“Cambiar las condiciones del juego de un momento a otro, sin posibilidad de planificar una transición, no habla de la búsqueda del bien común”.
Aplicada en ciencias como la economía y la biología, esta teoría estipula que en determinados sistemas complejos es imposible predecir el futuro. Una pequeña variación puede dar lugar a un escenario impensado. Como una hoja volando al viento: nadie sabe a dónde irá a parar. Así están las cosas con la Liga 1, que terminó su tercera fecha (en realidad, la primera) con seis ‘walk-over’, los seis partidos en los que participaban clubes que se oponen a la Federación Peruana de Fútbol (FPF) en el asunto de los derechos de televisión.
Lamentablemente para los que ansiamos un poco de claridad, la verdad de esta historia está escrita entre las líneas de contratos privados. Así que surgen, cuando menos, preguntas como las siguientes: ¿estaban los clubes realmente obligados a entregarle los derechos de televisión a la federación cuando esta se los reclamó? ¿En qué condiciones? Por otro lado, ¿hace cuánto la FPF planeaba cambiar el modelo de negocio y por qué no ejecutó este plan de forma organizada?
Es evidente, a leguas, que los clubes pequeños necesitan una mayor inyección de dinero para recortar progresivamente la brecha y que así puedan, por fin, tener estadios propios y fidelizar a sus hinchas. Pero también hay que pensar en aquellos clubes que manejan más dinero y que ya tienen sus recursos comprometidos. Cambiar las condiciones del juego de un momento para el otro, sin posibilidad de planificar una transición, no habla de la búsqueda del bien común.
La incertidumbre ya ha empezado a generar daños colaterales. Sport Huancayo ha empezado la Copa Libertadores sin haber jugado un solo partido oficial (y ganó la ida contra Nacional de Paraguay). Por su parte Cristal, Melgar y Alianza Lima empezarán a competir con una gran desventaja respecto de sus rivales internacionales. Y pensar que la idea original era empezar la liga pronto para intentar cortar las estadísticas negativas a nivel internacional. Además, hay auspiciadores que han reculado, jugadores que no reciben sueldos desde que terminó el campeonato pasado y han agarrado el auto para hacer de taxi; esto, sin dejar de contar que muchos futbolistas no están entrenando.
Para agregar caos al caos, aquellos equipos que no se presenten en la cuarta fecha y sumen dos ‘walk-over’ serán multados por casi S/400 mil y perderán la categoría hasta el 2026. La incapacidad de dialogar, empatizar y organizar nuestros intereses en función del bienestar general es un sello que por estos días nos representa como sociedad. Para hablar de grandes reformas primero hay que ponerse de acuerdo. Son los vientos que soplan.
“En la última semana fuimos testigos de cómo los directivos pisotearon el alicaído fútbol peruano”.
Cuando clasificamos al Mundial de Rusia 2018 después de 36 años parecía que lo mejor estaba por llegar, pero no fue así. Y es que, después de aquella histórica jornada, seguimos en el hoyo con paupérrimas campañas en la Copa Libertadores –salvo la de Melgar en la Copa Sudamericana del año pasado– y nuestras emociones siguen en cero. Todo esto, por supuesto, está acompañado de pésimas gestiones a nivel dirigencial, malas y extrañas contrataciones, una salida poco clara de Ricardo Gareca como entrenador de la Selección Peruana cuando tenía la intención de quedarse y, para rematar, una lucha de poderes por los derechos de transmisión de la Liga 1 en medio de la mediocridad que otorga el fútbol peruano.
En la última semana fuimos testigos de cómo los directivos pisotearon el alicaído fútbol peruano, exponiendo al mundo entero a una primera fecha (en realidad, la tercera) con seis ‘walk-over’ de nueve partidos programados. Esto ha constituido un hecho absolutamente risible dentro la historia de cualquier campeonato profesional en el mundo, pero a ninguna de las partes les importó, ni a Agustín Lozano, ni al grupo de los ocho clubes que inicialmente se le enfrentaron. Aunque es de público conocimiento que los administradores de Universitario de Deportes y Sport Boys decidieron no ser parte de este bloque y abandonaron su postura inicial, dejando al grupo de los ocho convertido finalmente en el grupo de los seis.
Ahora se está anunciando la reanudación del fútbol con espectadores, pero sin transmisión, dejando en evidencia que el ridículo se pudo evitar hace una semana, incluso aprovechando la coyuntura política que vive el país y sus constantes paralizaciones. Sin embargo, cuando el ego y el poder se enfrentan terminamos en un enfrentamiento absurdo que bordea la idiotez.
Esa es la realidad actual del fútbol peruano y, en el medio de todo este problema, como siempre, está lo más valioso que tiene este hermoso deporte: el jugador de fútbol. Los futbolistas se encuentran inmersos en una disputa que ni ellos mismos entienden. Salir a jugar contra un rival fantasma y que, en medio de las prohibiciones de televisar los partidos de fútbol, se terminan transmitiendo por redes sociales los ‘walk-over’ con 11 protagonistas en la cancha. Increíble, pero cierto.