" El debate constitucional no debería asustarnos, pero debe estar acompañado de los consensos políticos y los procesos de cambio dictados por nuestra Carta Magna" (Ilustración: Giovanni Tazza).
" El debate constitucional no debería asustarnos, pero debe estar acompañado de los consensos políticos y los procesos de cambio dictados por nuestra Carta Magna" (Ilustración: Giovanni Tazza).
Alfredo Thorne

En la Florencia de los Medici, en el año 1512, había una tortura muy lacerante que se llamaba ‘il strappato’. A uno lo ponían con los brazos cruzados por detrás de la espalda, le amarraban una soga a las manos y lo levantaban con una polea. Era dolorosísimo.

Algo parecido viene sucediendo con nuestra política. Estamos entre dos grupos extremos: uno que nos invita a un cambio de Constitución sin decirnos sus motivos más allá de querer perpetuarse en el poder, como lo han hecho otros líderes del socialismo del siglo XXI en América Latina. Y en el otro extremo está otro grupo que, con la excusa de la defensa de la democracia, quiere vacar al presidente elegido democráticamente. El problema está en que ninguno de los dos tiene los votos en el Congreso para conseguir sus objetivos por la vía democrática. Sorprende que ambos grupos quieran usar las cláusulas de escape de la Constitución, como son la cuestión de confianza y la vacancia, para conseguir sus objetivos.

Nicolás Maquiavelo, que vivió por esos años en Florencia y sufrió ‘il strappato’ por parte de los Medici, escribió en su obra póstuma, “El Príncipe”, que había dos tipos de príncipes (léase gobiernos): aquellos que gozan del apoyo popular y logran mantenerse en el poder, y aquellos que no tienen ese apoyo y están destinados al fracaso o a usar la fuerza de las armas. Más de 500 años después, parece que no hemos aprendido esa lección tan simple de la política. De hecho, cuando uno revisa las encuestas de popularidad del presidente Castillo y del Congreso, ambos poderes compiten por impopularidad.

Sin embargo, si seguimos las lecciones de Maquiavelo, será quien logre mayor apoyo popular o, por ponerlo de otra forma, menor rechazo, el que finalmente logrará sus objetivos. Las encuestas más recientes indican que la mayoría rechaza el copamiento del Estado por parte de grupos filosenderistas o las propuestas de vacancia antidemocráticas. Sin embargo, ambos grupos están en una carrera por conseguir el apoyo de la ciudadanía para lograr sus objetivos y es previsible que uno de los dos grupos fracase.

Siguiendo con este análisis, uno se pregunta: ¿de dónde saldrá este apoyo o rechazo popular que hará que uno de los dos grupos logre o fracase en sus objetivos? En nuestra humilde opinión, existen tres eventos que determinarán el apoyo en una u otra dirección.

El primero será las elecciones locales del 2 de octubre del siguiente año, cuando vayamos a elegir a nuestras autoridades locales: 1.874 alcaldes provinciales y distritales, y 25 gobernadores regionales. Será la contienda electoral más importante desde las elecciones generales de este año. Quien logre un apoyo popular decisivo en esta contienda obtendrá suficiente fuerza como para implementar sus objetivos. El presidente de Perú Libre nos anuncia una victoria masiva. No queda claro que vaya a conseguir este apoyo. Hay que recordar que en la primera vuelta el partido del gobierno obtuvo el 18% de los votos válidos y solo el 11% de los emitidos. Tendrá que enfrentar a Acción Popular, Alianza para el Progreso y Fuerza Popular, tres partidos con gran presencia regional. Más aún, si la popularidad del líder de Perú Libre nos dice algo, sus chances se han reducido significativamente. Pero finalmente el resultado dependerá de qué tan bien representa cada partido a la ciudadanía.

El siguiente es la economía. Más allá de la destreza política, será difícil para un gobernante obtener el apoyo popular con una economía en problemas. Las encuestas más recientes de Ipsos Perú ponen a la economía como la preocupación mayor y siempre es el Gobierno el que recibe el apoyo cuando a la economía le va bien y el rechazo cuando va en dirección opuesta. El entorno económico que vivimos de aumento de precios y del precio del dólar, y la mayor informalización del empleo nos augura un resultado poco auspicioso para el partido de gobierno.

Finalmente, está la gestión gubernamental. Los ciudadanos esperan que los gobernantes cumplan con sus compromisos, con sus ofertas de agua, desagüe, proyectos viales y acabar con la pobreza. Por el contrario, lo que vemos en el Gobierno es el nombramiento de funcionarios altamente incompetentes para gestionar el Estado y lograr sus promesas.

La impaciencia, el tomar decisiones apresuradas sin lograr los consensos necesarios, ha resultado en el mayor error de los políticos. Entre sus ensayos, Maquiavelo escribió uno sobre la fortuna, que podríamos traducir como la suerte, y nos dice que la fortuna es como una rueda –en unos momentos nos acompaña y otros se nos escapa– y explica que siempre acompaña a los que gobiernan del lado del pueblo. Lo que nos dice es que la astucia de un buen político es buscar ese momento que le acompaña la fortuna para dar el gran paso.

Nuestro dilema es entre quedarnos en el ‘il strappato’, atrapados en esta tortura política de ver quién vaca a quién o empezar a hacer política en serio y tratar de lograr los consensos mínimos para avanzar en una agenda de reformas que nos permita generar bienestar y llegar a los sectores que quedaron marginados. Como hemos postulado en otros ensayos, eso pasa por hacer a nuestro Estado más eficiente y ejecutar en beneficio de la población. El debate constitucional no debería asustarnos, pero debe estar acompañado de los consensos políticos y los procesos de cambio dictados por nuestra Carta Magna, de forma que los cambios sean duraderos y beneficien a toda la población.