La de la mujer merece que se hagan en su favor iguales esfuerzos que la del hombre. La felicidad del hogar y hasta el progreso de las naciones dependen de la mujer; pero basta un mediano criterio para reconocer esas verdades de sentido común. Casi siempre, atrás de un hombre ilustre, se encuentra una mujer de corazón y de carácter, sea madre o esposa, que ha ejercido benéfica influencia sobre él.

Educación Femenina, por Teresa Gonzáles de Fanning. ( Ilustración: Victor Aguilar Rúa)
Educación Femenina, por Teresa Gonzáles de Fanning. ( Ilustración: Victor Aguilar Rúa)

Un medio fácil y que está al alcance de muchas familias con prole y mediana fortuna: es tener en casa una pieza destinada exclusivamente para colegio de sus hijas. Los gastos de sueldo de la profesora y de útiles de enseñanza quedarían ampliamente compensados con el ahorro de las pensiones del colegio de calzado y de ropa de calle.

En la serie de artículos que llevamos escritos sobre educación, apenas hemos tocado los puntos más culminantes de la materia; antes de darles término, insistiremos una vez más sobre lo que conceptuamos ser el mejor camino de la perfectibilidad humana: la moral.

La moral que es a la instrucción lo que el alma al cuerpo; lo que al astro la luz. Pero ¿dónde y por quién debe ser enseñada la moral? En el hogar primero; y después en la escuela.

No es curso que se enseñe por textos; se enseña con la palabra y con el ejemplo. Cuando la madre y el maestro llenen respectivamente su parte de la labor educadora, se logrará formar hombres.

Hombres y mujeres de temple, de carácter que busquen infatigables la verdad y luchen por ella con entereza, aun con perjuicio de sus intereses materiales. Hoy, en general, para la enseñanza moral de sus hijos, las madres descansan en los maestros; aunque se afanen y llenen a conciencia la tarea de cultivarles la no hacen hincapié en la enseñanza moral, reducida a reglas de conducta que llenan la memoria sin dejar rastro de su paso en el corazón.

La madre tiene mayores facilidades para efectuar esta obra magna como que es la que da el primer impulso; el alma del niño en los primeros años es libro en blanco en donde ella escribe las primeras páginas que casi siempre deciden de su futuro o destino.

En el , donde la heterogeneidad de orígenes tanto contribuye a que estén disgregados los elementos sociales, se hace sentir más la necesidad de una educación moral y republicana, patriótica y altruista, que les imprima la necesaria cohesión haciendo cesar el indiferentismo, para que el interés de cada uno sea el interés de todos, y que no sean palabras vanas, sino generadoras de elevados y fecundos sentimientos, las de Dios, y humanidad.

Para conseguir esta obra magna, apelamos al corazón de las madres peruanas: solo ellas pueden modelar su alma, formar su carácter, dirigir sus aspiraciones hacia lo bueno, lo noble, lo humano. Solo las madres pueden operar la evolución moral que el mejoramiento de la familia y el engrandecimiento de la patria exigen.

–Glosado y editado–

Texto originalmente publicado el 13 de abril de 1898.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Teresa González de Fanning fue Educadora, escritora y periodista