Un hombre y una mujer judíos ultraortodoxos caminan en un parque público en el centro de Jerusalén. (AFP/MENAHEM KAHANA).
Un hombre y una mujer judíos ultraortodoxos caminan en un parque público en el centro de Jerusalén. (AFP/MENAHEM KAHANA).
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Agencia AFP

”Terraza con vistas sobre Jerusalén. Lleve ropa de abrigo. ¡Las bebidas son gratis! ¡Lugar ideal también para pedidas de mano!”, reza un anuncio publicado en una aplicación para encuentros de judíos ortodoxos que, antes del , habría parecido extraño.

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Pero con la pandemia y el cierre de los lugares donde se citaban habitualmente, la hospitalidad de particulares dispuestos a prestarles su terraza, patio o jardín se convirtió en una de las únicas formas de encontrar a su media naranja.

La ley religiosa judía (halajá), que proscribe las relaciones sexuales fuera del matrimonio, prohíbe que un hombre y una mujer solteros acaben solos en una habitación o tengan contacto físico.

Entre los judíos ultraortodoxos, los encuentros prematrimoniales están muy codificados y un intermediario suele facilitar el contacto entre los posibles cónyuges.

Las citas se celebran en la mayoría de ocasiones en cafés y salones de hoteles, donde es posible hablar tranquilamente pero a la vista de todos.

Una pareja de judíos ultraortodoxos caminan en un parque público en el centro de Jerusalén, Israel. (AFP/MENAHEM KAHANA).
Una pareja de judíos ultraortodoxos caminan en un parque público en el centro de Jerusalén, Israel. (AFP/MENAHEM KAHANA).
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Bancos públicos

Con la pandemia, que ha dejado más de 4.800 muertos en Israel, estos lugares escasean a medida que aumentan las medidas de confinamiento.

En Jerusalén, a lo largo de la antigua línea de ferrocarril convertida en paseo y en los jardines públicos, los bancos se llenan, en los soleados días de invierno, de estas parejas fácilmente reconocibles.

Las jóvenes mujeres, con faldas y mangas largas, y los hombres jóvenes, con kipá, se enfrascan en largas conversaciones a voz baja y a una distancia respetable.

Pero algunos días, hace mucho frío para sentarse en los bancos públicos, explica Naama Avidan, una judía de 40 años y madre de cinco hijos, que acoge en su casa varias veces a la semana a parejas para púdicas citas amorosas.

Un hombre y una mujer judíos ultraortodoxos hablan mientras están sentados en una mesa de un parque público en el centro de Jerusalén. (AFP/MENAHEM KAHANA).
Un hombre y una mujer judíos ultraortodoxos hablan mientras están sentados en una mesa de un parque público en el centro de Jerusalén. (AFP/MENAHEM KAHANA).
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“Con el corona, no tienen realmente ningún otro sitio al que ir. Hace frío para estar en la calle, sobre todo en Jerusalén”, explica en su modesto apartamento situado en una planta baja.

Ese día, un hombre y una mujer llegan uno tras otro por una pequeña entrada que conduce desde el patio trasero a una habitación adyacente al apartamento.

Las celosías de la puerta de cristal que los separa del salón están medio bajadas. El marido de Naama, Amiel, sirve rápidamente un té a los invitados, que desean permanecer en el anonimato.

“Vienen pese a las dificultades vinculadas a las restricciones de desplazamiento, ya que la boda no es algo que se pueda retrasar mucho”, señala Amiel Avidan.

Según cifras del ministerio de Asuntos Religiosos, el número de matrimonios descendió más de un 10% en 2020 en el país respecto al año anterior.

Esta situación es muy preocupante para los judíos practicantes, para quienes el matrimonio y la fundación de una familia es un imperativo religioso.

“Hay menos bodas, menos encuentros. (...) Sin embargo, casarse es muy importante. Queríamos intentar hacer lo posible para que las citas siguieran adelante”, explica Naama.

Los futuros cónyuges potenciales generalmente están conectados a través de un intermediario y acuerdan una reunión en lugar que ofrece suficiente privacidad para una conversación personal pero que está completamente a la vista del público. (AFP/MENAHEM KAHANA).
Los futuros cónyuges potenciales generalmente están conectados a través de un intermediario y acuerdan una reunión en lugar que ofrece suficiente privacidad para una conversación personal pero que está completamente a la vista del público. (AFP/MENAHEM KAHANA).
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Carrera de obstáculos

Naama y Amiel acogen gratuitamente a extraños en su casa. Según la tradición judía, unir a un hombre y a una mujer que luego se casan es una ‘mitzvá’, un mandamiento, que contribuye a asegurarse un lugar en el paraíso.

Aunque la aplicación que recoge a las personas dispuestas a recibir parejas está destinada sobre todo a los judíos ortodoxos, más abiertos al mundo moderno que los ultraortodoxos, Naama precisa que algunos solteros jaredíes también contactaron con ella.

Como los Avidan, 250 familias se inscribieron en esta aplicación, indica su diseñador, Tzuriel Gabizon.

Este padre de familia la lanzó en junio en el marco de un proyecto más amplio, que también incluye talleres y videoconferencias para ayudar a los solteros creyentes a encontrar su alma gemela durante la pandemia.

“Me casé hace seis años después de conocer a 252 mujeres jóvenes”, una dura prueba querida por “Dios”, explica Gabizon, para quien fue esta “carrera de obstáculos” la que le motivó a lanzar su “Proyecto 252”.

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