Venezuela es territorio fértil para las protestas. Así lo dejó en claro el último informe del Observatorio de Conflictividad Social, el cual la semana pasada reveló que en el 2013 se produjeron 4.410 manifestaciones en el país, es decir, 12 al día en promedio.
Con estos números no debería extrañar que el miércoles un grupo de personas tomara las calles de Ocumare, una localidad a 35 kilómetros al suroeste de Caracas, en rechazo a la muerte de tres jóvenes horas antes en manos de agentes de la policía científica.
Sin embargo, lo llamativo de la movilización, la cual mantuvo durante cinco horas interrumpido el servicio de transporte público en la ciudad y obligó a los comerciantes a cerrar sus negocios por temor a ser saqueados, es que sus impulsores eran miembros de una banda de delincuentes llamada Los Orejones. Los muertos eran miembros de esta banda y estaban siendo buscados por los cuerpos policiales por delitos como robo de vehículos, secuestro y homicidios.
Los protestantes justificaron su acción acusando a los policías de “violar los acuerdos de paz” que el gobierno de Nicolás Maduro viene negociando con distintos grupos delictivos que operan en el país al tratar de detener y luego enfrentarse con los hoy fallecidos.
En represalia, los miembros de la organización criminal atacaron en la madrugada del viernes la sede de la policía local y durante cuatro horas estuvieron disparándole hasta con fusiles. La situación tomó tal cariz que la Guardia Nacional (policía nacional) debió movilizar hombres para repeler a los antisociales para rescatar a los uniformados, tres de los cuales resultaron heridos.
Otros hechos insólitos
Esta no es la única protesta inusual que se ha registrado en Venezuela en los últimos tiempos. El pasado 30 de octubre, un grupo de policías del estado de Monagas tomó las calles de Maturín, a unos 500 kilómetros al este de Caracas, para protestar contra la inseguridad y la impunidad reinante en el país, luego de que un compañero fuera asesinado por un criminal al que habían detenido en varias ocasiones. Los uniformados no dudaron en dejar en claro su molestia atacando la sede de la fiscalía en la ciudad.
Un mes antes, cientos de motociclistas tomaron la avenida Libertador de Caracas, una de las principales de la capital venezolana, por espacio de varias horas, lo cual generó un congestionamiento descomunal.
¿El motivo? Protestar por el alto precio de los repuestos de sus motos. Durante la acción, que se desarrolló cerca de la sede del Indepabis (organismo de protección al consumidor), retuvieron durante varios minutos al entonces presidente del mismo, Eduardo Samán, quien decidió bajar de su despacho para atenderlos.
Ayer este colectivo realizó una marcha hasta la sede del Ministerio del Interior, lo cual hizo que colapsara el centro de la ciudad. Esta vez protestaron contra la decisión del gobierno de regularlos y prohibirles circular en horas de la noche, dentro del plan contra la inseguridad.
Para Liliana Ortega, directora de la ONG Cofavic, estos acontecimientos demuestran que Venezuela está sumida en una “anomia”: “El Estado está desapareciendo. El país padece de un déficit institucional que pone en peligro la democracia y los derechos humanos, el cual implica la vuelta a la ley de la selva, porque los más fuertes se imponen a los más débiles, sin importar lo que dice la ley”, dijo la especialista a El Comercio.