Tras un mes de amplia ventaja entre Pedro Castillo y Keiko Fujimori en las encuestas, los cuestionamientos, deficiencias y torpezas políticas del primero han emparejado la cancha. Hoy, con una tendencia al alza en todos los sondeos, un eventual triunfo de la candidata naranja comienza a ser una posibilidad palpable. Ante este escenario, y más allá de quién crea uno que encarna el mal menor, lo cierto es que vale la pena hacer un recuento del errático compás político de la candidata de Fuerza Popular.
“Keiko se maneja como viene el viento”, me dijo una persona que solía ser cercana a la ahora aspirante a la presidencia cuando escribíamos “Señora K”, para describir los continuos cambios de postura que han teñido su carrera política.
En abril del 2006, la primogénita de Alberto Fujimori se convirtió en la congresista más votada de la historia del Perú. Entonces, tanto su candidatura como su gestión legislativa se basaron en la reivindicación de la figura de su padre. Ya como aspirante a la presidencia, el timón de Keiko giró, y el alejamiento de la imagen de Alberto empezó a asomar. Los intentos por ‘desfujimorizar’ el fujimorismo fueron in crescendo, pero se evidenciaron cuando la congresista, que había prometido no descansar hasta liberar a su padre, declaró que no le daría el indulto. Hoy, Keiko dice que le dará la gracia al expresidente.
Tras la derrota del 2011, la ‘caviarización’ del fujimorismo –como bautizaron los leales a Alberto al deslinde–, se intensificó. En el 2015, en la Universidad de Harvard, Keiko saludó el trabajo de la Comisión de la Verdad y Reconciliación y se mostró a favor de la unión civil. Fue tal el cambio que las discrepancias con su padre se tornaron públicas, con un pedido del patriarca de incluir en la lista congresal a fujimoristas de antaño, algo que Keiko desobedeció olímpicamente para colocar rostros nuevos pero leales.
Sin embargo, la derrota electoral ante PPK en el 2016 propició un nuevo giro del timón en sentido contrario: el 28 de julio del 2016, la negativa de la bancada de Fuerza Popular a aplaudir el discurso de toma de mando del nuevo presidente marcó el comienzo de una Keiko radicalmente distinta.
La prisión preventiva la llevó a reconciliarse con su padre, y el timón giró una vez más: Los más leales ‘keikistas’ –entre ellos Rosa Bartra, Karina Beteta y Milagros Salazar– no fueron incluidos en la lista naranja al Congreso en las elecciones extraordinarias del 2020. Desde entonces, el retorno al otro lado de la vereda es innegable: la acompañan en su aventura ‘albertistas’ que hace solo un lustro eran detractores, y la reivindicación del ingeniero se ha convertido en rutina de campaña. ¿Cuál será la Keiko que gobierne, si es que resulta victoriosa? Dependerá, pues, del viento.
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