Mañana se cierra el último capítulo de la historia más negra protagonizada por la familia real de España en las últimas décadas. Iñaki Urdangarin, cuñado del rey Felipe VI y yerno del emérito, Juan Carlos de Borbón, deberá entrar en prisión para cumplir con la sentencia firme del Tribunal Supremo que lo condena a cinco años y 10 meses entre rejas. Se convierte así en el primer pariente de un rey español en pisar la cárcel desde la restauración de la monarquía en 1975.
El tribunal, que rebajó en cinco meses la condena dictada en febrero de 2017 por la Audiencia Provincial de Palma de Mallorca, ratificó la culpabilidad de Urdangarin por prevaricación, malversación, fraude, tráfico de influencias y delitos fiscales en el marco del caso Nóos. Su esposa, la infanta Cristina, fue absuelta de cualquier responsabilidad civil, pero hallada culpable a título lucrativo por haberse beneficiado económicamente de los actos delictivos de su marido. Tendrá que pagar una multa de cerca de 137.000 euros –unos 461 millones de pesos–, pero no seguirá la suerte carcelaria de quien se decía, hasta hace ocho años, era el yerno perfecto.
Iñaki Urdangarin nació en 1968 en la localidad de Zumarraga, en el País Vasco, pero pasó casi toda su infancia y juventud en Barcelona después de que a su padre, ingeniero industrial, lo trasladaran a trabajar a la ciudad condal. Es el sexto de siete hermanos y, según los que lo conocen, siempre fue el más triunfador y ambicioso de todos.
A la infanta (Madrid, 1965) la conoció muchos años después, durante los Juegos Olímpicos de Atlanta de 1996, cuando ya era uno de los jugadores de balonmano con más proyección del panorama nacional e internacional. En España jugaba en el Barça –lo hizo durante 14 años– y formaba parte de la selección española, con la que ganó la medalla de bronce durante esas olimpiadas.
Dicen los expertos que lo de ellos fue un flechazo inmediato. Cristina se enamoró perdidamente del medallista olímpico, y no tardaron en oficializar su noviazgo, que menos de un año después se traduciría en una boda real. El cuento de hadas de los duques de Palma se completó con la llegada de cuatro hijos.
Una polémica anunciada
Su condición de yerno del rey facilitó a Urdangarin acercarse a altos cargos públicos y del sector privado. Fue entonces cuando comenzó a afianzarse la idea de fundar el Instituto Nóos junto con su amigo y profesor universitario Diego Torres, también condenado a prisión por el mismo caso.
Desde esa institución, que él dirigió, los dos socios obtuvieron contratos millonarios de la administración regional para la organización de eventos deportivos en Palma de Mallorca y Valencia a partir de 2004. Luego se supo, gracias a la investigación judicial, que estos se celebraron de manera irregular y que Urdangarin ocultó buena parte del dinero que recibió de esos negocios a través de la empresa Aizoon, de la que era titular al 50 por ciento junto con la infanta. “Su posición institucional y su proximidad a la jefatura del Estado resultó determinante para mover la voluntad de la autoridad que asumió sin cuestionamiento sus propuestas”, recoge un escrito de la Fiscalía del Tribunal Supremo.
La preocupación por los dudosos negocios del exdeportista caló en la familia real a partir de 2004, coincidiendo con la compra, por parte de los duques de Palma, del palacete de Pedralbes, en Barcelona. La casa familiar costó cerca de 6 millones de euros –algo más de 20.000 millones de pesos–, una cuantiosa suma que destapó el alto tren de vida que llevaba el matrimonio.
Según declaró el propio Urdangarin durante su comparecencia ante el juez Castro en 2012, el rey Juan Carlos le solicitó varias veces que abandonara la entidad y buscara trabajo fuera de España. No lo hizo hasta 2009, cuando las sospechas eran ya ensordecedoras y el malestar de la opinión pública española, palpable. La familia se mudó por completo a Washington esperando que se calmaran las aguas, y el yerno del rey obtuvo un puesto como consejero de Telefónica en la ciudad estadounidense.
Sin embargo, los intentos de la Casa Real por dispersar la polémica fueron en vano: en 2011, Urdangarin fue imputado por el caso Nóos, y la imagen de la corona quedó seriamente perjudicada. Cristina también tuvo que sentarse en el banquillo de los acusados y declarar sobre los negocios ilícitos de su marido. Un hito histórico que tuvo mucho que ver con la abdicación del rey Juan Carlos en junio de 2014.
La llegada al trono de Felipe VI ese mismo año implicó un distanciamiento del matrimonio y la toma de medidas drásticas para tratar de oxigenar la cuestionada reputación de la corona: el nuevo monarca revocó a su hermana el título nobiliario de duquesa de Palma que ostentaba desde 1997; negó cualquier tratamiento de alteza real a su esposo y retiró la foto de ambos de los edificios públicos, además de apartarlos de los actos oficiales.
La reina emérita Sofía, madre de Felipe, ha sido la única que ha mantenido el apoyo a su hija públicamente durante todos estos años. En cambio, la relación con su hermano y la esposa de este, la reina Letizia, es prácticamente inexistente. Desde su investidura, han sido escasos los actos familiares en los que han coincidido (funerales y cumpleaños), y siempre evitando aparecer juntos.
Ahora se especula con la posición que asumirá la infanta Cristina tras el ingreso en prisión de su marido, si lo visitará en la cárcel y cada cuánto. Varias fuentes confirman que seguirá viviendo con sus hijos en Ginebra, donde el matrimonio fijó su residencia tras el estallido del caso Nóos. Ella nunca ha flaqueado en su apoyo. De hecho, declinó separarse de Urdangarin no obstante la recomendación de su hermano antes de asumir la jefatura del Estado. Parece que todo seguirá igual.
La respuesta de la Corona: viaje al extranjero
“Respeto absoluto a la independencia del poder judicial”. Esa ha sido la posición oficial de la familiar real desde que se conoció la imputación y condena de Iñaki Urdangarin por el caso Nóos. Al momento de conocerse la sentencia del Tribunal Supremo a cinco años y diez meses de prisión para el marido de la infanta Cristina, ni Felipe VI ni la reina Letizia modificaron su agenda: él presidió la reunión bienal del Capítulo de la Orden de San Hermenegildo en El Escorial, Madrid, mientras que ella hizo lo propio en un evento de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción. Sin embargo, días después de conocerse la noticia, y ante la inminente entrada en prisión de Urdangarin, la familia real puso tierra de por medio. El jueves viajaron a Estados Unidos en su primer viaje oficial al país desde que Donald Trump llegó a la Casa Blanca.
Fuente: El Tiempo, GDA