La exministra de Medio Ambiente Izabella Teixeira (2010-2016), la especialista en temas climáticos más importante del país (negoció, entre otros, el Acuerdo de París de 2015), estuvo recientemente en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York y asegura que la expectativa en relación a Brasil y a la posibilidad de un tercer gobierno del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva es grande.
Teixeira colabora con la campaña del PT y viene articulando contactos y allanando el terreno para que Brasil, en un eventual nuevo gobierno de Lula, desembarque con fuerza en organismos internacionales. “El mundo está esperando a Brasil”, afirmó la exministra a LA NACION.
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La sensación en muchos gobiernos extranjeros es de cansancio en relación a la gestión del presidente Jair Bolsonaro. En muchos casos, por ejemplo el de Estados Unidos y de la misma Argentina, se optó por el pragmatismo. Se hicieron acuerdos concretos para resolver problemas y avanzar en algunos proyectos de cooperación, pero no se construyeron alianzas. Bolsonaro, al contrario de expresidentes como Fernando Henrique Cardoso, Lula y, en menor medida, Dilma Rousseff, no ejerce la llamada diplomacia presidencial. Su relación más directa y estrecha con otro presidente fue con Donald Trump, lo que le costó un enorme aislamiento regional e internacional.
Desde el principio de su gobierno, Bolsonaro generó roces con países como Francia, China, los Estados Unidos de Joe Biden, Argentina, y más recientemente Chile y Colombia. Poco interesado en la política exterior, eligió como primer canciller a Ernesto Araújo, que tenía un discurso totalmente a contramano de las tradiciones del respetado Itamaraty y es considerado por diplomáticos brasileños un capítulo nefasto en la historia del Ministerio de las Relaciones Exteriores. Su sucesor, Carlos França, que asumió el cargo en marzo de 2021, hizo un cuidadoso control de daños, pero, como explica un embajador extranjero en Brasilia, “cambió el ministro, pero no el gobierno”.
Entre representantes de gobiernos extranjeros en la capital brasileña el ambiente es de cierta tensión por eventuales acciones del gobierno en contra del proceso electoral y del resultado que este domingo en la noche será anunciado por el Tribunal Superior Electoral (TSE). Todos, sin excepción, dicen confiar plenamente en el sistema y las autoridades electorales brasileñas. Algunos, en estricta reserva, reconocen que Brasil necesita un cambio para volver a ser considerado un país confiable en el mundo. Nadie habla de liderazgo inmediato, al contrario de la expectativa que tiene el PT.
“Con determinados ministros del gobierno Bolsonaro, por ejemplo el de Medio Ambiente, Joaquin Leite, ya nadie quiere hablar. Mienten descaradamente”, dijo un diplomático extranjero a LA NACION.
El tema medioambiente es esencial para muchos gobiernos extranjeros y Brasil es hoy motivo de gran preocupación. En la cumbre de las Naciones Unidas del año pasado, en Glascow, el gobierno brasileño firmó una serie de acuerdos, pero hasta ahora no cumplió ninguno. Los incendios en la Amazonia siguen siendo motivo de alarma mundial y la opinión de muchos es que una vuelta de Lula al poder trataría el tema con absoluta prioridad, algo que Teixeira confirma.
“La comunidad internacional está ansiosa por retomar el diálogo con Brasil con base en una agenda climática que pueda ser compartida y objeto de credibilidad. Existe el reconocimiento de una trayectoria, de la diplomacia y de las políticas públicas, así como del desvío que hubo en los últimos cuatro años”, asegura la exministra, que en la última cumbre de Glasgow generaba más interés en interlocutores extranjeros que los enviados del gobierno de Bolsonaro.
Integración regional
En sus dos gobiernos, Lula ocupó un lugar central en la política regional y fue una voz respetada en la comunidad internacional, teniendo contactos directos con presidentes extranjeros. Había muchas expectativas, muchas de las cuales no fueron cumplidas, y los escándalos de corrupción generaron un daño en la relación con muchos países latinoamericanos, que culpan al PT de haber exportado corrupción a sus vecinos. En documentos internos del partido de Lula se dice que “Brasil tiene todas las condiciones de liderar el proceso de integración latinoamericana, en un esfuerzo conjunto con los países vecinos”. Habrá que ver, en caso de una victoria, cómo se darán esas articulaciones en una región hoy profundamente fragmentada, y con un Brasil que no tiene el empuje económico de otras épocas.
Uno de los temas que siempre ocupó un espacio importante en su agenda fue la relación con África, donde en sus gobiernos se abrieron más 30 nuevas representaciones diplomáticas. Con América Latina la relación fue intensa, con alianzas muy fuertes con la Venezuela de Hugo Chávez, la Argentina de Néstor y Cristina Kirchner, la Bolivia de Evo Morales, Cuba, y el Uruguay gobernado por el Frente Amplio. El expresidente brasileño fue clave para la creación de la ahora desactiva Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y la ampliación del Mercosur, que en el 2012 incluyó a Venezuela como miembro pleno (para luego suspender el país por la violación de principios democráticos del bloque)
Con Bolsonaro, en 2019, alineado con Trump en Estados Unidos e Iván Duque en Colombia, se rompieron relaciones con la Venezuela de Nicolás Maduro. Brasil cerró su embajada en Caracas, todos sus consulados y oficinas de representación de organismos del Estado brasileño. Hoy, esa decisión es cuestionada aún dentro del gobierno de Bolsonaro, dada la importancia geográfica de Venezuela para Brasil, y los problemas causados por la ruptura -y la consecuente pérdida de cualquier tipo de interlocución con Caracas-. Gran parte de la región, por lo tanto, espera que Brasil vuelva a interesarse por América Latina, empezando por regresar a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), de la cual se retiró en marzo de 2020.
Según comentó un embajador de un país de Medio Oriente, aunque algunos temas pudieron funcionar bien con el gobierno de Bolsonaro, principalmente temas comerciales, Brasil perdió relevancia como actor político internacional. Si en los gobiernos de Lula el país intentó, por ejemplo, mediar en las negociaciones entre Estados Unidos e Irán, junto a Turquía, en los últimos años Brasil estuvo ausente de la mesa de los llamados big players.
En caso de una victoria de Lula, muchos imaginan una enorme lista de invitados internacionales en Brasilia, para participar de la asunción, el 1 de enero de 2023. Son especulaciones, pero lo cierto es que los ojos de mundo están puestos sobre Brasil, hay ansiedad y deseo de cambio.
Por Janaína Figueiredo