Es una organización peculiar que ha pasado desapercibida en la guerra contra las drogas en México que empezó en 2007.
Se llama “El Seguimiento 39” y según el Departamento de Justicia de Estados Unidos es una de las organizaciones más sofisticadas y peligrosas del país.
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Algunos lo llaman “el cártel de cárteles” porque durante varios años logró hacer negocios con grupos rivales entre sí, y cuyo enfrentamiento causó la muerte a más de 200.000 personas según datos oficiales.
Pero otros lo conocen más como una eficiente organización, que lo mismo trasladaba cocaína de Sudamérica que conseguía armas, brindaba seguridad a cargamentos de droga o establecía redes de lavado de dinero para distintos grupos.
Era un grupo desconocido en México. La primera información pública de su existencia apareció a mediados de enero pasado en el proceso que se sigue en Estados Unidos contra Iván Reyes Arzate, excomandante de la Policía Federal.
Algunos indicios aparecieron también en el proceso contra Joaquín Guzmán Loera, "El Chapo", sentenciado a cadena perpetua.
Reyes Arzate es acusado de proteger y filtrar información de la agencia antidrogas estadounidense, la DEA, a organizaciones como “El Seguimiento 39”.
Especialistas como Alberto Islas, director de la consultora en seguridad Risk-Evaluation, dicen que los miembros de “Seguimiento 39” tienen un papel singular en medio de la violenta guerra de cárteles.
“Son como facilitadores, una especie de brockers para varios cárteles” explica a BBC Mundo. “Ofrecen servicios como lavado de dinero, compra de armas y municiones, transportan gente o falsifican documentos”.
De acuerdo con el Departamento de Justicia, “El Seguimiento 39” fue creado por un veterano del cuerpo de Infantes de Marina de su país.
Se trata de Ángel Domínguez Ramírez, quien actualmente enfrenta en una cárcel mexicana un proceso de extradición.
BBC Mundo solicitó a la Fiscalía General de la República (FGR) información sobre el caso, pero no hubo respuesta.
Veterano de guerra
Ángel Domínguez Ramírez cuenta con la nacionalidad mexicana y estadounidense, lo que le permitió formar parte del Cuerpo de Infantes de Marina de ese país.
Fue herido en combate y por eso cojea al caminar, según la acusación de la Fiscalía de Estados Unidos ante la Corte de San Diego.
El exmarino regresó a México y se instaló en Nuevo Laredo, en la frontera de Tamaulipas con Texas.
Allí fue reclutado por el grupo de Los Zetas, que en ese entonces todavía formaba parte del Cártel del Golfo.
En esa organización se le conocía como Z-39. Las autoridades estadounidenses creen que es una de las razones por las que su cártel adoptó ese número como parte de su nombre.
De acuerdo con Alberto Islas, el capo colaboraba estrechamente con Jorge Eduardo Costilla Sánchez, “El Coss”, quien fue uno de los últimos líderes de la organización del Golfo, que para mediados de esa década enfrentaba una guerra interna con Los Zetas.
“El Coss” fue detenido en 2012. Domínguez Ramírez y su grupo se instalaron en Monterrey, Nuevo León, en el noreste de México.
Empresarios
En esa ciudad nació el cártel. “Empiezan a dar servicios a otras organizaciones, traen armas de Estados Unidos, consiguen transporte para el tráfico” de drogas, cuenta Alberto Islas.
También creó empresas de seguridad privada y otros negocios para lavar dinero.
Por el entrenamiento militar de Z-39 en Estados Unidos, el cártel también establece grupos especiales para custodiar cargamentos de droga.
Una parte de los embarques eran de otros grupos, pero también contaba con los propios.
La Fiscalía General estadounidense define al grupo como “una sofisticada organización de tráfico con una amplia red de distribución de cocaína desde Colombia a Estados Unidos”.
El cártel compraba cocaína en países de Sudamérica y América Central. Los cargamentos eran enviados a México en botes de alta velocidad o en aeronaves, y de allí embarcados a Estados Unidos.
Desde territorio mexicano la droga "se movía por la red (del grupo) a través de los puertos de entrada en California o Texas, y de allí a distintas ciudades de Estados Unidos", explica la Fiscalía.
En la corte de San Diego la Fiscalía estadounidense presentó una acusación contra Z-39.
Es el caso 16CR1996-WQH donde además del exmarino otras 40 personas son acusadas de conspiración para traficar marihuana, cocaína y lavar dinero.
Alianza impensable
Pero ésta es una parte de la historia. Según el Departamento de Justicia “El Seguimiento 39” estableció alianzas con grupos como el Cártel de Sinaloa, la organización de los hermanos Beltrán Leyva, el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), Los Zetas y el Cártel del Golfo.
Se trata de grupos enemigos entre sí, e inclusive desde 2010 protagonizan una cruenta disputa por controlar las rutas y el mercado de narcotráfico.
Es, de hecho, uno de los elementos centrales en la violencia desatada por la guerra contra el narcotráfico.
Como resultado de esa alianza, señala el Departamento de Justicia, la organización movió grandes cantidades propias de marihuana y cocaína a Estados Unidos.
Al mismo tiempo “líderes de otros cárteles y organizaciones de tráfico confiaron en el grupo para mover ilegalmente drogas” a ese país.
Según el Departamento de Justicia, para cumplir la tarea tuvo el apoyo de jefes policíacos como Reyes Arzate, uno de los principales miembros en el equipo del exsecretario de Seguridad Genaro García Luna.
El exfuncionario, el principal colaborador del expresidente Felipe Calderón, está detenido en Nueva York acusado de narcotráfico.
Reyes Arzate era el enlace de la Policía Federal con la DEA, pero según el gobierno estadounidense utilizó el cargo para alertar a Z-39 también sobre operaciones contra su grupo.
Gracias a ello “el cártel obtuvo, entre otras cosas, pasaje seguro para sus cargamentos” así como “información sensitiva” de la agencia sobre organizaciones rivales.
Nuevos tiempos
La historia de “El Seguimiento 39” revela una nueva forma de operación de los cárteles mexicanos de narcotráfico, señalan especialistas.
En los últimos años los grandes grupos dejaron de contar con una estructura homogénea y vertical, es decir con un solo liderazgo, para dividir responsabilidades y con ello bajar los riesgos.
Así, varias organizaciones como Sinaloa o Jalisco Nueva Generación suelen encargar parte de sus operaciones a otros grupos.
Lo hacen por ejemplo para comprar armas y municiones, una tarea donde la experiencia de Domínguez Ramírez fue útil.
La nueva operación de los cárteles permitió la existencia de grupos como “El Seguimiento 39”, pero también de otros dedicados a tareas específicas como reclutamiento de sicarios o lavar dinero.
Por eso el cártel logró entablar negocios con organizaciones enemigas entre sí recuerda Alberto Islas.
“Entre esos grupos saben que si no se cumplen las tareas la sanción no es un despido sino la muerte” explica. “Por eso se dieron a conocer. A ese cártel le ayudó su reputación”.