La ultraderechista Marine Le Pen, segunda en los sondeos, aseguró en un acto de campaña en el sur del país que “Macron va a entrar en campaña rodeado de blindados”, lo que “resume bien su mandato, marcado por el caos, el desorden y la división”.
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