Más de 200 mujeres, “unidas en nuestra diversidad”, firmamos un comunicado rechazando la escasa participación femenina en el Gabinete, las designaciones de autoridades con antecedentes de violencia contra la mujer, la banalización de este problema y manifestando nuestra preocupación por las acusaciones al primer ministro –y el silencio del presidente de la República– en estos temas. Finalmente, instamos a los actores políticos a no utilizar la lucha contra la violencia de género de manera subalterna.
Las firmas en el comunicado son de mujeres con trayectorias muy diversas: académicas, periodistas, artistas, juezas, economistas, abogadas, ingenieras, empresarias, deportistas, entre otras; con posiciones ideológicas y maneras de ver el mundo bastante distintas. Me sentí muy honrada de firmar y, de inmediato, como muchas de las firmantes, nos volcamos a recolectar adhesiones para maximizar el impacto del mensaje. El propio texto del comunicado invita a mujeres y hombres a respaldarlo a través de la plataforma ‘Change.org’ bajo el título “Mujeres frente a la violencia de género”.
Lamentablemente, la tarea de lograr adhesiones nos viene mostrando lo difícil que es colaborar en el contexto actual. Sumar voluntades desde la pluralidad, un elemento clave para conquistar estadios más altos de convivencia democrática, viene probando ser una tarea ardua –mientras escribo este articulo raspábamos las 10.000 adhesiones, menos del 1% de seguidores de las firmantes– . La dificultad no la estamos encontrando en el mensaje, sino que muchas personas no quieren asociarse con algunos de los otros firmantes. “Si firman caviares no firmo”, “no puedo firmar junto a alguien que apoyó o no deslindó de Keiko”, “estoy de acuerdo pero, entre las firmantes, hay quienes apoyan el aborto”, “me han dicho que esto lo financia Soros” , “algunas de las que firman nunca antes se interesaron o manifestaron en estos temas”, son algunas de las frases con las que han declinado.
Esta experiencia me hizo volver a leer a Adam Kahane quien escribió el libro “Colaborando con el enemigo. Cómo trabajar con personas con las que está en desacuerdo, no le agradan o en las que no confía”. La teoría de Kahane –que se hizo famosa cuando trabajó con Nelson Mandela y F.W de Klerk para la transición democrática en Sudáfrica– es que, para conquistar desafíos complejos debemos ser capaces de trabajar de manera colaborativa con gente distinta, incluso con rivales o enemigos. En nuestro caso, hemos constatado que, más que desacuerdo con el comunicado, el obstáculo mayor está en asociarse con alguien con quien no estamos de acuerdo en otros aspectos.
La colaboración que plantea Kahane implica que las distintas facciones colaboremos usando procesos de prueba y error –que ningún grupo controla– para crear una realidad mutuamente aceptable. Los que participan en este tipo de colaboración no pueden esperar camaradería, armonía, certeza o alineamiento total con sus valores. Es decir, no pueden esperar ganarlo todo porque la democracia –en su sentido más amplio– no es un ejercicio de convencer al otro, sino de trabajar con el otro aceptando que no hay armonía y que, más importante que la armonía, es avanzar, mantenerse en el juego y no “patear el tablero”. En el caso en cuestión se traduciría en firmar no estando de acuerdo con cada palabra y entender que el objetivo es más grande que mi disgusto por alguna firmante.
En este peregrinaje de firmas hubo también quienes no se sintieron cómodas con la plataforma de recolección de firmas porque “Change.org ya no es una ONG y hasta parece que vende las firmas después”. Este tipo de argumento se parece a los que se esgrimen para no vacunarse, para no registrarse los que se vacunaron en el extranjero, para no creer en la muerte de Abimael Guzmán o en los resultados electorales. A algunos este tipo de expresiones nos pueden parecer absurdas o basadas en ‘fake news’, pero para poder colaborar debemos entender que son ciertas para quienes las expresan. Si bien, en casos puntuales, el contenido de fondo es tan intrínsecamente opuesto a nuestros valores más fundamentales que la conversación no es posible, en la mayoría de casos, seguir dialogando, acercándose de lado y lado con hechos y datos ciertos es posible y avanzaríamos en la batalla contra la desconfianza.
Los desafíos del Perú hoy son más difíciles que nunca y estamos en una suerte de tormenta perfecta. Por eso, no me extrañó el último argumento que quiero comentar: “para qué voy a firmar si no va a cambiar nada”. Esa afirmación es aplastante, es la garantía de que nada va a cambiar, a pesar de que somos una mayoría los descontentos. Pienso que, en ausencia de liderazgos claros con soluciones integrales, toca avanzar desafío por desafío, siguiendo las pautas de colaboración y liderazgo que nos lleven a mirar más los objetivos comunes que los rencores o fracasos pasados. Sería sano disciplinarnos a no vivir solo mirando el retrovisor y a sentirnos bien ganando el 60% del argumento para no perder el 100% en el todo o nada. Sería ideal, “enemigos” míos, que cientos de miles firmemos por menos violencia contra la mujer, por mayor respeto al medio ambiente, por más transparencia e integridad en la política y la gestión pública, y por cualquier otro fin noble.