En la exposición del automóvil IAA que se llevó a cabo en setiembre en Múnich, el canciller alemán Olaf Scholz hizo un llamado a los fabricantes de autos nacionales, instándolos a ver con buenos ojos la competencia de Asia en lugar de intentar frenar la llegada de vehículos eléctricos (VE) fabricados en China. Ningún otro país, insistió, podía igualar la experiencia en materia de ingeniería automotriz de Alemania. Sin embargo, si bien la aseveración de Scholz era claramente válida en la era dorada del motor de combustión interna, Alemania carece de la experiencia necesaria para competir directamente con los fabricantes de VE chinos.
Las automotrices europeas se han demorado en aceptar la revolución de los VE. Volkswagen, por ejemplo, enfrentó contratiempos en China durante la pandemia del COVID-19. Para cuando China empezó a reabrirse, las marcas locales como BYD y Nio habían duplicado la cantidad de modelos eléctricos que ofrecían. Y la mayoría de estos vehículos ya no eran solo más baratos, sino también superiores a las ofertas de Volkswagen.
En tanto los fabricantes de autos alemanes lidian con precios altos de la energía luego del embargo energético de Rusia, los fabricantes chinos están fijando sus miras en Europa. En un giro histórico, el 2022 representó el primer año en que Europa importó más autos de China de los que exportó al país asiático.
La sustitución del motor de combustión interna presenta una oportunidad estratégica para China, cuyas automotrices ya dominan los mercados globales para baterías y tecnologías de energía limpia. El sector manufacturero de Europa –especialmente el de Alemania– pronto podría enfrentar un “shock chino” comparable al que tuvo lugar tras el ingreso de China a la Organización Mundial de Comercio en el 2001.
Es mucho lo que está en juego. Como observa Gideon Rachman, si “los BYD chinos reemplazaran a los BMW alemanes en las autopistas alemanas”, los partidos antiliberales de extrema derecha –adeptos a sacar provecho de los reclamos económicos– podrían verse beneficiados con una disparada de su popularidad. La industria automotriz ofrece casi 13 millones de empleos directos e indirectos, que representan casi el 7% de la economía de la Unión Europea y alrededor de una tercera parte de su gasto local en investigación y desarrollo.
La perspectiva de que China se asegure un dominio en otra industria más ha encendido las alarmas en Estados Unidos y la UE. Estados Unidos impuso un arancel del 27,5% a los autos de fabricación china en la presidencia de Donald Trump, y la Ley de Reducción de la Inflación, sancionada por la administración del presidente Joe Biden, incluye incentivos para producir autos y baterías en Norteamérica.
Por su parte, la UE ha impuesto un arancel del 10% a los autos importados. Si bien hay subsidios nacionales europeos para VE que todavía se aplican tanto a las importaciones como a los modelos de fabricación doméstica, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, recientemente anunció una investigación antisubsidios de los VE fabricados en China, argumentando que podrían estar “distorsionando” el mercado europeo. Las empresas europeas suelen ser “excluidas de los mercados extranjeros” y “se ven perjudicadas por competidores que se benefician de gigantescos subsidios estatales”.
La investigación de la UE está muy demorada, pero todavía podría tener un impacto significativo. En los últimos 20 años, el Gobierno Chino ha subsidiado de manera intensiva a su industria de VE, dominando la cadena de suministro, desde las materias primas hasta la producción. Al subsidiar los vehículos eléctricos y autónomos, China distorsiona la competencia y les ofrece a sus industrias domésticas una ventaja comparativa duradera.
Con más de una década de experiencia en la producción de VE y favorecidos por los subsidios gubernamentales, los fabricantes de automóviles chinos tienen un liderazgo significativo en este mercado respecto de sus contrapartes europeos. Pero implementar aranceles temporarios a las importaciones podría darles a las automotrices europeas el respiro que necesitan para recorrer la curva de aprendizaje de los VE, penalizando a la vez a China por violar las reglas de la OMC.
Como sostuve recientemente, Alemania podría zanjar la brecha de conocimiento en el campo de los VE y de los autos autónomos aplicando la política industrial de China a la inversa. En los últimos 30 años, China atrajo inversión extranjera directa a través de empresas conjuntas, particularmente con fabricantes de autos alemanes. Esta estrategia, que le permitió a China dominar el motor de combustible interno, también la ayudó a convertirse en un líder global en el mercado de VE.
Si trabajaran con los fabricantes de VE y baterías chinos, las automotrices alemanas podrían adquirir la experiencia técnica necesaria para seguir siendo competitivas en el plano global. La Comisión Europea podría intermediar en este tipo de alianzas, ofreciéndole a China acceso a su mercado a cambio de un compromiso de invertir en Europa y crear empresas conjuntas con compañías europeas.
–Glosado y editado–