El hoy presidente encargado de Venezuela, Juan Guaidó, junto a Marcy Escalona, su primera maestra cuando tenía 5 años. (Foto: Archivo personal)
El hoy presidente encargado de Venezuela, Juan Guaidó, junto a Marcy Escalona, su primera maestra cuando tenía 5 años. (Foto: Archivo personal)
Redacción EC

Por Mirelis Morales Tovar

Su abuela Rosita lo decretó hace 35 años: “Y pensar que cuando seas presidente de este país, no me vas a dejar echarte crema”, decía mientras bañaba a su único nieto varón cuando apenas era un recién nacido. Aquellas palabras vienen a la memoria de Norka Márquez y le resuenan ahora más que nunca como un presagio del futuro que le deparaba a su hijo .

“Ella lo quería ver grande. Era su adoración”, comenta a El Comercio. Se preveía que ese niño, que surgió de la unión de un piloto comercial y una maestra, naciera en agosto de 1983. Pero las complicaciones de una preeclampsia adelantaron los planes. Los supersticiosos hubiesen querido que fuera el 24 de julio. El mismo día del natalicio de Simón Bolívar. Pero finalmente llegaría el 28 de julio a las 10:45 a.m. El día del cumpleaños de Hugo Chávez Frías.






Su nombre lo liga a sus antepasados. Juan, en honor a su abuelo materno, capitán de navío. Gerardo, por mero gusto de su mamá. Y Antonio, en recuerdo de su abuelo paterno, sargento de la Guardia Nacional, a quien nunca conoció porque murió cuando Willmer Guaidó Vidarte tenía 13 años.

–“Todo está en el cerebro”–

Juan nació en La Guaira, estado Vargas, a unos 45 minutos de Caracas. Un lugar que huele a salitre y tiene clima húmedo. Se crio en Palmar Este, en una casita que llevaba por nombre Rosita, como su abuela materna. Allí creció con su hermano Gustavo, con quien siempre ha mantenido una relación estrecha. “Ellos han sido los dos juntos para todo”, afirma su padre Willmer, desde España, adonde emigró en el 2003.

Su infancia transcurrió en la tercera calle de Los Corales, en una pequeña casa construida durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez (1952-1958) donde funcionaba su escuela. Marcy Escalona fue su primera maestra, cuando Juan tenía apenas 5 años: “Su carita era muy parecida a la de ahora. Le encantaban las actividades al aire libre. Era muy educado. Nosotras éramos sus guías, no sus profesoras, pero ellos nos decían tías”, cuenta al Diario.

El Instituto Los Corales fue su espacio. “Más de una vez sus maestros se quejaron porque Juan no llevaba cuaderno y cuando le reclamaban me explicaba: “‘Mamá, todo lo tengo aquí, en mi cerebro’”, recuerda Norka. No era un estudiante sobresaliente, pero sí destacaba por su inteligencia, sus destrezas en el baile y su alma de deportista.

Pertenecía al equipo de vóley. Le gustaba jugar “chapita” (béisbol pero con chapas de refresco) y, como buen guaireño, siempre ha sido fanático de Los Tiburones de La Guaira, un equipo de béisbol que no gana un título desde 1986.

Cuando estaba a un paso de graduarse de bachiller, el deslave de Vargas destruyó parte de su colegio, se llevó sus referentes y sepultó a muchos conocidos. Era diciembre de 1999. “Salimos a tiempo, porque un vecino nos avisó. El agua venía detrás de nosotros”, recuerda Norka. “Nuestra casa quedó como en una isla. Logramos salir en helicóptero. Fueron momentos de angustia. Y mi hijo era quien decía: ‘Aquí nadie se va a morir’”.

“Lo que ocurrió le cambió la vida”, cuenta su maestra Marcy. “Tuvo que irse a vivir a Caracas y dejarlo todo. Eso lo afectó. Por eso, siempre hablábamos del sueño de reconstruir Vargas. Allí todos nos conocíamos. Teníamos calidad de vida. Después del deslave, Vargas nunca fue lo mismo”.

—Un líder nato—

Tras terminar el bachillerato, Juan quiso estudiar aviación y ser militar como su abuelo, pero no pudo ingresar a las Fuerzas Armadas por un problema respiratorio. Pensó en Ingeniería Aeronáutica, pero se decantó por la Ingeniería Industrial en la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB).

“Juan era un estudiante que pocas veces hablaba”, cuenta Joao de Gouveia, director de la Escuela de Ingeniería Industrial y quien fuera su profesor de Informática. “Siempre daba la sensación de que te estaba evaluando. Pero cuando intervenía, era poco probable que cambiara de opinión. Terminó su carrera en cinco años, lo cual no es común. Era un líder nato”.

Allí vivió la efervescencia del movimiento estudiantil del 2007. Hugo Chávez no le renovó la concesión a Radio Caracas Televisión por su supuesta participación en el golpe de Estado del 2002. Los estudiantes salieron a la calle y su papel fue determinante en el rechazo del referéndum del 2007, en el que Chávez consultaba por la reelección indefinida.

Guaidó tuvo un rol activo. Venía de formarse en una de las promociones de la Cátedra de Honor, un programa de liderazgo dirigido por el profesor Arturo Serrano. "Una de las cosas que transmitimos era que un líder no es un superhéroe, sino un ser humano normal, que conoce sus retos y los enfrenta", afirma. Serrano. "Juan fue fiel a esta idea y nunca lo vi con una actitud que no fuese la de compañero. Creo que es evidente que no ha tenido miedo en asumir con firmeza el reto que la historia le ha presentado", continúa.

Su nombre empezó a resonar desde finales del año pasado como única opción para presidir la Asamblea Nacional, tras el desmembramiento de la directiva de Voluntad Popular. Hoy, ese chico flaco, que peca de desordenado y a veces de testarudo, encarna los deseos mesiánicos de un país que aspira a salir de una dictadura.

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