¿Qué siente el corazón de un hombre que ayer durmió sabiéndose carretillero y hoy despierta siendo congresista? ¿Cómo amanecen quienes le dieron su voto? La historia de Raúl Machaca, quien declara tener hasta siete oficios para sobrevivir y ahora es congresista por el Frente Popular Agrícola FIA del Perú (Frepap), es ejemplo vívido de cómo el voto puede ser un mecanismo de representación para los más humildes.
La propia biografía de Ezequiel Ataucusi es una epopeya del peruano pobre, migrante y religioso. Nacido en Huarhua, Arequipa, en 1918, es abandonado por su padre, viéndose obligado a cuidar de sus cuatro hermanos. Por necesidad, ingresa al ejército y se hace obrero en la construcción del ferrocarril Mollendo-Matarani. En 1955, un adventista dejó una biblia olvidada en su casa, ocasionando un despertar espiritual que lo llevaría a iniciar lo que sería la Asociación Evangélica Misionera del Nuevo Pacto Universal (Aeminpu) en la selva de Junín. Para el pobre, la fe es una herramienta de lucha por un mañana que no se ve.
Fundada en 1968, Aeminpu es una agrupación religiosa que profesa un mensaje de salvación ante la inminencia del fin del mundo, el cual llegaría cuando su mensaje alcance los “cuatro rincones de la Tierra” con un gobierno teocrático liderado por Ezequiel. Sus miembros adoptan una interpretación literalista de los diez mandamientos de Moisés (llamada “Ley Real”), los ritos del Antiguo Testamento que incluyen el voto nazareo de no cortarse el cabello (números 6:1-21) y la observancia del Sabbath. Siendo un “mesianismo andino”, sus creencias infieren que los incas son descendientes de una tribu perdida de Israel, generando un sincretismo milenarista nacionalista. En medio de la reforma agraria y el proceso migratorio, Aeminpu brindó a campesinos sin tierra y migrantes pobres la oportunidad de construir una identidad cultural basada en la esperanza. Ante la opción terrorista de Sendero Luminoso, Aeminpu se presentó como una alternativa pacífica de transformación social, compitiendo en los mismos sectores socialmente marginados.
No es sino hasta 1989 que nace el Frepap, con la finalidad de obtener reconocimiento social para su comunidad y expandir su mensaje salvífico. Según Juan Ossio, durante el liderazgo de Ezequiel, el Frepap compartía el ideario izquierdista de Velasco y Barrantes y los postulados económicos de Hernando de Soto. Asimismo, según Carlos Ráez, Ataucusi entendía a Aeminpu como “una fusión entre una concepción religiosa y la solución a problemas económicos”. Siendo así, no sorprende que sus propuestas para este Congreso se enfoquen en aquello que afecta a los más pobres, como la comercialización de medicamentos genéricos o la reducción de la jornada laboral. Al menos hasta hoy, la agenda política del Frepap se enfoca en las necesidades materiales de sus miembros y no en las agendas “provida” y “profamilia” promovidas por otros grupos religiosos conservadores.
Es injusto señalar que el Frepap solo obtuvo una alta votación debido al “voto de protesta” o al voto rural, dado que logró la mayor votación en Lima Provincias y todos sus candidatos en Lima (en que se ubica tercero) contaron con fuerte voto preferencial.
En la sociedad actual, la mayoría de quienes leerán esta columna construyen su identidad cultural en términos profesionales y académicos, definiéndose públicamente en base a las instituciones en que estudiaron y laboran. Dada la falta de oportunidades que les permitan construir una identidad cultural académico-profesional, muchos ciudadanos de sectores populares la construyen en base a otras instituciones a las que sí pueden acceder, como las comunidades religiosas. Mientras los primeros construyen su reputación pública en términos meritocráticos, los segundos la definen en términos valóricos. Que sus candidatos enfatizaran una agenda moralizadora de la política (y la idoneidad moral antes que la meritocracia) caló en el corazón de los sectores populares. Se ven como nosotros, hablan como nosotros, sufren las mismas carencias que nosotros. Eso es lo que realmente importa.
El Frepap tiene la posibilidad de demostrar que, a diferencia del sector evangélico conservador, es posible ser religioso y conservador en lo privado sin caer en el absolutismo teocrático en lo público. Solo les pido que recuerden las palabras del teólogo Reinhold Niebuhr: “El absolutismo, tanto en el realismo religioso como político, es un espléndido incentivo para la acción heroica, pero un guía peligroso en situaciones inmediatas y concretas”.