Al sentir una nueva estocada de Sergio Moro, quien hasta hace poco era el juez más famoso de Brasil, el presidente Jair Bolsonaro lo acusó de siempre haber tenido “intenciones políticas”.
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“Siempre las tuvo, nada en contra, pero lo hacía de forma camuflada”, sostuvo el mandatario recordando cuando nombró al exmagistrado ministro de Justicia y Seguridad Pública en el 2018.
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Para Bolsonaro es inaudito que una persona renuncie a “23 años de la judicatura para ser ministro, sabiendo que al día siguiente lo pueden despedir”. Y, como si fuera motivo de escándalo, agregó que fue el tiempo el que reveló sus verdaderas intenciones.
Ahora, Moro -quien fuera el “superministro estrella de Bolsonaro”- coquetea con la presidencia de Brasil de la mano al partido derechista Podemos y se perfila como una tercera opción al mismo Bolsonaro y a Luiz Inácio Lula da Silva.
Justamente, Lula da Silva -quien fuera condenado a nueve años prisión por corrupción y lavado de dinero por el mismo Moro- también opinó sobre la adscripción del exjuez a Podemos y a la posibilidad de que se sume a la carrera electoral: “Ya quedó claro que fui víctima de la mayor mentira judicial que se ha visto en la historia de Brasil”.
Varias preguntas caen por su propio peso: ¿hay espacio en la campaña presidencial de Brasil para Moro? ¿cómo afectará su candidatura al proceso electoral?
Para contestar esas preguntas, El Comercio charló con Alberto Aggio, historiador y profesor de la Universidad Estadual Paulista.
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¿UN BUEN COMPETIDOR?
“Es una especie de Robespierre sin guillotina”, dice Aggio, sintetizando la imagen pública de Sergio Moro.
Existe la idea de que Moro “nunca estuvo disponible” para los gobernantes. Lo demostró cuando fue fiscal del Estado de Paraná y “emprendió acciones junto al Ministerio Público” contra los involucrados en el escándalo de corrupción, Lava Jato.
“Y no entró a la política de cualquier manera. Profesionalmente, salió del empleo público, del Poder Judicial, para ser ministro del presidente Jair Bolsonaro”.
Si ahora genera tanta expectativa, agrega Aggio, es porque el exmagistrado es una expresión del desprestigio de los partidos políticos y de los políticos profesionales, fenómeno que también se conoce como una expresión de antipolítica.
A ello se le suma su aura de pureza: “Moro se presenta como el que combatió la corrupción durante el gobierno de Lula y quien le dijo ‘No’ a Bolsonaro”.
“Su imagen está relacionada con la idea de que la política es solo corrupción, que es momento de sanearla, de superar los problemas y hacer que Brasil salga adelante”.
¿Se trata de un outsider?
“Ahora que se afilió a un partido seguramente sí, pero uno que ya tiene presencia en el espacio público y político”.
¿EL FINAL DE LA POLARIZACIÓN?
Aggio cree que, si Moro decide apostar por la presidencia, le puede ir bien. Las encuestas así lo dicen: su nombre recién se vocea como candidato y ya tiene el 8% del favor del público.
“Las cifras apuntan a que muchos no van a votar ni por Lula ni Bolsonaro, pero tampoco saben por quién apostar. Moro aparece allí”.
“La izquierda, los lulistas, le tienen mucha resistencia a Moro. El bolsonarismo opina igual sobre él. Aun así, esas resistencias son mucho menores a las que el electorado tiene sobre ellos”.
Si todo le sale bien a Moro, anota Aggio, seguramente llegará a los dos dígitos. “Lula tiene cuarenta y tanto, Bolsonaro veintitantos y en declive. En cambio, Moro está subiendo”.
Y eso que todavía no se anunció oficialmente su candidatura. ¿A qué responde esa decisión?
Para Aggio, se trata de una estrategia, sobre todo si se tiene en cuenta que el 21 de este mes se llevarán a cabo las primarias presidenciales del Partido de la Social Democracia (PSDB), en la que figuran João Doria, Eduardo Leite y Arthur Virgílio Neto.
Eso significa que Moro tendrá que empezar a negociar con quién se une. Y, claro está, definir si lo mejor para su carrera es tentar la presidencia o un puesto en el Senado de Sao Paulo.
“Si Moro decide no ir por la presidencia, deberá hacer alianzas y eso, para un outsider como él, puede ser muy difícil”.
“Yo imagino que, para las elecciones de octubre del 2022, posiblemente hayan cuatro opciones fuertes: Lula, Bolsonaro, Moro y Ciro Gomes”.
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