La protesta ciudadana ha estallado en Colombia y la policía ha respondido a ella con balas y golpes. Según la Defensoría del Pueblo, al menos 24 personas han muerto desde el 28 de abril, cuando los colombianos empezaron a manifestarse masivamente en todo el país para exigir el retiro de una polémica reforma tributaria impulsada por el presidente Iván Duque. Aunque la propuesta finalmente fue retirada por la presión de la calle, el enojo se ha multiplicado y está lejos de terminar.
Las manifestaciones -que este jueves cumplen nueve días- acogen ahora los reclamos de los colombianos en muchos frentes. A las exigencias de mejoras económicas en medio de la pandemia se suman demandas en educación, salud, medioambiente, derechos indígenas, pedidos contra la violencia policial y más. Quienes están en las calles son estudiantes, sindicatos y representantes de diversos sectores y comunidades.
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Si bien se han registrado disturbios y actos de vandalismo de parte de algunos manifestantes, las organizaciones civiles y la comunidad internacional han denunciado el exceso de la fuerza por parte de la policía y los militares que tienen la misión de aplacar las protestas. El Ministerio de Defensa desplegó 47.500 uniformados en todo el país a causa de la crisis social.
El Comercio conversó con el académico colombiano Omar Rincón, profesor Asociado de la Universidad de los Andes en Bogotá y director del Centro de Estudios en Periodismo y de la Maestría en Periodismo de la misma universidad, sobre la actuación de Iván Duque ante la crisis, la diversidad de los reclamos de la población, así como de las razones que explican el despertar de la protesta ciudadana en Colombia.
Para el experto, que también es periodista y crítico de televisión del diario colombiano “El Tiempo”, es un error que el gobierno de su país quiera asegurar que el narcoterrorismo financia a todos los manifestantes.
—¿En qué estado se encuentra la crisis social en Colombia?
Yo creo que se puede comparar a lo que pasaba en Perú cuando los manifestantes decían “Se metieron con la generación equivocada”. Colombia ha cambiado por el acuerdo de paz, por la mayor conexión que brinda la tecnología, porque los jóvenes ya no le tienen miedo a la guerrilla, por las enseñanzas que llegan de Perú, Chile, Argentina. Creo que hay un nuevo ecosistema político-simbólico y eso ha llevado a que haya una nueva protesta social, con nuevos actores y con nueva energía. Además, existe mucha bronca frente al presidente, Duque tenía una legitimidad del 30%. Entonces creo que se juntó todo, realmente hay mucho enojo en el país.
—¿Hasta dónde podría llegar este descontento? ¿Qué pasará con las protestas?
Yo creo que en el caso colombiano el símbolo que junta todo el descontento es la represión militar. En Colombia esta represión nació de la lucha contra la guerrilla y creo que es el único mecanismo de narración que tienen el poder y los medios, no están entendiendo que hay otra narrativa. Ese es el peor escenario. A mayor represión militar mayor protesta social. Por otro lado, estos jóvenes -que aglutinan las luchas de afros, feministas, indígenas- quieren soluciones concretas, no una mesa de diálogo, que es algo que se ha hecho históricamente. Esa mesa de diálogo no sirve para nada porque ellos piden cosas concretas.
—¿Cuáles son los principales reclamos que persisten ahora que se ha retirado el proyecto de reforma tributaria?
Ese proyecto fue la piedra que desató todo, fue como un símbolo al que todo el mundo se pegó. Pero, como pasa en toda América Latina, acá las luchas son multicausas. Las feministas luchan porque se acabe con el machismo y el acoso sexual, por tener libertad sobre sus cuerpos; los indígenas, por el derecho a su identidad y su tierra; los afros para que les saquen de su territorio a los paramilitares y a los narcos. Cada parte tiene una bandera de lucha y todas coinciden en que Duque dice todo el tiempo que va a conversar con ellos, pero no se ha llegado a nada. Él tiene esa lógica que es muy enervante en la que dice que va a hacer algo y después hace todo lo contrario. Creo que esa inacción motiva ese enojo. Las causas son muchas y hay múltiples liderazgos. Eso es algo que no estamos entendiendo en toda América Latina, que estamos comenzando a tener diálogos basados más en alianzas que en una sola cosa.
—Al hablar de las protestas, Duque dijo este miércoles que el “terrorismo urbano se encuentra financiado por mafias de narcotráfico”, una postura que se ha repetido en los últimos días para criticar las manifestaciones…
El expresidente Álvaro Uribe era muy bueno en crear tags periodísticos como narcoterrorismo o castrochavismo y Duque trata de jugar a lo mismo. Por ejemplo, a la reforma fiscal de impuestos en lugar de llamarla reforma financiera la llamaba ley de solidaridad. En lugar de hablar de masacres, habla de homicidios colectivos. También usa el término narcoterrorismo. En Colombia, el término narco sirve para explicar cualquier cosa. Entonces, cuando el gobierno es incapaz de resolver alguna cosa lo usa. “¿Quién mata a los líderes sociales? El narco”. El narco siempre es la palabra clave que signa cualquier cosa, es la explicación a todo. En Colombia todo lo explica el terrorismo.
Ese es otro problema que tiene Duque, él viene con un discurso del siglo XX, pero ya hubo acuerdo de paz, ya cambió el mundo, esos tags ya no funcionan. Ahora resulta que el narcoterrorismo financia a todos los jóvenes de la Universidad de los Andes, que es una de las más caras del país. ¿En serio se puede pensar que todas las personas que están marchando están financiadas por el terrorismo? Esa historia solo se la cree Duque.
—Ha dicho que este despertar ciudadano tiene su origen en el acuerdo de paz. ¿Cómo es que ese pacto liberó la protesta social?
Yo soy de la generación en la que si uno marchaba lo llamaban guerrillero y le iban a pegar. Cualquier persona que marchaba iba para la cárcel y le hacían juicio terrorista. Con el acuerdo de paz eso desaparece y ya las personas pueden salir a protestar como ciudadanos. A los manifestantes no los han llamado guerrilleros, tratan de llamarlos terroristas, narcoterroristas, pero no de la otra forma. El acuerdo de paz nos liberó de esa culpa.
Yo creo que hay una lectura pésima del nuevo ecosistema político y simbólico por parte de todos los políticos en América Latina. En Chile, Perú, Colombia, los políticos no saben leer que hay un nuevo ecosistema de lucha social. Gradúan a todo el que sale a la calle de izquierdista. Eso es un error, es realmente lamentable la narrativa que se han inventado.
—¿Qué debería hacer Duque para intentar aplacar el descontento ciudadano?
Yo creo que tres cosas. En primer lugar, eliminar el lenguaje militarista, dejar de mirar como un problema militar a un problema democrático. Segundo, tomar acciones concretas ante las peticiones fundamentales. Mostrar lo que él puede hacer. En educación pública, decir que a los que deben al banco por educación privada y están endeudados se les rebajará tres meses. En el tema del medioambiente, firmar el acuerdo de Escazú, que es algo que ha prometido, pero no ha cumplido.
En tercer lugar, que deje de tratarnos como tontos y haga cosas. Ayer, como un acto simbólico, el paro logró una cosa. Duque tiene un programa de televisión de 6 a 7 de la noche y dura dos horas preparándolo. Un presidente le dedica tres horas a un programa de televisión que no tiene rating. Ayer lo canceló debido al paro, pero hoy seguramente volverá. Así de alejado de la realidad está el presidente.
—¿De qué actores políticos debería rodearse? El expresidente Juan Manuel Santos le ofreció su apoyo como mediador…
Yo creo que todos los partidos se le van a pegar. Ahí a Duque le sirve todo, pero, en realidad, lo que a él se le está pidiendo es que haya liderazgo de su parte. Él no necesita partidos políticos porque todos lo apoyarían, acá lo apoyan todos los medios y los partidos realmente, lo que pasa es que él no toma decisiones, en estos días no ha propuesto nada.
—¿Qué es lo que más se le critica a Duque?
Su falta de acción y de liderazgo, su falta de presencia. Vive escondido en el territorio y nunca dice nada y nunca cumple nada. Dice que va a hacer de todo, pero no lo hace. Con Uribe y Santos al menos uno sabía qué pasaba, pero con Duque uno no sabe nada.
—¿Cuál es el papel de Uribe en esta crisis?
Ha asumido un papel guerrerista, él pide que los policías disparen, viene con el discurso viejo. Él no tiene otro discurso que no sea el de la guerra, para él es lo único que funciona.
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