Ana Valeria Herrera

Cuando Johann Wolfgang von Goethe, autor de “Fausto”, era un niño, su madre le leía “Las mil y una noches” antes de acostarse. Sin embargo, su curiosidad por la continuación de la historia era tal que, durante el día, no podía dejar de pensar en lo que pasaría después. Así que escribía cuentos sobre lo que pensaba que pasaría después del punto en el que su madre dejó de leer la noche anterior.

Hoy hay millones de personas como él. Por ejemplo, antes de que saliera el último libro de Harry Potter, ya había miles de finales alternativos en Internet escritos por fans impacientes. Este es el fenómeno de los ‘’, textos de ficción escritos por fans, derivados de sus obras de ficción favoritas, y compartidos libremente en Internet.

¿Son los ‘fan fictions’ algo nuevo? Echemos un vistazo a la historia literaria occidental. En el siglo XIII a.C. ocurrió la famosa guerra entre Troya y Grecia. Por cinco siglos, los rapsodas griegos cantaban las hazañas de sus héroes, hasta que en el siglo VIII a.C. el bardo Homero las integró en “La Ilíada” y “La Odisea”. Su versión, y no la de ninguno de los rapsodas anteriores, es lo que consideramos el texto fuente de esas historias.

Más tarde, con estas dos epopeyas como punto de partida, se escribieron incontables historias en las que se desarrollaron más sus personajes o acontecimientos. Por ejemplo, Geoffrey Chaucer –uno de los fundadores de la inglesa– tomó dos personajes de “La Ilíada” y desarrolló una historia para ellos en su epopeya “Troilo y Crésida”. Sófocles tomó a Epicasta, un personaje de “La Odisea”, y desarrolló su historia en “Edipo Rey”, donde la llamó Yocasta. Virgilio tomó los poemas homéricos, pero en lugar de seguir la historia de posguerra de los griegos, como en “La Odisea”, siguió la de los troyanos, en otra epopeya que llamó “La Eneida”. Más tarde, Dante tomó el inframundo de “La Eneida” y mucho contenido de la Biblia para escribir “La Divina Comedia”. Hoy en día se siguen publicando historias derivadas de estas epopeyas, como “La Penelopiada” de Margaret Atwood o “Circe” de Madeleine Miller.

Escribir textos derivados de otros siempre ha sido parte de la literatura, pero, gracias a Internet, nunca ha sido tan masivo como ahora. Durante la cuarentena del 2020, el consumo y la producción de ‘fan fiction’ se dispararon. Archive Of Our Own, uno de los principales sitios web donde son publicados, anunció que sus visitas semanales aumentaron a 298 millones y las diarias, a 51,4 millones. Además, se está produciendo más que la ficción publicada e impresa. Su popularidad es tan grande que es fundamental tener en cuenta la transformación que está sufriendo el mundo literario.

Algunos escritores de libros publicados, como Anne Rice, autora de “Entrevista con el vampiro”, critican a los ‘fan fictions’ por su falta de originalidad. Pero, ¿existen obras completamente originales? Algunos académicos no están de acuerdo. Roland Barthes publicó en 1997 un ensayo revolucionario titulado “La muerte del autor”. Para él, ningún texto cultural es original: el autor toma muchas ideas, temas, nombres, caracterizaciones o situaciones de obras existentes y, como Homero, las reúne en una sola obra. El autor no es un mago que saca materia prima de la nada. Entonces, ¿por qué darle tanto crédito? Los académicos clásicos buscan con atención el significado del autor y cómo se plasma en el texto, pero para Barthes deberíamos preocuparnos menos por la intención del autor, ya que es casi imposible llegar a una conclusión definitiva.

Barthes revolucionó la teoría literaria no solo con el término “la muerte del autor”, sino también con “el nacimiento del lector”. Con él, el movimiento del estructuralismo llegó a su fin y comenzó el postestructuralismo. Dadas las estadísticas del consumo y producción de ‘fan fiction’ en esta cuarentena, es claro que la revolución sigue avanzando. El lector ya nació y está creciendo.

Ana Valeria Herrera Estudiante de posgrado en literatura en George Washington University