Ha vuelto. Para recordarnos que los autócratas germinan en las crisis. Antauro Humala reapareció en una entrevista en la que desglosó su biografía en líneas generales, reivindicó el ‘andahuaylazo’ y defendió una vez más su doctrina etnocacerista. Podría ser un caudillo más, pero la diferencia no solo radica en el contenido, sino en las formas.
No estamos frente a un típico candidato al Congreso que promete reinstaurar la pena de muerte y luego balbucea cuando se le exige explicaciones. Vemos a un personaje que promete fusilar a los expresidentes involucrados en Lava Jato y lo justifica bajo el argumento de que “es traición a la patria”.
Humala aparenta disponer de una respuesta para cualquier incógnita, por más absurda que sea. En ningún momento menciona que la pena de muerte se limita a tiempos de guerra, pero ¿quién va a recordarle ese artículo de la Constitución en pleno mitin? Nadie. Muchos se verán seducidos por esta prédica atractiva de incendiar la pradera sin brindar explicaciones; de volver al militarismo primigenio; de disparar primero y preguntar después.
El aspirante a revolucionario glorifica al general Velasco, no se ruboriza al minimizar a la comunidad LGBT, amenaza con ir a la guerra por Arica y Tarapacá y con estatizar los sectores productivos bajo un tufo nacionalista. Hay una cuestión de fondo: son los viejos prejuicios de la sociedad peruana. En una reunión social, nunca falta quien vocifera su desprecio hacia las minorías, los extranjeros o la propiedad privada. Son discursos que afloran más en épocas de crisis donde se buscan chivos expiatorios y soluciones radicales.
¿Por qué hablamos de etnocacerismo? Si bien el mariscal Cáceres reivindicó a los indígenas durante la resistencia a la ocupación chilena, esta no fue su encarnación final. Recordemos que sobrevivió a la guerra, se volvió presidente, ordenó dos asesinatos políticos y firmó el polémico contrato Grace. Sí: Cáceres también fue tan “presidelincuente” como autócrata. ¿Qué podemos esperar de su sucesor putativo? Solo sabemos que ha vuelto. Para recordarnos que el tiempo perdido no pasa en vano. Ojalá no sea demasiado tarde.