"A la final de la Libertadores llegan los clubes brasileños y argentinos, así de fácil, porque ya ni siquiera el Peñarol es el Peñarol de Juan Joya y Alberto Spencer, allá por los sesenta".  (Foto: Conmebol)
"A la final de la Libertadores llegan los clubes brasileños y argentinos, así de fácil, porque ya ni siquiera el Peñarol es el Peñarol de Juan Joya y Alberto Spencer, allá por los sesenta". (Foto: Conmebol)
Abelardo Sánchez León

Ricardo Gareca lleva a la práctica la estrategia que desplegara la selección de vóley femenino en la era de Man Bo Park: ser una compacta selección itinerante sin un verdadero vínculo con su sociedad. Juega en las ciudades de Estados Unidos como en casa, y siempre se enfrenta a rivales de fuste. Mientras no asome la figura fantasmal del Perú, mejor. Al vóley actual, en cambio, le ocurre todo lo contrario: los clubes juegan entre sí en eventos sin jerarquía y jamás, o muy pocas veces, la selección sale de gira. El torneo de fútbol nacional, llámese como se llame, Torneo Descentralizado, Copa Movistar o la Liga 1, está demasiado lleno de Perú: poco público, estadios de barrio, desorganización en su programación, traslados agotadores de un lado a otro del territorio nacional, arbitrajes cuestionados y un ansia en los jugadores por irse ya, al toque, a jugar fuera. Díganle al papá de Kevin Quevedo, si no…

A la selección peruana de fútbol puede irle más o menos bien, pero a los clubes les va a ir mal a la hora de participar en torneos internacionales. Es masoquismo puro. Alianza, la ‘U’ o Cristal son unos irresponsables si creen que con los equipos con los que cuentan les va a ir piola en la próxima . La Copa Sudamericana no la llego a entender muy bien, pues parece ser a todas luces inferior a la de verdad, la más antigua del mundo, la Copa Libertadores. Solamente dos clubes peruanos han llegado a la final, y eso que se trata de un torneo muy antiguo, tan antiguo que en él jugaba Ángel Uribe. Universitario en 1972 y Sporting Cristal en 1997.

Hay tantos partidos simultáneos, hoy en día, que es muy posible que un aficionado enloquezca y se vuelva adicto al fútbol que transmite la televisión y confunda, cual Camacho, la Liga 1, la Premier, el torneo francés, las Eliminatorias, la Liga española, la Libertadores y la Sudamericana, los amistosos, el Argentina versus Uruguay en Tel Aviv e, incluso, los partidos de la Liga 2, tan tristes cuando no ocurren broncas descomunales.

Yo recuerdo haber ido al estadio para ver una final de la Copa en Lima: el Nacional de Uruguay versus Estudiantes de La Plata, los temibles ‘pincharratas’ que tanto imitábamos en el fundo Pando de la Católica. Jugaba Artime… Jugaba Verón, el papá de la ‘Brujita’… Voy a verificarlo en Google, porque en Google encuentras de todo, menos tu corazón. ¡Es verdad! Fue hace 48 años. Un 9 de junio de 1971 ante 41 mil espectadores. También recuerdo un tiro al travesaño de Chumpitaz, justo frente al , en Lima, en el Nacional, y todavía debe estremecerse el madero. Los recuerdos se escabullen y de pronto veo correr a Eloy Campos, el recordado ‘doctor’ de bigotes mexicanos, como una pantera y meterle un tacle a un defensa del Boca Juniors en la misma Bombonera, en una pelea campal. ¿O fue Gallardo? Sí, el del tacle fue el sobrio alero Alberto Gallardo. Creo que el club peruano que ha tenido mejor desempeño de visita ha sido Cristal. Cristal fue, desde su fundación, un club de forasteros, de extranjeros, desde Sacco, Zunino y Pini, en 1956, cuando salió campeón. Claro, allí jugaban también Adolfo Donayre y Vides Mosquera. Y Rafael Asca. Los hinchas de la ‘U’ viven, hasta hoy, de su famosa final contra Independiente de Avellaneda, cuando Percy Rojas era el ‘Trucha’. Y Alianza, mi club, es un equipo de barrio, porque nunca le dio la importancia debida a la Copa Libertadores. En su caso no se trata de mucho Perú en sus venas, sino de un excesivo Matute. Pero sí recuerdo un triunfo ante Boca en la Bombonera cuando descollaba ‘Pitín’. Un magro 1 a 0.

El exceso de fútbol nos atraganta los recuerdos y uno termina por confundirlo todo, mismo Camacho. Antes el mundo estaba ordenado: 10 clubes jugaban en el Nacional, dos partidos el sábado y tres el domingo; cinco eran los grandes y cinco los chicos; nadie corría de un club hacia otro a la mitad del torneo, como ahora, cuando se abre el capitalista cuaderno de pases, nadie cambiaba de camiseta tan rápido, nadie era traidor o de corazón profesional y uno era capaz de asociar a un jugador con una sola camiseta: Waldir y el ‘Puma’, por ejemplo.

A la final de la Libertadores llegan los clubes brasileños y argentinos, así de fácil, porque ya ni siquiera el Peñarol es el Peñarol de Juan Joya y Alberto Spencer, allá por los sesenta. Chile una vez quiso meterse a una final. Debe haber sido el cuadro minero del norte: el Cobreloa. Y el Perú lo hizo dos veces. Los colombianos se pusieron faltosos hace unas décadas con el asunto del narcotráfico y metían a la final unos clubes bien poderosos. Pero ahora son River y , que pudo contar en sus filas con Paolo Guerrero, pero en muy poco tiempo el ‘9’ ha vestido tres camisetas brasileñas. Cosas del fútbol, Miguelito. Disculpen la tristeza.

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