(AFP). La presidencia no está en juego, pero Venezuela bulle como si así fuera: el domingo celebra unas elecciones legislativas en las que, ante el hastío por la crisis económica, la oposición luce favorita para ganar la mayoría, por primera vez en 16 años de gobierno chavista.
La apuesta es grande. El presidente Nicolás Maduro promete ganar "¡como sea!" para "radicalizar" la revolución socialista que le legó Hugo Chávez, mientras la coalición opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD) promete que el 6 de diciembre comenzará el "cambio".
Bajo esas dos ofertas extremas, 19,5 millones de venezolanos están llamados a las urnas para elegir por un periodo de cinco años 167 diputados de la Asamblea Nacional, que controla el oficialismo con un centenar de escaños.
Al cerrar la campaña ante miles de seguidores, Maduro anunció que el domingo el chavismo "dará la sorpresa". "Esta es una decisión entre dos modelos (...). Le pido al pueblo la mayor lealtad al legado de Hugo Chávez", manifestó.
Aunque en un régimen presidencialista, estos cruciales comicios abren múltiples escenarios: desde una profundización del modelo económico centralizado hasta un cambio en la dinámica política que ha regido al país desde que Chávez llegó al poder en 1999.
"Maduro no está desahuciado. Habrá un nuevo mapa político, un balance del poder. Si la oposición gana y es inteligente, negociará para lograr cambios, pero si se imponen los radicales que quieren sacar al presidente, habrá perdido una oportunidad de oro", afirmó a AFP el analista Luis Vicente León, presidente de Datanálisis.
Más allá del cálculo político, la elección despierta en los venezolanos enorme expectativa porque toca sus angustias cotidianas: "¡Chama! La comida y la inseguridad, esto está embromado (complicado)", dice Rosa Falcón, una septuagenaria que camina en una calle del barrio Lídice, oeste de Caracas, con un paquete de harina de maíz para las arepas.
COLAS Y MALANDROS
Desde su llegada a la presidencia en abril de 2013, un mes después de la muerte de Chávez, Maduro ha visto caer su popularidad hasta 22%, golpeado por una severa crisis económica.
En su venta de jugos y empanadas, en el populoso barrio Petare, este caraqueño, Zenaida Rodríguez, de 65 años, dice estar por cerrar su local: "No me deja ganancia. Todo está demasiado caro y tengo que hacer horas de cola para comprar una botella de aceite".
Frente al desabastecimiento, el gobierno, que atribuye la crisis a una "guerra económica" de empresarios de derecha, dispuso vender los productos básicos a precios subsidiados -fijados a tasa oficial de 6,3 bolívares por dólar-, pero sólo dos días a la semana, con cédula y huella digital. Las filas en los mercados son inmensas.
Pero muchos alimentos no se encuentran y hay que recurrir al mercado paralelo, donde los precios se disparan y el dólar se cotiza a 900 bolívares. Para quien gana el salario mínimo de 9.600 bolívares la vida se le hace muy difícil.
En la puerta de su gallera en Petare, donde dice ganar más peleando gallos que con su oficio de contador, Robinson Fontalvo, de 43 años, se queja de la inseguridad: "Los malandros (criminales) han tratado de extorsionarme. Aquí en la esquina, mataron a un señor".
Zonas de Caracas parecen bajo toque de queda. El temor a asaltos y secuestros deja las calles desoladas apenas cae la noche. Venezuela es -después de Honduras- el segundo país con mayor tasa de homicidios del mundo, según la ONU.
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— Mundo El Comercio (@Mundo_ECpe) diciembre 5, 2015
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