Francisco  Tudela

El feroz e inhumano ataque terrorista del 7 de octubre, lanzado por Hamas desde Gaza contra 22 localidades del Sur de Israel, ha costado la vida a más de 1.400 israelíes –soldados, policías, niños, ancianos, hombres y mujeres–, llevándose Hamas, además, más de 240 rehenes civiles a Gaza, cuyo paradero es aún desconocido. Ningún agravio histórico o causa política justificaba aniquilar y secuestrar a no combatientes de manera tan cruel.

La respuesta del Estado de Israel no podía ser otra que la que está en curso, como es destruir todos los centros de comunicaciones, depósitos y almacenes de pertrechos, centros de mando, etc. de Hamas, que la organización terrorista establece adrede en edificios civiles, mezquitas, etc. Los continuos ataques aéreos e incursiones de comandos israelíes constituyen la preparación del campo de batalla para una incursión en Gaza, cuya forma aún no ha sido divulgada. Se sabe que 300.000 soldados israelíes se amasan en esa frontera.

El discurso del Gobierno Israelí ha sido igualmente durísimo, amenazando con exterminar a Hamas. Las acciones de Israel son las que cualquier Estado responsable emprendería contra los autores de un ataque terrorista semejante. Sin embargo, el mundo está en vilo, pues Hamas no es una organización terrorista clandestina, sino el único gobierno de la franja de Gaza desde el 2007, cuando expulsó a Fatah de Mahmoud Abbas de allí. Asistimos a un conflicto no convencional de gran envergadura, pues Hamas agrupa 20.000 milicianos y gobierna aproximadamente 2′200.000 personas, que también serán víctimas inermes de la guerra.

Para empeorar las cosas, Hezbolá, la milicia chií del Líbano –considerada el actor militar no convencional más poderoso del mundo, tanto por su armamento mucho más sofisticado como por sus 55.000 combatientes y una financiación anual de Irán de US$700 millones– ha amenazado con atacar a Israel si este ataca Gaza. De suceder esto, se abriría una guerra no convencional de gran envergadura en dos frentes, cosa que no solo preocupa a Israel, sino a su aliado principal, los EE.UU., que ya ha desplegado dos portaaviones nucleares y sus fuerzas de apoyo a la zona adyacente a Israel y Gaza.

Para los EE.UU. y Europa, que tienen aliados árabes e islámicos como Turquía, en paralelo con Israel, el ataque de Hamas y las amenazas de Hezbolá, sumadas a las inmensas manifestaciones en varias capitales islámicas y a las advertencias de Irán sobre su posible participación en caso de darse una incursión israelí en la franja de Gaza, ha generado gran inestabilidad y volatilidad en el Medio Oriente, la que es acentuada por la masiva invasión global de “fake news” y desinformación en las redes, que podría afectar la actitud de los gobiernos árabes de la región, presionados por la opinión pública. Además, hay un temor fundado a una escalada del terrorismo islámico en el mundo.

Diplomáticamente, Israel y los EE.UU. ven claramente que la situación actual está causando una gran crisis humanitaria palestina que, estando ya en desarrollo, aumentará necesariamente con una incursión militar israelí en Gaza. Esto pondría en problemas a los gobiernos de los países árabes aliados de Occidente que tendrían que recibir refugiados o abrir corredores humanitarios y podría colocar en la congeladora los acuerdos de Abram con los Emiratos Árabes Unidos y Bahréin, así como los acuerdos de normalización de Marruecos y Sudán con Israel. Arabia Saudita postergaría las negociaciones para acceder a los acuerdos de Abram.

Por otro lado, los EE.UU. y sus aliados ven con aprehensión el fortalecimiento de la relación de Rusia con varios regímenes musulmanes del Medio Oriente y África, a lo que se suma la interrelación de China y Rusia en conversaciones constantes respecto a sus intereses permanentes en esas regiones del mundo. No hay que olvidar que China fue el mediador exitoso de una vieja disputa entre Irán y Arabia Saudita y que hoy Beijing es muy cercano al régimen de Riad. Lo mismo puede decirse de las relaciones de Rusia con Egipto y sobre todo con Siria e Irán. Y este último Estado, patrocinador de Hezbolá y Hamas, es una fuente potencial de conflicto armado que nadie pasa por alto en sus cálculos militares y geopolíticos.

Por último, la guerra de Ucrania está atada indirectamente a estos eventos. Para superar la cíclica crisis de la aprobación legislativa del presupuesto, debida al déficit, el Congreso de los EE.UU. aprobó el presupuesto sin partidas para Ucrania. Janet Yellen, la secretaria del Tesoro de los EE.UU., afirmó el 16 de octubre que su país puede financiar dos guerras simultáneamente, en Ucrania e Israel. Pero las primarias presidenciales estadounidenses comienzan en enero del 2024, dentro de dos meses y días, y, en ese momento, el discurso de los políticos y el temperamento del electorado estadounidense será un factor determinante para dar crédito a esa afirmación.

Francisco Tudela es internacionalista y excanciller de la República

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