En julio, el director de la CIA, William Burns, concedió una entrevista de 45 minutos en el Foro de Seguridad de Aspen. Solo al final, luego de preguntas sobre la guerra entre Rusia y Ucrania, China, Taiwán, Irán y Afganistán, se le preguntó a Burns qué puede hacer la CIA para identificar dónde es más probable que el cambio climático provoque el estallido de conflictos.
La respuesta de Burns fue inequívoca. En primer lugar, señaló que el cambio climático es “una prioridad importante para la CIA y la comunidad de inteligencia estadounidense”. Luego dijo que, si bien considera a China “el mayor desafío geopolítico del siglo XXI”, también ve al cambio climático como la “mayor amenaza existencial” para Estados Unidos.
El riesgo existencial, como lo define la iniciativa de riesgos existenciales de Stanford, es uno que “podría causar el colapso de la civilización humana o incluso la extinción de la especie humana”. Burns probablemente tenía en mente algo menos extremo; tal vez un evento catastrófico que causaría un daño irreparable y cambiaría la vida tal y como la conocemos. Pero, aun así, en este foro dedicado a las discusiones sobre seguridad nacional e internacional, ningún panel se centró específicamente en el cambio climático.
Esto no es inusual. Como señaló Burns, el cambio climático no se ajusta a la definición tradicional de una amenaza a la seguridad nacional. Como tal, cae dentro de la jurisdicción de otros departamentos gubernamentales.
Sin embargo, si el cambio climático representa una amenaza existencial para los EE.UU., entonces el aparato de defensa de los EE.UU. debe participar en la lucha contra él. Bajo el liderazgo de Burns, la CIA ha establecido una misión enfocada en ayudar a “los legisladores del gobierno de los EE.UU. a comprender las consecuencias del cambio climático en sociedades frágiles”. El Consejo de Seguridad Nacional, el Departamento de Estado y el Pentágono tienen unidades que se enfocan en conflictos en el extranjero relacionados con el cambio climático. Aun así, ¿qué pasa con el impacto directo del cambio climático?
Quizás el problema es que un “riesgo” existencial aún no es una “amenaza” existencial, mientras que la guerra en Ucrania, el militarismo chino y las aspiraciones nucleares iraníes exigen atención inmediata. Pero dígale eso a las víctimas de huracanes, incendios e inundaciones que han sufrido las consecuencias del clima catastrófico durante la última década. En Estados Unidos, el río Colorado, el lago Mead y el Gran Lago Salado están desapareciendo. El aumento del nivel del mar ya se está haciendo sentir en Norfolk y Miami. El futuro, como nos siguen diciendo los científicos, ya está aquí.
Para ser justos, el Congreso y el presidente estadounidense Joe Biden han hecho más que cualquier administración anterior. Con la Ley de Reducción de la Inflación, Biden se ha asegurado una victoria legislativa histórica que le permitirá a EE.UU. cumplir con sus obligaciones internacionales para reducir las emisiones de dióxido de carbono. En la conferencia sobre cambio climático de las Naciones Unidas más reciente, el enviado presidencial especial, John Kerry, negoció un acuerdo crucial con China para permitir que el mundo avance con sus compromisos climáticos.
Además, los funcionarios de seguridad nacional de EE.UU. están muy ocupados. El riesgo de que Rusia use un arma nuclear en Ucrania es real y está aumentando, y violar el tabú nuclear podría llevar a los países de la OTAN a una guerra nuclear entre grandes potencias que podría acabar con toda la humanidad. Un conflicto nuclear con China sería igualmente mortal, y la adquisición de armas de este tipo por parte de Irán también conduciría a la proliferación nuclear en todo el Medio Oriente, destruyendo efectivamente el Tratado de No Proliferación Nuclear y aumentando significativamente el riesgo de guerra y terrorismo nucleares.
Aun así, la verdadera medida de la importancia que el Gobierno Estadounidense le otorga a una amenaza en particular es la cantidad de tiempo y dinero que invierte en abordarla, y dudo que Biden y sus asesores dediquen más del 10% de su tiempo a prepararse para el impacto del cambio climático. El problema es de perspectiva: los funcionarios de seguridad nacional operan en un mundo de geopolítica, competencia y cooperación entre países. Están entrenados para disuadir, prevenir y pelear guerras o negociar la paz con otros gobiernos, no para lidiar con amenazas globales que trascienden las fronteras nacionales. Como dice el adagio, cuando todo lo que tienes es un martillo, todos los problemas parecen un clavo.
Bill Burns lo hizo bien. El cambio climático es una amenaza existencial y debe ser tratado como tal. Hacerlo requeriría reasignar fondos sustanciales de las fuerzas armadas a las agencias gubernamentales que se enfocan en desarrollar la resiliencia interna y la protección civil. También requeriría la creación de nuevas agencias de seguridad cuyo mandato sería abordar las amenazas globales.
Minimizar el riesgo del cambio climático no será fácil, pero no tenemos elección. Parafraseando a la serie “Juego de Tronos”, pero cambiando de estación: “se avecina un verano largo y mortal”. Si no estamos a la altura del desafío, muchos no sobrevivirán.
–Glosado, editado y traducido–
Project Syndicate, 2022