Todos los escenarios de salida a la crisis política que probablemente se den en las siguientes semanas o meses (dependiendo de factores políticos y judiciales), y que suponen el apartamiento de Pedro Castillo y Dina Boluarte del Ejecutivo, constituyen diversos tipos de aterrizajes. Estos pueden ser relativamente suaves o forzosos y con varios costos por delante.
Lo cierto es que las salidas de emergencia que hoy se le presentan al país luego de seis años de inestabilidad y degradación de la gobernabilidad (si fijamos al gobierno de Pedro Pablo Kuczynski como punto de inicio) en modo alguno aseguran que los factores que han generado la grave situación actual vayan a desaparecer; por ende, nada garantiza que nuestro sistema de representación política no vuelva a entrar a UCI tras la actual pesadilla.
La instalación de un nuevo gobierno de transición (todo indica que liderado por quien sea el próximo presidente del Congreso, dado que es muy poco probable que Boluarte pueda evitar la acusación constitucional en curso) debería tener como eje central un paquete de reformas constitucionales básicas, consensuadas y debidamente articuladas.
Una de las razones por las que el Congreso no puede avanzar en cambios importantes como la bicameralidad o la reelección parlamentaria es porque previamente no ha existido un trabajo de información y socialización sobre cuáles son los factores que “mueven la aguja” para lograr una mejor calidad de la representación.
Lo mismo se puede decir de ir hacia un sistema de distritos electorales más pequeños, la eliminación del voto preferencial, la renovación del Parlamento por tercios, el mejor equilibrio de las relaciones Ejecutivo-Legislativo o la incorporación de nuevas causales de destitución del presidente en casos de indicios y/o evidencias de corrupción, como viene ocurriendo. Esa interacción no solo debe ser producto de un acuerdo político, sino de cara y ante la población.
Usted, lector, se debe de preguntar: si esto no ha sido posible hasta hoy, ¿qué lo puede hacer viable en un próximo gobierno de transición? La respuesta es: no hay ninguna certeza. Sin embargo, un nuevo equipo de gobierno plural, de ancha base, con un liderazgo honesto y pocas resistencias, sí puede estar en condiciones de transmitirle al país (y, de paso, al Congreso) que un paquete de reformas políticas mínimas puede evitar, prevenir y/o mitigar la creciente precarización de la política.
Lo que hoy sufrimos y observamos a diario es la prueba evidente de que si no hacemos algo y pronto con nuestras reglas de juego políticas este pretendido fondo al que hemos llegado será incluso un escalón previo al siguiente sótano al que podemos seguir cayendo.