La Paz. En El Alto, la ciudad sobre La Paz, la sede del Gobierno boliviano, líderes indígenas como Jaime Gualberto Pablo Terrazas han liderado la lucha por el retorno del expresidente Evo Morales.
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En la altura de la ciudad, cientos de bolivianos bloquearon una importante planta de energía y libraron mortales enfrentamientos con las fuerzas de seguridad.
Otros marcharon hacia La Paz cargando la colorida wiphala -una bandera a cuadros de siete colores que usan varios grupos indígenas andinos- con el objetivo de aumentar la presión sobre la presidenta interina, Jeanine Añez.
El Alto, sin embargo, tiene una historia más compleja para contar: una fisura entre las muchas comunidades indígenas de Bolivia, cuyas opiniones sobre Morales están lejos de ser uniformes, en un país que está siendo golpeado por las divisiones políticas.
“Nos dicen que somos indios, que somos la raza negra, la raza maldita”, dijo Pablo Terrazas, un líder político de una provincia con altas tierras mientras bloqueaba la planta Sentaka, que abastece a La Paz con gasolina, diésel y gas de cocina.
Pablo Terrazas dijo que estaría dispuesto a pagar hasta “el último precio”, pero admitió divisiones con otros líderes indígenas, quienes están en conversaciones con el actual Gobierno para terminar con las protestas a cambio de elecciones rápidas.
“El Gobierno nos quiere dividir. ¿Cómo? Están agarrando a nuestros líderes y exlíderes, y están hablando con ellos. Pero estamos decididos que no vamos a respetar eso”, añadió.
En El Alto, donde el martes la milicia y la policía perforaron el bloqueo dejando al menos tres muertos, muchos grupos indígenas están pidiendo paz y mirando más allá de Evo Morales. Algunos están levantando los bloqueos y otros retornando al trabajo.
Evo Morales, el primer presidente indígena de Bolivia, voló a México este mes luego de haber sido presionado a dar un paso al costado por protestas populares, grupos cívicos, la policía y el ejército, tras el revuelo por las acusaciones de manipulación de las elecciones presidenciales que ganó en octubre.
Desde su renuncia el 10 de noviembre, Bolivia se ha enfrascado en un enfrentamiento entre sus adversarios, que dicen que se aferró al poder por mucho tiempo, y sus partidarios, que argumentan que trajo estabilidad a una nación volátil y le dio voz a los grupos marginados.
La violencia ha estallado con enfrentamientos que desde entonces dejaron más de 20 personas muertas y con bloqueos que dejaron a las principales ciudades con poco alimento y combustible.
“Ya se fue”
La situación en el Alto subraya el desafío para los líderes políticos de Bolivia mientras luchan en el Congreso y por el control de las calles de una nación de 11 millones de habitantes.
La presidencia de Evo Morales mostró un progreso económico y una mayor participación política de los pueblos indígenas, quienes componen el 40% de la población, según el más reciente censo.
Pero también alejó a algunos simpatizantes quienes alguna vez lo aclamaron como su campeón.
Evo Morales se enfrentó con grupos de indígenas sobre el desarrollo de tierras tribales, ofreció beneficios a comunidades favorecidas y eludió los límites al mandato presidencial.
Macario Velásquez, un campesino de coca, naranja y café de 76 años, proveniente de la región montañosa de Yungas, dijo que apoyaba a Morales pero que no veía cómo podría volver.
“Difícil que vuelva es, si ya se ha ido ni modo, hay que buscar otro por quien votar ahora”, dijo. “Ojalá se pacifique la situación porque la gente necesita trabajar, pagar deudas, los niños deben volver a la escuela”.
Los opositores de Evo Morales afirman que ahondó las divisiones étnicas. Ellos dicen que, en muchos casos, malgastó beneficios en su propio grupo Aymara e ignoró a naciones indígenas más pequeñas y a la gran población mestiza de Bolivia.
Morales no pudo ser contactado para comentar. Sus aliados han negado que haya dado prioridad a algún grupo étnico en particular.
Sin embargo, muchos en Bolivia dicen que las diferencias étnicas son cada vez más irrelevantes, ya que un número creciente de indígenas está llegando a los niveles altos en la política y en los negocios.
“La clase media hoy, si te das cuenta, es increíblemente diversa”, dijo Félix Patzi, el gobernador aymara de la gran La Paz, quien se opone a Evo Morales.
No obstante, el apoyo indígena a Morales, particularmente dentro de la comunidad Aymara, es una fuerza contra el Gobierno interino de Añez, con marchas diarias en La Paz en su contra.
La exsenadora de 52 años enfureció a muchos con rápidas medidas para trazar una nueva línea. Añez nombró un Gabinete compuesto casi inicialmente por personas no indígenas, además de centralizar el cristianismo en las ceremonias estatales.
Los tuits que había escrito desprestigiando las ceremonias indígenas fueron republicados antes de que los eliminaran, mientras ella cortaba vínculos con los aliados izquierdistas de Evo Morales, incluyendo Venezuela y Cuba.
Añez ha negado las acusaciones de racismo y dijo que su meta es organizar nuevas elecciones rápidamente. Sus partidarios señalan que el último Gabinete de Morales tuvo tres miembros indígenas.
“No estoy de acuerdo con esa Señora Añez. Tanto habla de democracia, tanto alza la biblia con una mano, y con la otro mano nos están arrojando con las piedras encima”, dijo Sonia Marka, una campesina vestida con una “pollera” tradicional, quien caminó cuatro horas para manifestarse en el centro de La Paz.
Las denuncias de brutalidad por parte de la policía y la milicia han agravado las frustraciones. El viernes, una confrontación contra cocaleros proMorales a las afueras del centro de la ciudad de Cochambamba dejó nueve manifestantes muertos.
La wiphala, a menudo exhibida durante el Gobierno de Evo Morales junto a la bandera tricolor de Bolivia, se ha convertido en un punto de encuentro para la oposición indígena. En respuesta, algunos policías la cortaron de sus uniformes, lo que provocó una disculpa por parte de un jefe de policial de alto rango.
“Había falta de respeto para la wiphala” dijo Josué Pillco, un obrero de clase trabajadora de La Paz, quien dijo que la policía le disparó con municiones no letales mientras regresaba del trabajo.
Fuente: Reuters