La pandemia ha significado un duro golpe también para el mundo de las bibliotecas que han venido lidiando, por un lado, con el cierre de salas de lectura y de servicios presenciales y, por el otro, con la búsqueda de seguir garantizando el acceso a la información y la cultura. En consecuencia, lo virtual ha cobrado una importancia sin precedentes. Han sido varias las bibliotecas que, incluso con poca o nula experiencia previa, han dado el salto hacia los servicios remotos, hacia la programación cultural virtual y hacia un creciente acceso a recursos de información digitales.
En Piura, por ejemplo, la biblioteca municipal Ignacio Escudero promueve un ciclo de lecturas de cuentos infantiles que difunde a través de su página de Facebook. En el Callao, su biblioteca pública municipal difunde la literatura chalaca a través de su programa “La biblioteca va a tu casa”. Desde la sala infantil de la biblioteca municipal de Arequipa, un equipo de voluntarios realiza lecturas para ser escuchadas vía YouTube o Spotify. Por su parte, las bibliotecas municipales de Pueblo Libre y de Barranco, así como la biblioteca comunal Carlitos Oquendo de Amat en Puno, han iniciado servicios de préstamo de libros por delivery. Esta última, además, promueve redes solidarias que no solo llevan libros sino también ‘kits’ de alimentos para las familias necesitadas.
Son tiempos en los que las bibliotecas innovan en las maneras de acercarse a sus usuarios para seguir brindando servicios de valor. Bibliotecas públicas que comprenden que el distanciamiento físico no implica el social y que, me atrevo a decir, entienden que su quehacer excede con creces el de ser un mero repositorio de libros y otros materiales. Bibliotecas que no solo se entienden a sí mismas como infraestructura cultural, sino también social, pues permiten el encuentro de la comunidad alrededor de la palabra, de las ideas y del conocimiento. Entidades que pueden, como ya lo hicieron en Medellín, Colombia (sin ir muy lejos), contribuir con la disminución de la criminalidad y con la construcción de una cultura de paz. Bibliotecas que sean comprendidas como motores de cambio y desarrollo, que se entiendan como capaces de incidir en muchos de los Objetivos y Metas de Desarrollo Sostenible de la ONU.
Las bibliotecas públicas de calidad inciden en la salud y el bienestar, en la reducción de la pobreza, en la educación de calidad, en la igualdad de género, en el crecimiento económico, en la innovación, en la reducción de las desigualdades, en la paz y en la justicia. Incluso en una coyuntura como la actual, las bibliotecas públicas tienen la oportunidad de posicionarse en su comunidad usuaria como instituciones que ofrecen información de calidad relacionada con la pandemia, o que sirven como instancias de difusión de información de los servicios y programas ofrecidos por el Estado durante la emergencia sanitaria. Son bibliotecas, en fin, que están cerca de su comunidad, que contribuyen a su desarrollo y que garantizan el acceso a la información y la cultura.
Los enormes esfuerzos que, durante la pandemia, las bibliotecas vienen haciendo para innovar en sus servicios y actividades deben mantenerse incluso cuando las actividades presenciales vuelvan a ser posibles. El traslado obligatorio hacia lo remoto y lo virtual también ha permitido evidenciar que son varios los públicos que muchas bibliotecas no estaban logrando atender previamente (personas con discapacidad o adultos mayores, por citar solo dos casos). Los aprendizajes de estas últimas semanas deben permitir mejorar los servicios que las bibliotecas brindan a poblaciones a las que históricamente les ha resultado complicado, o incluso vedado, el acceso a la información y la cultura. La llamada ‘nueva normalidad’ requerirá de bibliotecas sin paredes, lo más accesibles posibles, en donde lo presencial, lo virtual y lo remoto interactúen con naturalidad en beneficio de la ciudadanía. Si incluso antes de la pandemia las celebraciones del bicentenario ya eran una oportunidad para repensar el país, ahora que comenzamos a imaginar el mundo post-pandemia es hora de que incluyamos en este ejercicio de imaginación un Perú con suficientes bibliotecas públicas de calidad, con servicios innovadores y con colecciones que se actualizan periódicamente. Un país cuyas autoridades apuestan firmemente por el desarrollo de sus bibliotecas. Un Perú que reconoce y valora el enorme aporte que las bibliotecas públicas pueden traer a sus ciudadanos.
Nota del editor: Esta columna forma parte de una serie de artículos en la que distintos especialistas, invitados por el área de Opinión de El Comercio, reflexionan sobre cómo la cuarentena que hoy cumple 100 días ha impactado en diversos ámbitos de nuestra sociedad.