El lunes, la prensa británica reportó que el primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, había ingresado a UCI por el agravamiento de su salud tras detectársele COVID-19. (Foto: Reuters).
El lunes, la prensa británica reportó que el primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, había ingresado a UCI por el agravamiento de su salud tras detectársele COVID-19. (Foto: Reuters).
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Paul Keller

En un horrible giro del destino, Boris Johnson, el líder británico de 55 años que inicialmente , se encuentra en una lucha mortal contra el COVID-19. El lunes, sus médicos lo trasladaron después de que sus síntomas empeoraran. Gran Bretaña, un país de 66 millones de personas, ahora enfrenta su peor crisis desde la Segunda Guerra Mundial, con su líder político luchando por su vida. Ningún país ha visto a su liderazgo amenazado por el virus de manera similar. La semana pasada, tanto el heredero al trono, , como el ministro de Salud, Matt Hancock, contrajeron la enfermedad, y se recuperaron unos días después.

El anuncio de la condición de Johnson ha causado impacto, al destacar cuán peligroso e indiscriminado es realmente el virus. Su estado de salud es una cuestión de importancia internacional. De pronto, mucho depende de la capacidad del primer ministro para recuperarse por completo. El presidente Trump fue uno de los primeros líderes mundiales en enviarle un mensaje de apoyo. Todo esto se produce justo cuando Gran Bretaña estaba cediendo a algo cercano a un bloqueo total, después de semanas de resistirse.

Hace solo unas semanas, Johnson destacó como uno de los pocos líderes occidentales en rechazar las medidas draconianas tomadas por España e Italia ante la crisis. Sin querer, ahora es el símbolo más destacado de la amenaza de vida o muerte que el virus representa para las personas en todas partes: ni el poder ni la riqueza son una protección. Si alguna vez los que escépticos en el planeta necesitaban un recordatorio de la letalidad de COVID-19, ahora lo tienen.

Después de mucho retraso, Gran Bretaña finalmente recibió el mensaje. En los últimos 10 días, el país ha sufrido una gran transformación. Hasta hace poco, el Gobierno había aconsejado que solo aquellos sospechosos de tener el virus permanecieran en sus hogares; al mismo tiempo que insistía en que las escuelas deberían permanecer abiertas, ya que, según dijo, cerrarlas tendría poco efecto. Cuando el Perú comenzó su encierro hace tres semanas, amigos en el Reino Unido relataron cómo la gente todavía estaba corriendo en el parque o yendo a la playa. El mensaje de las autoridades fue simplemente: "mantén la calma y continúa".

De repente, todo eso ha cambiado. El país está en pie de emergencia con policías y soldados patrullando las calles. El Estado ha construido un nuevo hospital en Londres que puede manejar hasta 4.000 pacientes con coronavirus. Miles de personas se han ofrecido para brindar ayuda en hospitales de todo el país donde el personal médico está luchando para hacerle frente a la cantidad incomparable de pacientes críticos. De pronto, los británicos tienen un nuevo aprecio por el muy difamado Servicio Nacional de Salud (NHS) financiado por el Estado.

El Gobierno ha establecido centros de coordinación estratégica, liderados por planificadores militares de élite. Solo ahora Gran Bretaña está tomando el curso correcto. Sin embargo, la pregunta sigue siendo: ¿por qué ha tardado tanto? Los comentaristas británicos y estadounidenses han acusado al Reino Unido de subestimar la gravedad de la crisis desde el principio. En su defensa, el Gobierno dijo que quería evitar confinar a la gente en sus casas demasiado pronto, mientras trataba de mantener la economía funcionando el mayor tiempo posible. Si bien hay algún mérito en estos argumentos, la conclusión debe ser que algo salió mal en la planificación inicial.

Cuando los médicos chinos comenzaron a informar sobre la naturaleza letal del COVID-19 en enero, los expertos británicos tardaron varias semanas en reaccionar. Cuando finalmente lo hicieron, consideraron que las autoridades deberían tratarlo como cualquier otra epidemia de gripe. Recomendaron permitir que hasta se contagien para generar “inmunidad colectiva”, una situación en la que la mayoría de las personas se vuelven inmunes a la infección. Abandonaron esta controvertida política solo después de que científicos independientes del Imperial College de Londres les advirtieron que provocaría un gran número de muertes y pacientes críticos, y el colapso del servicio de salud del país.

En general, la ofensiva de Gran Bretaña contra el COVID-19 se ha visto obstaculizada por errores de cálculo, exceso de confianza y estancamiento innecesario; ha puesto consideraciones políticas o económicas por delante de la vida de las personas. Solo ahora, las autoridades están arreglando esto, pero el Gobierno ha perdido tiempo valioso. En las próximas semanas, el país enfrentará algunas duras verdades sobre su incapacidad para planificar adecuadamente el ataque. Con el primer ministro Johnson en cuidados intensivos, este no es el momento de repartir culpas. Sin embargo, en algún momento en el futuro, con la crisis detrás de nosotros, habrá que responder preguntas difíciles.


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