El genoma del virus SARS-CoV-2, responsable de la pandemia que ha hecho de este un año decisivo para la humanidad, fue descifrado en enero. A partir de ese momento, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha registrado más de 160 candidatas a vacuna, de las cuales el 83% están en etapa de evaluación preclínica; esto es, sometidas a pruebas en animales, y 17% están ya en evaluación clínica; es decir, aplicándose a seres humanos.
Las vacunas que están en evaluación clínica se encuentran en diferentes grados de avance. En la fase 1, la vacuna se prueba entre decenas de personas para determinar su seguridad y confirmar que estimula una respuesta inmune. En la fase 2, se aplican dosis diversas a centenares de personas, de diferentes estratos, a fin de determinar la mejor dosis para obtener la respuesta inmune deseada, así como para confirmar su seguridad. Por último, en la fase 3, se mide su eficiencia y se comprueba su calidad en miles de personas, con estudios de diferente grado de control, con el objetivo de encontrar una menor incidencia de COVID-19 en quienes recibieron la vacuna.
De todas las candidatas, ocho vacunas (el 5%) se encuentran en la fase 3. Hay, además, dos –una producida en Rusia y otra en China– que son los primeros que ya tienen autorización para su producción y comercialización, aunque carecen de un grado de avance importante en la fase 3. Este panorama da cuenta de una carrera frenética por la vacuna, con ritmos y progresos diversos, e incluso con acciones a veces debatibles, pues situaciones trágicas requieren decisiones arriesgadas.
¿Cuál es la estrategia peruana en esta carrera –a veces de velocidad, a veces de resistencia– por la ansiada vacuna? La estrategia persigue simultáneamente contribuir a la realización de pruebas de fase 3 en nuestro país, adquirir vacunas en el mercado internacional a precios competitivos y producirla nacionalmente. Veamos. Primero, nos encontramos negociando acuerdos bilaterales con gobiernos, empresas e instituciones, así como con el ensayo clínico mundial “Solidarity” de la OMS, con el fin de que las pruebas de fase 3 se realicen en el país. Contamos para ello con ventajas considerables, como la diversidad geográfica, climatológica y demográfica, y la existencia de grupos de científicos peruanos calificados con una importante experiencia en ensayos clínicos, que serán los responsables de llevarlos a cabo. La ventaja de hacer las pruebas en el país es obvia, pues nos permitiría acceder a la vacuna oportunamente y con las facilidades que se derivarían de ser partícipes del esfuerzo.
Segundo, nuestra integración al consorcio internacional COVAX Facility, con participación de la OMS, nos permitirá asegurar un porcentaje de las vacunas que requerimos, que podrán ser complementadas con las que ofrece el mercado internacional, cuyas condiciones estamos evaluando. Tercero, nos encontramos formando parte de los países que están produciendo vacunas. Hemos incluido en la lista de la OMS dos vacunas peruanas, una de proteína recombinante y otra de salmonela genéticamente modificada, no patógena, que vienen siendo desarrolladas por la empresa nacional FARVET y por investigadores de la Universidad Peruana Cayetano Heredia (UPCH). La salmonela expresa en su superficie la proteína viral RBD, y actualmente se encuentra en ensayos preclínicos que concluirán en unas seis semanas. Con el respaldo debido, podría estar a disposición de toda la población peruana en abril del 2021. Sus principales ventajas son su bajísimo costo (aproximadamente S/5 por dosis), su administración oral y su rápida producción. El programa viene recibiendo el apoyo de Concytec y comienza a contar con el importante respaldo del Ejército Peruano.
La conducción de la estrategia peruana para obtener la vacuna recae en la Comisión Multisectorial creada el 10 de agosto, que preside el canciller e integran, entre otros, las ministras de Economía y Finanzas, y Salud (esta última a cargo de la secretaría técnica). También forman parte de ella la PCM, el INS, Essalud y Concytec, así como las universidades San Marcos y Cayetano Heredia. Estos esfuerzos son complementados con los que realiza el sector privado a través del Comando Vacuna.
La carrera peruana por la vacuna evidencia la urgencia de impulsar iniciativas ambiciosas, tanto en el plano internacional como en el local. También hace necesario garantizar una activa participación de la ciudadanía, primero a través de voluntarios para la implementación de los ensayos clínicos, y luego de manera masiva en la campaña de vacunación. Mientras más amplia sea esta participación, más exitosa será la política nacional de inmunización. Los diversos –aunque por suerte muy pequeños– colectivos que en días recientes han alzado su voz en el mundo en contra de las vacunas no deben prosperar en su afán de detener estos esfuerzos ignorando la evidencia científica. Sería muy decepcionante que obtengamos la vacuna, pero que la negativa de unos pocos de aplicársela nos impida ganar la carrera contra el COVID-19.