Administradores y líderes, por Marco Velarde
Administradores y líderes, por Marco Velarde
Marco Velarde

La diferencia entre administrar y liderar, según , de la Escuela de Negocios de Harvard, es que los administradores lidian con las complejidades dentro de las organizaciones, mientras que los líderes trabajan por el cambio. Las dos capacidades son necesarias, pero tienen diferentes funciones y características. Ninguna es mejor, ya que su efectividad depende del objetivo. Esto hace pensar si en las últimas contiendas presidenciales hemos elegido mayoritariamente administradores o líderes (los primeros buscan hacer funcionar la complejidad de la máquina estatal bajo un marco establecido y los segundos, lidiar con el cambio del país a partir de una visión). 

Mientras los administradores crean planes de implementación, los líderes ayudan a llegar a una visión específica. Si resumimos los primeros mensajes al Congreso de los últimos presidentes, encontramos que el primer gobierno de Alan García propuso una “revolución democrática”. planteaba un régimen de “honradez, tecnología y trabajo”. aseguraba dar una “lucha frontal contra la pobreza”. En su segundo mandato, García propuso “crecer democráticamente, con igualdad y justicia, y con fe en sus autoridades”. Por su parte, el presidente Ollanta Humala buscó la “gran transformación”, que, a pesar de ganar el voto popular, se vio ceñida por algunos a un “crecimiento con inclusión”. 

Ciertos presidentes tuvieron más imaginación que otros, pero no estoy seguro de si nos hicieron soñar con lo que queremos ser. Esto tampoco se escucha en la contienda electoral actual. ¿Acaso la mayoría de países no quisieran “salir de la crisis”, ser “más democráticos”, “menos pobres”, “más inclusivos” o “más desarrollados”? 

En el caso de políticas públicas, la fórmula del éxito no se trata de quién hace más carreteras, puentes o ejecuta más programas sociales. Tampoco sobre quién crece más, logra una mayor reducción de la pobreza o genera mayor inclusión. El éxito radica en elegir e implementar proyectos para llegar a metas intermedias y que armoniosamente generen el cambio hacia la visión propuesta por el líder. Sin embargo, nuestra conversación sigue siendo la primera parte de esta cadena. 

Como menciona Kotter, hacer las cosas 5% mejor no necesariamente es la fórmula del éxito. A diferencia de la década de 1980, estos últimos años confirman que el Perú ha aprendido a administrar las finanzas del Estado, creciendo, y reduciendo la pobreza y desigualdad. Pero aún no sabemos qué queremos ser. Hoy el debate electoral lo confirma y solo se enfoca en productos. Esto limita la estructura, efectividad y altura del debate nacional. Pocos se opondrían a “hacer obras” o “crecer”, pero esta no es –o no debería ser– la visión de un líder. 

Si bien durante la última década el superciclo de los commodities pasó con gran ayuda de los administradores, los vientos de cola se disiparon y lo que no hicimos entonces tendremos que hacer mañana en condiciones más difíciles. Con eso en mente, el Perú necesita ser más estratégico para ser más efectivo, eligiendo los productos y metas intermedias en función a una visión de cambio. 

En seis meses nos tocará elegir al presidente para los próximos cinco años. ¿Qué buscaremos, administradores o líderes? ¿Necesitamos a alguien que ordene la complejidad o genere un cambio?