Puerto del olvido

En Puerto Maldonado, capital del departamento de Madre de Dios, las manifestaciones contra la gestión de Dina Boluarte empezaron, como en todo el sur, en diciembre del 2022.

Desde entonces la respuesta desde el Ejecutivo siguió siendo la misma: la negación del pliego de reclamos de los protestantes y, lo que es peor, mostró mucha indolencia con las primeras decenas de fallecidos en esta parte del país.

Pero, en medio de este difícil contexto, están las autoridades regionales –recién electas– que en casi todas las regiones del sur tomaron una posición de empatía y solidaridad con las manifestaciones mediante sendos pronunciamientos y gestos políticos clave por la violencia ejercida en la gestión Boluarte-Otárola.

En Madre de Dios el Gobernador Regional anterior entendió eso, pero el actual mandamás no, declarando ante los medios nacionales que las manifestaciones eran “caprichosas” o que “no sabía por qué luchaban”; grave error político, sobre todo después de las muertes ocurridas en Apurímac, Puno y Cusco, regiones con la que Madre de Dios tiene lazos históricos y culturales muy fuertes. Muestra de ello son los resultados del “Censo Nacional 2017″, cuyo dato más relevante es que Madre de Dios es el departamento con mayor cantidad de migrantes, y que los idiomas más hablados después del español, son el quechua y el aymara. Sumado a eso ocurrió la desafortunada confrontación entre la misma sociedad civil mediante la organización de “Marchas por la Paz” que produjo que las manifestaciones de ambos lados se mezclaran con el racismo, el clasismo y la barbarie.

Posteriormente, el resultado fue la radicalización de la protesta, con un cierre de carreteras que afectan a Puerto Maldonado y a decenas de localidades rurales, ocasionando que un balón de gas se venda a S/300, y el galón de gasolina sea obtenido de manera informal hasta por S/80. Cientos de pobladores han tenido que viajar hasta la localidad fronteriza de Assis (Brasil) para comprar gasolina de dicho país, algo que nunca había ocurrido antes ni en las protestas mineras o madereras más fuertes en este departamento.

Otro problema es la escasez de verduras. Aunque se han sustituido, por ejemplo, las papas por las yucas o plátanos, el rocoto por los ojitos de pescado o la lechuga por la verdolaga, el poco conocimiento de la gastronomía amazónica ha generado que a muchos comerciantes les siga siendo rentable traer verduras vía aérea, logrando encontrarse, por ejemplo, el kilo de tomate a S/18, una sola lechuga a S/12 o un rocoto a S/2.

Producto de esa necesidad se realizaron algunos vuelos gestionados por el congresista Eduardo Salhuana y el Gobierno Regional de Madre de Dios para traer verduras de Lima en lo que se llamó la “Gran Feria Solidaria”. Si bien es cierto la iniciativa fue muy buena, a las pocas horas la enorme demanda de dichos productos generó desorden y conflictos en la población local. Actualmente las imágenes más dolorosas en Puerto Maldonado siguen siendo las enormes colas de personas durmiendo una noche antes para poder acceder a dichos productos. Y si así está la ciudad capital, no se pueden ni imaginar el clamor y necesidad que también existen en las comunidades nativas y localidades rurales.

Pese a todo, este departamento cuya extensión es la tercera más grande del país, cuyos límites hacen una doble frontera con Brasil y Bolivia, cuyos ríos no son navegables con el resto del país, cuya carretera tiene poco menos de 15 años de estar en funcionamiento, y cuya sociedad de diversas culturas e idiomas se ha visto más dividida que nunca, sigue clamando algo de atención, sigue estando en cuidados intensivos.