Decenas de jaladores ofrecen a viva voz sus servicios en la Plaza de Santo Domingo. Ellos se dedican a hacer tarjetas de presentación e invitaciones para fiestas de 15 años. También imprimen tesis y certificados escolares.
—¿Qué buscan? —nos pregunta uno de los hombres.
—¿Cuánto cuesta una certificación de estudios?
—¿De qué? ¿Secundaria, bachillerato o licenciatura?
Preguntamos lo mismo por aquí y por allá, a varios jaladores o enganchadores. El costo varía. Entre más lejos de la plazuela virreinal —ubicada a tres cuadras de la Catedral— es más barato.
Andamos un poco, y a unos metros del Nacional Monte de Piedad un joven enganchador confiesa: “Hay todo tipo de precios. Allá —en referencia a los portales— son caros porque siempre hay policía, acá nosotros nos arreglamos. La entrega la hacemos en un despacho que está cerca, no entregamos en vía pública. No falta quien ‘ponga’ a la gente, dan pitazos y agarran al cliente”.
Una cédula profesional puede adquirirse en 900 pesos, no importa la carrera ni la universidad. El título tiene un precio similar. La oferta se diversifica en paquetes: tira de materias, certificado de estudios, título y cédula por 3 mil 500 pesos. Estos mismos documentos, pero en el corazón del área de imprentas, alcanzan los 6 mil pesos o más.
Los portales albergan varios talleres. En un espacio abierto del viejo inmueble se lee: “Se prohíbe utilizar este patio para negociar documentos oficiales falsos. Se consignará a las autoridades correspondientes a quienes los ofrezcan o soliciten”. Es letra muerta.
Justo ahí suele detallarse qué documento conviene al cliente. Los impresores recomiendan no usarlos cuando se busca trabajo en oficinas de gobierno, porque “ahí verifican que sea bueno”. Es más flexible en empresas pequeñas, “pasa rápido, sin tanta traba”, confiesa un impresor de unos 60 años de edad.
Más de la mitad de su vida la ha dedicado a este trabajo: “Diario vienen a preguntar. Aquí damos calidad, queda bien”. Mientras especifica cuánto tiempo demora la elaboración del trabajo, voltea insistente al portón. Se percata de que el jalador siga ahí, que vigile y evite cualquier llegada inoportuna.
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