(Ilustración: Víctor Aguilar)
(Ilustración: Víctor Aguilar)
Enrique Castellanos

A propósito del primer aniversario del gobierno, se me ocurrió desempolvar el esperanzador discurso presidencial del 28 de julio pasado. Pedro Pablo Kuczynski termina el mismo diciendo: “Estos son […] mis compromisos de Estado” y seguidamente enumeró seis objetivos los cuales cito a continuación.

“Llevar agua y desagüe a todos los peruanos”. Pues no se perciben avances, ni siquiera intentos de avances o proyectos importantes. Todo lo contrario, las lluvias del verano nos tuvieron sedientos y de rodillas varias semanas, desnudando nuestra precariedad en este campo.

“Construir infraestructura para el desarrollo [...]”. A pesar de sus loables intentos, el Gobierno aquí también sale jalado, porque goles son amores... y, por las buenas razones que todos conocemos de sobra, no hay avances sustantivos.

“Educación pública de calidad [...]”. Arrancando el partido, el Congreso echó a Jaime Saavedra, el mejor ministro de Educación que yo recuerde y, con ayuda de la “santa” contraloría, le quitaron toda la viada positiva que tenía este sector.

“Salud pública sensible al enfermo, oportuno, eficaz […]”. La misma película. Corrupción (recordemos el Caso Moreno), contraloría, política y poquísimo avance.

“Formalizar el país, hasta el máximo posible”. Algunos tibios intentos de reformas tributarias pero más nada. La realidad es que recientemente la estúpida muerte de dos jóvenes nos recordó que el 75% de nuestra fuerza laboral es informal. Esto es culpa –en parte– de nuestras kafkianas regulaciones laborales que nadie intenta simplificar.

“Liberarnos de la corrupción, de la inseguridad, del delito […]”. Todo indicaría que vamos perdiendo estas batallas. Hasta el ex contralor Edgar Alarcón tenía sus ‘business’. La inseguridad y el delito, para llorar.

¿Qué hacer? Primero, saber dónde estamos parados. O, como decimos los economistas, definir una línea base. Habría que diseñar y publicar un tablero de mando, un conjunto de 12 o 15 indicadores que todos los ciudadanos podamos seguir fácilmente, con el fin de medir dónde estamos y cuánto vamos avanzando (o retrocediendo) en cada campo.

Si no tenemos indicadores simples y claros, indefectiblemente, seguimos en el mundo de las percepciones y, peor aun, caemos en las manos de los congresistas, eximios manipuladores de la opinión pública. Por ejemplo, saber cuántos crímenes violentos hay cada semana, así podremos objetivamente medir la gestión de la policía y el Ministerio del Interior. Cuántos empleados formales tenemos en la economía, cuántos contribuyentes declararon impuestos, etc.

Entiendo que algo así ya existe en el Consejo de Ministros, el problema es que no es información pública, nadie sabe a qué indicadores les hacemos seguimiento.Segundo, necesitamos estrategia y enfoque. Los seis compromisos son muy difíciles de lograr. Máxime cuando este Ejecutivo ha demostrado tener graves limitaciones para manejarse y ejecutar proyectos en un medio tan hostil como la jungla del Estado, donde un curso de comando o espionaje parece ser mas útil que una maestría en administración. Por ello, escojamos dos objetivos y concentremos nuestras fuerzas para lograrlos. Imagínense que en el 2021 el 100% de los peruanos tenga acceso a agua y desagüe, o que seamos reconocidos mundialmente por nuestros avances en salud o educación, o que los índices de criminalidad bajen a los niveles de Singapur o Escandinavia.

Hace un año nadie esperaba soluciones inmediatas a problemas que tienen siglos. Pero sí esperábamos señales, indicios de que estábamos dándole un golpe de timón al país, orientándolo en la dirección correcta. Por eso el título de esta columna. No pido seis, ni cuatro, ni tres. Solo pido enfocarnos en dos objetivos y alcanzar aunque sea uno. Si este gobierno cumple una de sus seis promesas, recuperaríamos sentido de logro, esperanza. Habríamos avanzado bastante. Vamos, pues, que hasta el ‘Cóndor’ Mendoza metía goles de vez en cuando. Por eso: ¡Hazte una, PPK!