Ómicron, la última variante del SARS-CoV-2, se está abriendo camino a través de las poblaciones con altos niveles de inmunidad en todo el mundo.
Estados Unidos, donde la variante delta sigue reinando por ahora, informa sobre más de 120.000 nuevos casos diarios de coronavirus. En Gran Bretaña, los casos de ómicron están aumentando.
Esto siempre estuvo destinado a suceder: a medida que más personas se vacunan y circulan más variantes, se esperan más infecciones entre los vacunados. Pero ómicron está acelerando ese proceso.
Hasta ahora, los casos de “avance” (en los que la vacuna no evita que una persona se infecte) han causado solo una pequeña fracción de daño en comparación con las infecciones entre los no vacunados. “Hay muchos tipos de infección”, afirma Marc Lipsitch, profesor de epidemiología en Harvard y director del Centro de Dinámica de Enfermedades Transmisibles. Existe una infección, lo que significa que el virus se está replicando en el cuerpo de uno, y existe una infecciosidad, lo que significa que el virus se está replicando en partes del cuerpo de tal manera que podría infectar a otras personas.
Inicialmente, estar completamente vacunado significaba una protección contra la mayoría de las infecciones y sus efectos.
En setiembre del 2021, los casos de COVID-19 entre personas no vacunadas eran aproximadamente seis veces más altos que entre los vacunados, según datos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de los Estados Unidos. Las muertes por COVID-19 entre los no vacunados también fueron 12 veces más altas, aproximadamente, que las muertes por COVID-19 entre los vacunados.
Pero con ómicron estar completamente vacunado no parece proporcionar el mismo nivel de protección en términos de infección y transmisión.
Afortunadamente, existe una creciente evidencia de que una tercera dosis puede aumentar las defensas de las personas. Pero solo alrededor del 28% de los estadounidenses han recibido un refuerzo.
Si bien las autoridades aún instan a las personas a hacer lo que puedan para evitar la propagación o contraer el virus, la respuesta a ómicron ha sido volver a enfatizar la necesidad de refuerzos para intensificar la inmunidad contra una infección que será difícil de mantener a raya. Es probable que se necesiten más medidas para reducir el impacto al sistema de salud.
Si bien las infecciones por SARS-CoV-2 entre los vacunados pueden parecer un problema personal, en realidad representan un problema social y global. En los Estados Unidos, por ejemplo, la variante delta ya ha golpeado la infraestructura de atención médica, ejerciendo presión sobre los proveedores y dificultando que todos, desde pacientes con cáncer hasta personas con apendicitis, reciban atención.
Cada ola de la pandemia ha planteado sus desafíos, pero ómicron ofrece a los vacunados una vista previa de uno de los aspectos más frustrantes de la endemicidad: los casos de “avance” son regulares.
–Glosado, editado y traducido–
© The New York Times
Contenido sugerido
Contenido GEC