Entre tantas incertidumbres que deja el 2019 en América Latina, algo parece claro: la noción de que la región gira a la derecha o izquierda ha perdido sentido.
Los movimientos pendulares hacia un lado y otro del espectro político parecían la norma en el subcontinente a lo largo de la década que termina.
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En 2010, buena parte de la región estaba bañada por la "marea rosa" surgida durante la década anterior, tras la elección de varios gobiernos de izquierda en Sudamérica.
Pero ese fenómeno cambió de sentido en los últimos años, con la llegada de varios gobiernos más a la derecha en países como Argentina, Brasil, Chile, Colombia y Perú.
Como si semejante balanceo fuera poco, algunos analistas sugerían que el subcontinente podía girar otra vez a la izquierda tras la elección de Andrés Manuel López Obrador en México y el regreso del peronismo al poder en Argentina este mes.
Sin embargo, la recta final del "maratón electoral" que ha transcurrido en América Latina (con elecciones en 15 países desde 2017) señala algo distinto.
La región carece de un rumbo político definido, la inestabilidad crece y el ánimo de la ciudadanía parece dirigido contra los gobiernos de turno, sean de derecha o izquierda.
En cinco de las seis elecciones que hubo este año en Latinoamérica el voto fue por cambiar al partido en el poder. La restante, en Bolivia, quedó trunca por acusaciones de fraude que derivaron en la renuncia del presidente Evo Morales, quien sostiene que hubo un golpe de Estado en su contra.
El humor antigobierno fue evidente además en las recientes protestas que estallaron en varios países de la región, desde la Bolivia del socialista Morales hasta el Chile del conservador Sebastián Piñera.
“Esa idea de que bastaría colocar a la derecha o izquierda en el poder en América Latina y las cosas quedarían resueltas, no funciona hoy”, dice Mauricio Santoro, politólogo de la Universidad del Estado de Río de Janeiro, a BBC Mundo.
Viejos problemas, nuevas frustraciones
Los expertos señalan varias razones para que aumentara el malestar social latinoamericano y dejara de funcionar el péndulo político-electoral regional.
Un factor fundamental del descontento es la desaceleración y estancamiento económicos que padecen la mayor parte de las economías de la región a partir de 2014, con el fin del boom de las materias primas.
La primera reacción en varios países fue cambiar de gobiernos de izquierda a otros derecha, pero estos tampoco han logrado la anhelada recuperación.
La tasa de crecimiento promedio de las economías regionales en 2019 será de 0,1%, señaló la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) este mes.
Y las proyecciones para 2020 son de una expansión promedio de apenas 1,3%.
"De proseguir este escenario, el septenio 2014-2020 sería el de menor crecimiento económico en la región en los últimos 40 años", advirtió el informe de la Cepal.
A esto se suman viejos problemas irresueltos de Latinoamérica como la desigualdad, la violencia y la corrupción, que contribuyen al desprestigio de los gobiernos de turno y de las élites políticas en general.
El panorama choca con la expectativa que millones de latinoamericanos tienen desde la década pasada de consolidar su ascenso a la clase media, un sueño que para muchos ahora se aleja.
"Aquí hay un énfasis demasiado grande en que la derecha o la izquierda van a dar una respuesta. Las ideologías han sido sobrepasadas. Tuvieron su oportunidad y no supieron hacerlo mejor", señaló Marta Lagos, directora la encuesta regional Latinobarómetro, en una entrevista reciente con BBC Mundo sobre el estallido de protestas en varios países.
Lagos explicó que 70% de la región cree que "se gobierna para una minoría". El sondeo Latinobarómetro 2018 indicó además que los partidos políticos son las instituciones democráticas que reúnen menor nivel de confianza: apenas 13%.
"En América Latina, el ciclo electoral actual revela el aumento de la polarización política, así como la intensidad de la frustración que producen las élites políticas", sostuvo el sueco Instituto internacional para la democracia y asistencia electoral (Idea) en su informe de este mes sobre "El estado de la democracia en el mundo y en las Américas 2019".
Y observó que el “desencanto ha impulsado a los votantes a apoyar a líderes antisistema situados tanto a la izquierda como a la derecha”.
La moda: cambio de gobiernos
Entonces, más que una inclinación hacia algún lado del espectro político, la novedad en la región ahora parece ser el cambio constante de gobiernos.
Los argentinos, en vez de reelegir al centro-derechista Mauricio Macro en octubre, votaron como presidente al peronista Alberto Fernández secundado en la vicepresidencia por Cristina Fernández de Kirchner, que gobernó desde 2007 hasta 2015, cuando triunfó Macri.
En Uruguay fue electo en noviembre el candidato opositor de centro-derecha Luis Lacalle, tras 15 años de gobiernos de la coalición izquierdista Frente Amplio.
En Guatemala, Alejandro Giammattei ganó en su cuarto intento la presidencia en agosto. En Panamá, triunfó el candidato opositor de centro-izquierda Laurentino Cortizo en mayo.
Y en El Salvador, Nayib Bukele rompió en los comicios de febrero con 30 años de bipartidismo y la alternancia en el poder de la izquierda y la derecha tradicionales en la los últimos períodos.
Un denominador común de todos es que fueron votados con la expectativa de renovar el ejercicio del gobierno, cuidar más de los recursos públicos, ser más firmes contra la corrupción y el delito, y promover mejoras económicas.
Son las mismas promesas que en 2018 llevaron a un ultraderechista como Jair Bolsonaro y a un izquierdista como López Obrador a presidir las dos mayores democracias de la región: Brasil y México.
Todo esto ocurre mientras cae la felicidad o el estado de bienestar subjetivo en varios países de América Latina, según el Informe Mundial de la Felicidad producido por la Red de soluciones para un desarrollo sostenible de las Naciones Unidas.
"Se ha encontrado que la infelicidad de los ciudadanos se traduce en votos contra el gobierno en ejercicio", indicó el informe 2019.
Y citó el caso específico de México, donde tras la elección de López Obrador se registró una recuperación del nivel de satisfacción hasta los niveles de 2013.
"En México la gente tiene optimismo respecto al gobierno nuevo, pero si eso no se concreta en los próximos 12 meses viene una gran frustración", advierte Mariano Rojas, un economista que en el pasado contribuyó con ese informe.
A su juicio, el reto para América Latina es encontrar un modelo de desarrollo que contemple el bienestar de su gente más allá del crecimiento de la economía o del ingreso per cápita.
“Lo que vemos es una búsqueda más que una alternativa clara”, dice Rojas a BBC Mundo. “La gente tiene malestar y lo canaliza contra los gobiernos, pero no tenemos una alternativa… y pensar que la alternativa es la izquierda o la derecha sería un grave error”.