"Tras reconocer todas las aristas mencionadas, desde el Consejo Privado de Competitividad (CPC) revisamos a detalle cada proceso para identificar –bajo un enfoque de resultados– los cuellos de botella que impiden reactivar a plenitud los proyectos en ejecución, así como adjudicar los nuevos".  (Ilustración: Antonio Tarazona / El Comercio)
"Tras reconocer todas las aristas mencionadas, desde el Consejo Privado de Competitividad (CPC) revisamos a detalle cada proceso para identificar –bajo un enfoque de resultados– los cuellos de botella que impiden reactivar a plenitud los proyectos en ejecución, así como adjudicar los nuevos". (Ilustración: Antonio Tarazona / El Comercio)
Camilo  Carrillo

La reducción de ingresos como consecuencia de la inmovilización social de los últimos tres meses, la inefectividad de la Fase 2 para reiniciar obras planificadas y las medidas aprobadas por el Congreso que vulneran contratos vigentes, ponen a prueba a todo el sistema peruano de concesiones (APP). No obstante, este panorama sombrío no es nuevo, pues la realidad es que el modelo de contratación público-privada –que acumula inversiones en infraestructura por más de US$ 27 mil millones en los últimos 20 años– ya sufría una caída sostenida como producto de un proceso engorroso y burocrático, relacionado a la formulación, adjudicación y ejecución de proyectos. Todo esto evidencia que nuestro sistema de inversión privada resulta lento, no define adecuadamente las competencias de cada entidad pública participante y desincentiva la toma de decisión por parte de sus funcionarios. Asimismo, ello ha causado una caída continua de adjudicación de proyectos que pasó de US$ 2.600 millones en promedio al año durante el periodo 2010-2015, a US$ 352 millones en 2019.