Lula da Silva. La Justicia le acusa de recibir beneficios que se habrían materializado en un apartamento en la playa a cambio de favorecer a una constructora con contratos públicos durante su gestión. (Foto: EFE)
Lula da Silva. La Justicia le acusa de recibir beneficios que se habrían materializado en un apartamento en la playa a cambio de favorecer a una constructora con contratos públicos durante su gestión. (Foto: EFE)
Redacción EC

"Quiero que me devuelvan mi inocencia", reclamaba hace apenas unos días el ex presidente de Brasil  (2003-2010), quien el sábado fue recluido en la cárcel de la Policía Federal de Curitiba para cumplir una condena de 12 años por corrupción y lavado de dinero.

Lula, el líder del Partido de los Trabajadores (PT) y favorito en las encuestas para las elecciones presidenciales de octubre, entró finalmente en prisión 26 horas después de que venciera el plazo dado por el juez Sergio Moro para su ingreso encarcelamiento.

La Justicia le acusa de recibir beneficios que se habrían materializado en un apartamento en la playa a cambio de favorecer a una constructora con contratos públicos durante su gestión.

El caso del apartamento es uno de los siete procesos por corrupción que enfrenta el ex presidente, quien presumía de mantener "la tranquilidad de los justos, de los inocentes", mientras la Justicia le acorralaba.

(Foto: AFP)
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La corrupción, llegó a decir durante su mandato, "está en todos los sectores de la sociedad", incluidos "la política y el poder judicial", pero se declaraba entonces (2007) inmune a ella.

Pese a sus comentarios, la sombra del delito le persiguió durante su mandato -con sonados escándalos como el "mensalao" por el pago de sobornos a cambio de apoyos parlamentarios- y empañó sus últimos años.

Su papel político y su capacidad negociadora le ayudaron a esquivar las acusaciones, que siempre atribuyó a la revancha de la derecha por sus políticas sociales.

Un mensaje que ha repetido hasta el hartazgo en las caravanas que ha encabezado por todo el país para promover su candidatura en los últimos meses, aún a sabiendas de que la ley "ficha limpia", que él mismo aprobó, le impide aspirar a la Presidencia con una condena en segunda instancia precisamente por el caso del apartamento que le puede llevar a la cárcel.

Lula, que fue bautizado como "el hijo de Brasil" en una película biográfica, ganó muchas batallas en su vida -incluida la de la marginación en un país con una profunda brecha social y la guerra contra el cáncer de laringe que libró tras dejar el poder-, pero esta vez perdió el pulso.

Nacido en 1945 en Pernambuco, en el empobrecido noreste brasileño, emigró con su madre y sus siete hermanos a Sao Paulo en busca de su padre, un campesino analfabeto y alcohólico que tuvo 22 hijos con dos mujeres y a quien Lula conoció cuando tenía 5 años.

(Foto: EFE)
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Trabajó en la calle, como vendedor y limpiabotas, y a los 15 años se hizo tornero y se acercó al movimiento obrero.

Llegó a presidir el poderoso sindicato metalúrgico y saltó a la política a finales de los 80, en los estertores de la dictadura, desgarrado por la muerte de su primera esposa, María Lourdes, por falta de atención médica durante su embarazo.

Se unió a políticos de izquierda para fundar el PT y estrenó una carrera meteórica antes de soñar con la Presidencia.

Se hizo con el bastón presidencial en el 2002, en su cuarto intento (1990, 1994, 1998). 

En ocho años de gestión, sacó de la pobreza a 28 millones de personas y lideró una "revolución" pacífica que situó a Brasil entre los protagonistas de la agenda mundial.

En el 2005 su gobierno empezó a verse afectado con los primeros escándalos de corrupción del Partido de los Trabajadores.

"Nadie tiene más autoridad moral y ética que yo para transformar la lucha contra la corrupción en bandera, en práctica cotidiana", afirmó en el 2005, tras el "mensalao".

Buscó alianzas para la reelección y, con una popularidad del 87% al final de su gestión, eligió a Dilma Rousseff para continuar el proyecto.

Su plan, sin embargo, se vino abajo por una crisis que combinó una profunda crisis económica con la escasa popularidad de Rousseff y un pacto de sus antiguos aliados para terminar con la "era PT", en agosto del 2016.

El zarpazo aceleró la caída de Lula, cercado por la Justicia en un pacto "casi diabólico" -en palabras del ex presidente- para evitar su vuelta al poder.

"Tengo una historia pública conocida. Solo me gana en Brasil Jesucristo", llegó a decir en su defensa, mientras un fiscal se atrevía a calificarle como "el comandante" de la mayor trama de corrupción del país.

Hoy, a sus 72 años, Lula está muy lejos de ser "el líder más influyente del mundo" que ocupaba portadas de "Time".

"No van a encarcelar mis pensamientos, no van a encarcelar mis sueños. Si no me dejan andar, voy a andar con las piernas de ustedes. Si no me dejan hablar, hablaré por su boca", dijo esta semana al despedirse de sus simpatizantes.

Fuente: EFE

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