Raúl Benavides Ganoza

El enfrenta un desafío latente: alrededor de 6.000 y casi el 50% permanecen sin intervención, lo que el Ministerio de Energía y Minas () ha denominado como “Pasivos sin gestionar”. Esta situación implica que el Estado asume la responsabilidad de dichos pasivos, muchos de los cuales representan riesgos potenciales para el ambiente y las comunidades aledañas. Sin embargo, aún hace falta avanzar en la caracterización de estos pasivos para identificar si se trata de desmontes, socavones abandonados, relaveras o zanjas en el terreno, lo cual es esencial para una gestión efectiva y detallada.

¿Cuáles son los pasivos que deben preocuparnos? La respuesta es clara: aquellos que pueden representar un riesgo para la salud humana o el entorno natural. Los pasivos que generan aguas ácidas y las presas de relave inestables merecen especial atención, ya que, en épocas de lluvias intensas, podrían desencadenar deslizamientos o huaicos. Estos son los casos donde debemos focalizar y priorizar recursos.

A pesar de los retos, el tema de los pasivos ambientales abre una puerta a oportunidades económicas y sociales. Hoy en día, con los precios favorables de los minerales, muchas áreas mineras antiguas, como canchas de desmonte y relaves, son viables para ser reprocesadas, permitiendo no solo la mitigación de sus efectos negativos, sino también la generación de un beneficio económico. El Instituto Geológico Minero y Metalúrgico (Ingemmet), ha identificado al menos 300 sitios con este potencial, lamentablemente la legislación actual no solo carece de incentivos para su aprovechamiento, sino que en varios casos incluso lo restringe.

España ofrece un ejemplo claro de cómo se pueden transformar estos espacios en activos de valor. La mina de mercurio de Almadén, en el sur de España, es ahora un atractivo turístico. Algo similar podría lograrse en Perú con sitios históricos como la mina de Santa Bárbara en Huancavelica. Esta antigua mina de mercurio colonial es considerada un pasivo a ser remediado por la autoridad ambiental, pero tanto la población local como el Ministerio de Cultura están abogando para ponerla en valor por su potencial turístico y por su legado histórico.

Cuando un pasivo es remediado en Perú, entra en una etapa de monitoreo por cinco años para asegurar que no se generen impactos negativos. No obstante, en los últimos 20 años, solo se han otorgado dos certificados de cierre para pasivos ambientales mineros, mientras que numerosas empresas privadas esperan por años la certificación habiendo cumplido con todo.

La posibilidad de convertir pasivos en activos para la sociedad es vasta. Desde atractivos turísticos en Cerro de Pasco, Hualgayoc y Castrovirreyna, hasta el reaprovechamiento de antiguos campamentos mineros convirtiéndolos en centros educativos, al estilo de Ciemam en Hualgayoc, o en hoteles, estas oportunidades están a nuestro alcance. Solo es necesario adaptar la normativa para permitir y fomentar esta transformación.

Con este objetivo, el Colegio de Ingenieros del Perú y el Instituto de Ingenieros de Minas organizan el primer Simposio Internacional “Transformando Pasivos Ambientales y Cierre de Minas en Oportunidades de Generar Valor”, que se llevará a cabo en el local del CIP del 19 al 20 de noviembre. Este evento reunirá experiencias internacionales exitosas y concluirá con propuestas concretas al gobierno para reformar la legislación y hacer posible la conversión de pasivos en activos, en beneficio de la sociedad y del medio ambiente.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Raúl Benavides Ganoza es director de la Compañía de Minas Buenaventura

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