Un músico camina en el Panteón Municipal de Chalco, en el Estado de México. (EFE/José Méndez).
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Redacción EC

México. [EFE]. cumple este 28 de agosto seis meses de la confirmación del primer caso de en el país pero este largo periodo no permite divisar todavía un horizonte claro de la evolución de esta epidemia que, más allá de las cifras, acumula decenas de miles de adioses.

Uno de los nombres de los 62.594 fallecidos oficiales es el de Rodolfo Pardo, quien se fue a los 81 años dejando una de las tantísimas historias que ilustran el paso de la COVID-19 por México.

Su nieta Flor cuenta a Efe que cuando enfermó el 14 de mayo, la familia dudó si llevarlo a un hospital público por miedo a la “saturación” y a la falta de equipo en los centros médicos, pero finalmente lo internaron.

Estuvo 18 días en un hospital de la capital mexicana, buena parte de ellos intubado y, como todos los enfermos, sin poder recibir visitas. Al principio les informaban los médicos por teléfono pero luego solo recibían por Whatsapp “reportes contradictorios” de su salud.

“Es muy desgastante a nivel emocional y la distancia no ayuda porque tu familiar está enfermo en un hospital pero tú no puedes hacer nada y lo poco que puedes hacer es desde casa”, explica.

A su abuelo “lo dieron de alta muy temprano y le quitaron el apoyo de ventilación mecánica”. Parecía una buena noticia pero lo mandaron a casa con un tanque de oxígeno y “un desgaste impresionante”.

Dos días después, el virus se llevó al amado abuelo que “nos vio crecer, nos compraba dulces y nos consentía”, dice con la voz quebrada.

Una epidemia larga

El 28 de febrero, cuando medio mundo ya padecía los estragos de la pandemia, el Gobierno mexicano anunció el primer caso de COVID en el país.

Tenemos ya un caso confirmado de coronavirus, este consideraríamos que es el caso índice”, dijo en la tradicional conferencia matutina un casi desconocido Hugo López-Gatell, subsecretario de Salud y hoy el rostro más visible de la estrategia contra el coronavirus.

Era un hombre italiano de 35 años residente en Ciudad de México, quien viajó a su país del 14 al 22 de febrero y presentó síntomas leves.

En un principio con cuentagotas y luego a un ritmo mucho más acuciado, el número de casos y fallecidos fue al alza.

El primer muerto oficial se dio a conocer el 18 de marzo, un hombre con obesidad y diabetes. Dos comorbilidades comunes en México que, según las autoridades, han disparado las cifras de muertos.

Cuando se cumplían dos meses de pandemia, el país sumaba más de 1.500 muertos, una cifra que creció hasta casi 27.000 muertos a finales de junio y que hoy sobrepasa los 62.500 fallecidos.

 Vecinos de San José Zacatepec realizan sus labores cotidianas en la Ciudad de México. (EFE/Sáshenka Gutiérrez).
Vecinos de San José Zacatepec realizan sus labores cotidianas en la Ciudad de México. (EFE/Sáshenka Gutiérrez).
/ Sáshenka Gutiérrez

“Debemos estar preparados para una epidemia larga”, ha dicho Hugo López-Gatell en infinidad de ocasiones.

No obstante, esta repetida afirmación ha chocado también con unos pronósticos iniciales que, a día de hoy, parecen optimistas e incluso ingenuos.

A finales de abril, López-Gatell estimó para Efe entre 6.000 y 8.000 muertos, y a mediados de junio consideró que, si se mantenía controlada la movilidad pública, no pasaría de 30.000.

“Era evidente que el número de muertos iba a ser mucho mayor si tan solo nos comparábamos con lo que estaba pasando en ese momento en Europa”, dijo a Efe Alejandro Macías, responsable de gestionar la epidemia de influenza en 2009.

Con estos datos, México es el tercer país del mundo por muertos en números absolutos, solo por detrás de Estados Unidos y Brasil.

Aun con ello, “desde la semana 29 tenemos un descenso en el número de casos registrados”, dijo López-Gatell este 25 de agosto, en sintonía con el mensaje presidencial de que la pandemia va “cediendo” y “a la baja”, que muchos han puesto en entredicho.

Entre cubrebocas y pruebas

El coronavirus ha cosechado un sinfín de polémicas en México.

Parte de ellas alimentadas por el propio presidente y su comitiva, enfrascada en una guerra dialectal con sus “adversarios” y parte de la prensa desde que llegó al poder en diciembre de 2018.

Aunque la estrategia contra la pandemia está en mano de “técnicos”, el omnipresente Andrés Manuel López Obrador ha sido blanco de críticas por expresiones poco afortunadas.

Desde afirmar que la crisis le viene “como anillo al dedo” para la transformación que propugna hasta, en el principio de la pandemia, repartir besos y abrazos de gira por el país, cuando medio mundo ya estaba confinado.

El mandatario fue “desafortunado” pero podría haber partido de la “buena intención” de no querer “alarmar a la gente”, dijo Macías.

El uso de mascarilla, gran objeto de debate, ha colocado al presidente en sintonía con el mandatario estadounidense, Donald Trump, y de Brasil, Jair Bolsonaro, reticentes a usarla.

El 31 de julio bromeó: “Me voy a poner un tapabocas saben cuándo, cuando no haya corrupción”. Aunque posteriormente remarcó que, si sus especialistas le aconsejaban usarla, lo haría sin falta.

AMLO sostuvo que sus estampillas ayudarían a salvarlo del coronavirus. (AFP).
AMLO sostuvo que sus estampillas ayudarían a salvarlo del coronavirus. (AFP).
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Para el doctor Macías, en línea con otras eminencias como el premio nobel Mario Molina, la adopción de la mascarilla fue “tardía” y llegó a “politizarse” su uso.

Muchos expertos también han expresado preocupación por decisiones gubernamentales que parecieran ir a contracorriente.

Especialmente por la falta de pruebas, siendo el país de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) que menos test aplica con cerca de 1,3 millones de personas estudiadas, de un universo de 130 millones de habitantes.

“Es un hecho que somos el país de la OCDE que hace la menor cantidad de pruebas por habitante, nunca hemos dicho lo contrario, pero hemos explicado una y otra vez cómo funciona la vigilancia epidemiológica en México, se defendió este lunes López-Gatell.

El país ocupa hoy el octavo lugar por casos confirmados, detrás de Estados Unidos, Brasil, India, Rusia, Sudáfrica, Perú y Colombia.

La diplomacia de la vacuna

México ha dispuesto a todo su equipo diplomático para evitar que el país se quede atrás en el acceso a una futura vacuna.

López Obrador participó en marzo por primera vez en una reunión virtual del G20 para pedir que ningún país acaparara la vacuna y su canciller, Marcelo Ebrard, ha intensificado los contactos con las principales investigaciones internacionales.

“La posición de México ha sido apropiada, de liderazgo”, opinó Macías, quien celebró que “el fenómeno antivacunas es muy poco común” en el país.

Este liderazgo se traduce en el acuerdo que México y Argentina cerraron con la Fundación Carlos Slim para producir y distribuir en Latinoamérica la vacuna de la Universidad de Oxford y la farmacéutica AstraZeneca, que podría probarse a finales de año.

Además, en territorio mexicano se llevará a cabo pruebas en humanos de la vacuna francesa de Sanofi-Pasteur y la rusa Sputnik V, así como estudios clínicos de la italiana del Instituto Lazzaro Spallanzani.

Pero Macías también destacó que el Gobierno mexicano “está apostando” por proyectos de cuatro vacunas nacionales en fases iniciales.

No obstante, la efectividad de las vacunas es todavía tan incierta como la forma en qué se distribuirán y cuándo llegarán finalmente a la población.

La única certeza es que la pandemia sigue alargándose dejando a su paso historias como la de Rodrigo y tantos otros que hoy descansan en los panteones de este país.

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Donald Trump siembra el miedo ante una victoria de Joe Biden al aceptar su candidatura. (EFE).
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