En una clásica escena de “Rebelde sin causa”, James Dean se enfrenta a un reto mortal con otro conductor. Ambos van rumbo al despeñadero, el que salta primero del auto es el cobarde, el otro frena y gana el juego. Si ninguno salta, ambos caen. Esta escena resume bien lo que en teoría de juegos se llama el juego de la gallina y que en el campo de la política ha sido usado para describir contextos en los que dos jugadores están enfrentados, cada uno espera que el otro ceda, pero si ninguno cede, el peor escenario ocurre.
La censura a la ex primera ministra Ana Jara y los hechos posteriores pueden verse desde los lentes de este juego. Tenemos a dos actores enfrentados: el Poder Ejecutivo versus el Poder Legislativo. Cada uno prefiere que el otro ceda.
En un primer momento, el Congreso hubiera preferido que la ex jefa del Gabinete renunciara, pero no lo hizo. Luego, el Parlamento optó por no ceder y votó por la censura. Una vez censurada, le tocaba hacer el movimiento al Ejecutivo. El presidente pudo haber cedido y optar por un nuevo primer ministro al gusto de la oposición, que pedía un independiente con reputación. Sin embargo, Ollanta Humala optó por no ceder y nombró a un ministro con un estilo confrontacional, sobre todo con las dos principales fuerzas de oposición, el aprismo y el fujimorismo. Ahora es el turno del Congreso. Si elige no ceder y no le da el voto de confianza al nuevo Gabinete, le dejaría el turno a Humala para cerrar el Congreso y con eso el peor escenario se habría hecho realidad. Un escenario, aunque democrático, innecesario. Si el Congreso elige ceder, le daría el voto de confianza al Gabinete y Humala saldría bien librado de esta crisis política, hasta nuevo aviso.
Sin embargo, en política las opciones no siempre son blanco o negro, ceder o no ceder. En su último movimiento el presidente Humala parece pechar a la oposición al nombrar a Cateriano, pero el nuevo jefe del Gabinete inmediatamente adquiere un tono conciliador, diferente al que tuvo cuando fue ministro. En la otra orilla, las fuerzas de oposición han moderado su discurso y si bien hay voces que dicen no temer un cierre del Congreso, como la de Mauricio Mulder, la mayoría opositora ha optado por escuchar a Cateriano y darle el beneficio de la duda. Si seguimos la analogía fílmica, ambos jugadores están desacelerando sus carros.
La jugada del Gobierno le ha permitido sortear la crisis política no cediendo completamente al juego de la oposición. Es más, el nacionalismo también gana una perspectiva electoral interesante, al oponerse al aprismo y al fujimorismo, buscando quizá capitalizar a aquellos que podrían pensar en el nacionalismo como un mal menor frente a Alan García y Keiko Fujimori. La oposición tampoco pierde completamente. En este juego lograron darle un mensaje claro al oficialismo, quizá puedan aspirar a la mesa directiva siguiente, y además saben que a partir del 28 de julio de este año un nuevo juego empieza, uno en el que el Gobierno pierde la facultad constitucional de disolver el Congreso. Ollanta Humala no es James Dean y la oposición no es de película.
En lo que queda del gobierno, Humala tendría que pensar en llevar su carro a un buen mantenimiento y la oposición a su vez tendría que reflexionar si vale la pena poner al país otra vez en una carrera hacia el despeñadero.