Copago
Copago
Enrique Castellanos

Las en el Perú son un problema complicado, sin solución fácil, ni inmediata. En nuestro país, las pensiones seguirán siendo de subsistencia porque somos una sociedad en vías de desarrollo que produce poco, gana poco y, por lo tanto, ahorra poco para su vejez. No es culpa de las , del gobierno o de los “capitales imperialistas”. Es culpa de nosotros los peruanos que en 200 años fuimos incapaces de articular una sociedad económicamente solvente, con justicia social y respeto por la ley y las instituciones. Como en el fútbol, que no vayamos hace más de 35 años al Mundial no es culpa de Gareca, de la FIFA, de Burga o de Pizarro. No clasificamos porque somos malos y punto.

Pero algo hay que hacer y, en esa línea, hace unos días se planteó la idea del sistema de copago individuo-Estado. Bajo este esquema, el Estado abona un sol (o un monto proporcional por definir) por cada sol que el afiliado aporte a su fondo. La propuesta es interesante pero no ataca las bases del problema pensionario. Peor aun, resultaría regresiva, pues los principales beneficiados serían las AFP y los empleados con altos ingresos. En neto, estaríamos usando el dinero de todos los peruanos solo para beneficiar al 25% de empleados contratados formalmente y, claro está, este no es el segmento poblacional más necesitado.

Un sistema de copagos, total o parcial, debería ser parte de una segunda ola de reformas, ya que así ayudaría a robustecer el sistema de pensiones. Pero antes, yo propondría otras medidas, estructurales y tácticas, que nos encaminen en la dirección correcta.

Primero, reenfocaría nuestros escasos recursos fiscales en generar una pensión mínima para todos los aportantes. Algo de esto ya se está mencionando: un sistema de copagos progresivo que aplique solo a los que aportan regularmente pero no alcanzan a tener una pensión mínima. Hay muchas variantes para hacer esto. La gran limitante y pregunta es: ¿A cuál santo desvestimos para pagar esto?

Segundo, caminemos hacia la formalización de la economía y del mercado laboral. Los sobrecostos laborales promueven la informalidad. Por lo tanto, insistamos en desarrollar sistemas de contratación más flexibles. Honestamente, no me imagino un político proponiendo esto, pero recuerden que cualquier régimen formal temporal o juvenil (como la satanizada ‘ley pulpín’) es mejor a la informalidad pura (cero beneficios, cero estabilidad) que sufre el 75% de nuestra fuerza laboral.

Tercero, busquemos que las AFP reduzcan sus comisiones haciéndolas competir. Así como los seguros y bancos locales compiten con sus pares internacionales, la SBS podría autorizar a que los peruanos hagan sus aportes en fondos de pensiones internacionales de reconocido prestigio. Las comisiones que pagamos bajarían automáticamente. La cantaleta, esgrimida normalmente por partes interesadas, de que la plata saldría del país y no se usaría para desarrollar nuestro mercado de capitales es un cuento chino.

Cuarto, así suene antipopular, elevemos la edad de jubilación. Los peruanos cada día vivimos más años (la esperanza de vida en el Perú ha subido casi diez años desde la década de 1990) y llegamos con mejor salud a los 65 años. Pocas personas que se jubilan se van contentas a sus casas. La gran mayoría sabe que aún no ha ahorrado lo suficiente para todos los años que le quedan por delante. Estoy seguro de que muchos preferiríamos seguir trabajando y siendo útiles al país.

Para terminar, y siendo brutalmente sincero, nada de lo que alguien proponga cambiará la realidad. Las pensiones seguirán siendo bajas en el Perú por muchos años más. Somos un país pobre y la aritmética es tirana. También es legítimo decir que el sistema de AFP, con todas sus limitaciones, es un buen sistema y debemos preservarlo. Hagamos las correcciones que toca hacer y trabajemos juntos en dejar un mejor país para nuestros hijos. Como dice un proverbio chino: “Todo viaje de mil kilómetros empieza con un solo paso”.