"Si las mujeres tuviesen la misma participación que los hombres en el mercado laboral, el PBI anual promedio mundial subiría en 26%". (Ilustración: Giovanni Tazza)
"Si las mujeres tuviesen la misma participación que los hombres en el mercado laboral, el PBI anual promedio mundial subiría en 26%". (Ilustración: Giovanni Tazza)

Podría decirse que ningún país en el mundo ha logrado cerrar del todo la brecha de género, que supone la distribución equitativa de recursos y oportunidades entre mujeres y hombres. Al respecto, el Foro Económico Mundial publica periódicamente el Informe Global sobre la Brecha de Género, que incluye información sobre 145 países en cuatro áreas: participación y oportunidades económicas, educación, salud, y empoderamiento político.  

De acuerdo con la última edición, el Perú ocupa el puesto 89, y a escala mundial tardaremos 217 años en lograr que hombres y mujeres ganen el mismo salario por el mismo puesto de trabajo. Sin embargo, sí existe un rubro donde el Perú ha logrado cerrar su brecha de género: hay igual número de mujeres y hombres accediendo a la educación, y en las universidades e institutos superiores hay una ligera mayoría de mujeres. Lamentablemente, esta brecha reaparece e incrementa a lo largo de la vida profesional de las mujeres, pues en ellas recaen en su mayoría las labores de maternidad y cuidado que luego resultan en menores salarios en comparación con sus colegas masculinos.  

Cerrar la brecha de género conlleva una serie de beneficios invisibles que se traducen en sociedades más dinámicas y competitivas, además de más justas. En primer lugar, si las mujeres tuviesen la misma participación que los hombres en el mercado laboral, el PBI anual promedio mundial subiría en 26%, que equivale a US$28 trillones. Del mismo modo, las compañías con mayor diversidad entre sus empleados suelen ser más competitivas. Estas atraen mayor talento y aumentan la satisfacción de sus trabajadores, lo que influye en la satisfacción de sus consumidores y generan así un círculo virtuoso de competitividad, según la consultora McKinsey.  

En segundo lugar, se observan beneficios netos para el gasto público. Por ejemplo, en países con mayor desarrollo económico como Estados Unidos, cada dólar invertido en planificación familiar resulta en un ahorro de US$7 para cada contribuyente estadounidense. En países en vías de desarrollo, como Jordania, este ahorro alcanza los US$16. En promedio, cada dólar destinado a métodos anticonceptivos podría alcanzar los US$120 en ahorro, según el Centro para el Consenso de Copenhague, que abarca temas de población y demografía mundial.  

Finalmente, existe evidencia sobre la sostenibilidad de procesos de paz que incluyen a mujeres. Según el Consejo de Relaciones Internacionales, el empleo de una perspectiva de género y una mayor cantidad de mujeres en procesos de paz alrededor del mundo vuelven a estos más duraderos y efectivos. Diversos estudios indican que una mayor proporción de mujeres hacen que los acuerdos sean 64% menos propensos a fracasar, y 35% más probables de durar más de 15 años.  

En suma, la equidad de género no es solo un tema de justicia sino que prueba ser beneficioso económicamente para todos los países en términos de negocios, estabilidad política, ahorro en el gasto público, y una representación más fiel de la realidad. Después de todo, somos la mitad de la sociedad.