La monarquía es, en muchos países del mundo, sinónimo de lujos, extravagancias, protocolos, castillos y primeras planas de portadas de revista. Para otros territorios, en cambio, es un sistema de gobierno que va mucho más allá. Así, hay muchos soberanos a lo largo y ancho del globo, pero pocos como Juan Bonifaz Pinedo, el último rey de América y, quizás, el más pobre. Aunque no usa corona ni capa -solo en ocasiones especiales-, así como tampoco se sienta en un trono ni cuenta con una exorbitante fortuna de la que alardear, sí cumple con una tarea para nada fácil de alcanzar: representar a la comunidad afroboliviana.
“No soy como estos ricos reyes de Europa, pero represento a la comunidad afroboliviana y esto es una gran responsabilidad para mí”, es la corta pero reveladora frase -de acuerdo con el sitio La República- con la que el último rey latinoamericano se refiere a las para nada insignificantes funciones que cumple en la zona subtropical de los Yungas, un reino oculto de dos mil habitantes ubicado en Bolivia.
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Más que un dirigente político, Bonifaz se convirtió en un líder simbólico que está orgulloso de las raíces de un pueblo que se enfrentó cara a cara con la discriminación, la invisibilización y la esclavitud. Su legado excede las riquezas monetarias y, por el contrario, contribuye a enaltecer la diversidad que, en algunas ocasiones, se vio socavada por algunos periodos oscuros de la humanidad.
La ascendencia real del soberano Juan Bonifaz Pinedo
Entre los siglos XVI y XIX el comercio transatlántico de esclavos fue uno de los principales enemigos de las comunidades africanas: no solo se vieron obligadas a trabajar en plantaciones de café, azúcar, tabaco y algodón, en las minas de oro y plata, en los campos de arroz, en la industria de la construcción, en la madera, en la construcción de barcos y en hogares como sirvientes, sino que también fueron víctimas de procesos de aculturación que fueron, poco a poco, produciendo la pérdida parcial de su historia.
Aproximadamente 12 millones de personas fueron presas del comercio transatlántico de esclavos, según el medio The Conversation. Ni siquiera el Príncipe Uchicho, de origen Kikongo -hijo del Rey de una tribu de Senegal y posterior ancestro de Juan Bonifaz- pudo anteponerse a la “mayor deportación de la historia” y terminó, al igual que muchos otros, siendo parte de uno de los últimos contingentes de esclavos hacia 1820.
Uchicho trabajó en la Hacienda del Marqués de Pinedo -de quien adoptaría el apellido-, en la zona de Los Yungas, al norte del departamento de La Paz, de acuerdo con la Casa Real Afroboliviana. No tomó mucho tiempo para que en 1832, poco más de una década después de su llegada a América, fuera reconocido por los esclavos como lo que verdaderamente era: un príncipe del antiguo Reino de Congo.
Según cuenta Pinedo para BBC, “Uchicho se estaba bañando en el río y otros africanos vieron que su torso tenía cicatrices que recuerdan a miembros de una familia real tribal”, por lo que no dudaron, ni un segundo, en mostrar su respeto y apoyo hacia él proclamándolo como el primer rey afroboliviano.
Tras el reconocimiento real también vino el sacrificio de cientos de esclavos que se ofrecieron a laborar media hora más al día. ¿Su objetivo? Lograr que su rey fuese liberado de todo tipo de trabajo o tarea que pudiese ir en detrimento de su condición de soberano. Aunque insólito, el legado no paró allí. Al monarca africano lo sucedió Bonifacio, quien fuese el último esclavo afroboliviano y afroamericano que tomó su lugar como rey en 1932.
En palabras del actual monarca para El País: “El rey Bonifacio era mi abuelo. A nuestros antepasados los trajeron para trabajar en las minas de Potosí. Después, los trajeron a la zona de Los Yungas, donde fueron vendidos a los dueños de las haciendas”.
La monarquía afroboliviana se mantuvo sin soberano por, al menos, 38 años, luego de que Bonifacio trajera al mundo dos hijas que, de acuerdo a la tradición cultural, no podían hacerse con el mayor título de poder dentro de la comunidad. Fue, precisamente, Juan Bonifaz Pinedo quien rompió con el ausentismo monárquico al reclamar su derecho a ejercer como rey en 1992, año desde el cual estuvo representando a la comunidad afroboliviana.
¿Quién es Juan Bonifaz Pinedo?
Juan Bonifaz Pinedo lleva el título de rey del territorio afroboliviano, pero no es como cualquier rey: lejos de parecerse a los monarcas europeos que eclipsan las portadas de los medios nacionales e internacionales, hizo lo que no muchos se atreven a hacer: construir el futuro de la comunidad rememorando y recapitulando el pasado.
Con un cúmulo de legados ancestrales a sus espaldas, Juan Bonifaz Pinedo se convirtió en uno de los reyes más queridos y respetados de todos los tiempos. La pobreza material que ostenta su reino oculto es equivalente a la riqueza cultural de un pueblo que, desde hace cientos de años, lucha por sobrevivir.
¿Imagina usted poder acudir a un rey por consejo o, simplemente visitarlo para comprar un producto básico de alimentación? Pues los ciudadanos afrobolivianos tienen el privilegio de hacerlo. Solo basta con acercarse a la pequeña casa de ladrillo y cemento en la que el monarca vive con su esposa para que ‘don Julio’, como es llamado a menudo por la comunidad, los reciba con palabras y actos cargados de sabiduría y solidaridad.
Pinedo cambió los actos protocolarios, los trajes formales, las cenas extravagantes y las fiestas excéntricas por una pequeña tienda de comestibles que él mismo administra, de acuerdo con BBC. Desde mandarinas hasta naranjas, conservas y paquetes de galletas, a sus 79 años todo parece indicar que el rey todavía se mantiene bastante ocupado.
“Estas son las hojas que he cosechado de mi pequeña parcela. Al ponerlas al duro sol del mediodía, las tengo listas en aproximadamente tres horas. Luego los pondré en sacos para los camiones que las llevarán a los mercados de La Paz”, explicó Pinedo para BBC haciendo referencia a una de sus actividades ancestrales favoritas: cosechar coca.
Si bien el soberano expresó en algunas entrevistas para medios que su “título es principalmente simbólico”, Pinedo es el primero de los monarcas del reino registrado oficialmente por el estado boliviano.
Un camino hacia la representación
Evo Morales -expresidente boliviano perteneciente a la nación indígena aimara- fue, precisamente, quien abrió las puertas para que se diera un reconocimiento más amplio de los grupos étnicos minoritarios de Bolivia en 2007. Tanto fue el revuelo que incluso el único rey de Latinoamérica fue invitado a grabar un documental junto a su comunidad al tiempo que fue animado “a viajar a Uganda para ver la tierra de donde son nuestros antepasados”, según una entrevista que otorgó al portal de noticias británico mencionado anteriormente.
Después de una incansable lucha por la representación de la comunidad afroboliviana, todo parece indicar que su monarquía está cada vez más lejos de acabarse.
“Me gustaría seguir avanzando para que la comunidad afroboliviana sea más reconocida y visible, como lo hizo mi padre hasta ahora”, dijo el príncipe Rolando de 27 años en diálogo con la cadena BBC y, con ello, sembró una nueva semilla de esperanza para los 26 mil afrobolivianos que esperan mayor representación en un mundo cada vez más dinámico y cambiante.