Innegablemente, en las últimas semanas el panorama electoral ha suscitado una complejidad de emociones y una creciente preocupación por el futuro de nuestro país, además de una palpable polarización a nivel social. Si pauso mis preocupaciones y me concentro en revisar aquellos sectores que en estas elecciones demandan más mi atención, el sector educación aparece con urgencia. Además de asumir el reto de mejorar el acceso y la calidad de la educación, nuestro nuevo mandatario debe concentrarse también en trabajar por saldar las brechas entre las condiciones estructurales y cualitativas de la educación que la cuarentena, ocasionada por la pandemia, no ha hecho más que visibilizar.
Lejos de inclinaciones populistas, creo necesario que se establezca una política educativa con visión estratégica y articulada que reconozca como eje central al estudiante y el logro de sus aprendizajes. Con objetivos que definan metas ambiciosas, claras, implementables, medibles y, por supuesto, con un marco presupuestal para su financiamiento. El Perú tiene que dar a la educación una merecida señal de priorización, apoyándose de una visión realista de la situación actual; así como con los recursos que demanda.
Muchas son las brechas que tenemos que abordar, pero, sin duda, la mayor deuda que tenemos como país es en la educación rural que, frente a la emergencia sanitaria ocasionada por el COVID-19, ha encontrado su propia crisis estructural y ha agudizado las dificultades a las que ya se enfrentaban tanto el servicio educativo como sus mismos actores: estudiantes y docentes. Además de las limitaciones de conectividad, la situación de la educación rural que incluye aspectos no solucionados desde hace muchos años, como escuelas insuficientes para educación multigrado, unidocentes y bilingües; escasés de docentes; mínima disponibilidad de recursos educativos; elevada deserción estudiantil; atraso y alta repitencia escolar; desnutrición crónica del 23,5% y una tasa de embarazo adolescente del 22,5%. Es imperativo repensar las formas en las que se prestan los servicios educativos sobre todo a las poblaciones en estado de vulnerabilidad.
Por otro lado, es innegable que el aliado más importante que tenemos para la implementación de la necesaria reforma educativa es el maestro y muchas de nuestras escuelas no disponen de una dotación adecuada de docentes, quienes a su vez luchan con condiciones laborales deficientes. Desde otra perspectiva, los resultados de las evaluaciones sacan a la luz las necesidades de fortalecer nuestro magisterio, que comparando con los resultados de los logros de aprendizaje de nuestros estudiantes, nos grita que deben ser atendidos. Esto nos lleva a la certeza de que debemos asegurar el desarrollo profesional docente, fortaleciendo su rol, centrándolo en un desempeño responsable y efectivo. Asimismo, estemos atentos a que se mantenga la meritocracia como condición en estas propuestas, para que las y los maestros que demuestren eficiencia académica y profesional, reciban una mejor compensación y tengan la oportunidad de forjar una carrera de crecimiento profesional.
Finalmente, no puedo dejar de resaltar la urgencia de la necesidad del retorno a clases presenciales. 400 mil alumnos dejaron las clases en el 2020. Un retorno, gradual, voluntario y flexible, asegurando la vacunación de los docentes y la implementación de protocolos de bioseguridad que permitan evitar el contagio y la propagación del virus. Con el acompañamiento técnico y presupuestal que garantice en las escuelas el uso de mascarillas, estaciones para el lavado permanente de manos, ventilación constante de aulas, cuarentenas en caso de que algún docente o estudiante presente sintomatología, horarios diferidos de entradas y salidas y un sistema híbrido (presencial y remoto). Si priorizamos el regreso a clases, nos enfocamos en el cumplimiento de los requisitos para que esto se dé. Somos seres sociales, aprendemos de los maestros, de los compañeros, de las relaciones interpersonales. El confinamiento ha generado graves conflictos emocionales golpeando la salud mental y, en mayor medida, en la población de sectores más desfavorecidos. Grandes retos y desafíos para el próximo gobierno, se necesitará mucho de cabeza fría, corazón caliente, manos firmes y mirada serena.
Contenido sugerido
Contenido GEC