Cada año hay más jóvenes que ni estudian ni trabajan (ninis). Por la emergencia sanitaria, este grupo pasará de 1,4 a 2 millones; es decir, antes de fin de año, 1 de cada 4 compatriotas entre los 15 y 29 años estará fuera del sistema. ¿Qué hacemos?
En el 2018, el BID le preguntó a 15.000 jóvenes de nueve países latinoamericanos sobre sus estudios y trabajos: 21% de ellos eran ninis. La investigación hace bien al concluir que no es por flojera. La mayoría de ellos trabajan en casa, buscan empleo o tienen una discapacidad. Además, 15% de los ninis se convirtieron en padres durante la adolescencia.
Según la data de ninis adolescentes (14-19 años) de los Censos del 2017: 3 de cada 4 llegaron a secundaria; 6 de cada 10 son mujeres; 3 de cada 10 son madres adolescentes; 1 de cada 5 no tiene al castellano como lengua materna y 1 de cada 5 vive en hogares con siete o más personas.
Además de seguir perfilando ninis, ¿qué más debemos hacer para prevenir y resolver sus desafíos?
Poner al nini al centro de la solución: Convendría cocrear soluciones desde sus experiencias de vida para, por ejemplo, potenciar la intermediación y la capacitación laboral.
Rediseñar el sistema educativo: No solo me refiero a que más escolares sepan leer y calcular, sino que también aprendan a emprender, a escribir códigos, a prevenir embarazos no deseados y a ser mejores ciudadanos.
Enhorabuena, el Minedu acaba de lanzar la Política Nacional de Educación Superior y Técnico-Productiva al 2030. Con ella, responde a los desafíos que enfrenta el sistema.
Promover las habilidades del Siglo XXI: Para alinear a instituciones del siglo XIX, docentes del siglo XX y estudiantes del siglo XXI, debemos esforzarnos porque las comunidades educativas mejoren sus habilidades técnicas, digitales y socioemocionales. Para conectarnos mejor con nosotros mismos y con otros, necesitamos herramientas más flexibles.
Fortalecer ecosistemas: Con una regulación inteligente, deberíamos incentivar y escalar asociaciones público-privadas que refuercen más el efecto (conseguir empleo) que el esfuerzo (capacitaciones). Complementariamente, convendría aprovechar plataformas digitales que comparan tu formación y tus habilidades con los requerimientos del puesto. De esa comparación, el sistema arroja un porcentaje de compatibilidad e, incluso, con qué formación y experiencias podrías cerrar esa brecha. Lo que termina reduciendo tiempos y costos a todos los involucrados.
“El que estudia triunfa” y “el trabajo dignifica” son frases cliché. Sin embargo, al tratarse de 2 millones de jóvenes que están empezando su vida adulta fuera del sistema, toca preguntarnos qué tan aplicables son a nuestro país. Porque si el futuro laboral de la “Promoción 2020” es manual, la IV revolución industrial le traerá aún más incertidumbre. Y si los beneficios del sistema no se vuelven concretos y atractivos, nuestro país seguirá siendo informal.