"Este gobierno debería abandonar su complejo de Adán y reconocer su poco conocimiento en gestión pública" (Ilustración: Giovanni Tazza).
"Este gobierno debería abandonar su complejo de Adán y reconocer su poco conocimiento en gestión pública" (Ilustración: Giovanni Tazza).
Gustavo Pastor

No cabe duda de que la victoria de constituye un hito histórico que ha suscitado muchas esperanzas entre los más pobres del país. Sin embargo, estas esperanzas vienen disipándose rápidamente a medida que el nuevo presidente no logra encontrar el rumbo. Los primeros días de su gobierno han sido francamente decepcionantes, sobre todo por sus inaceptables muestras de autoritarismo, demagogia y argollismo. Todo parece indicar que Castillo ha decidido encaminar al Perú hacia el nefasto socialismo del siglo XXI. Lo que significa que regresaremos a recetas fallidas que nos costarán varias décadas de avances colectivos tanto en fortalecimiento democrático como en reducción de la pobreza.

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El nuevo presidente es sumamente incoherente al afirmar, por un lado, que quiere mejorar las condiciones de vida de todos los peruanos, pero, por otro, nombra un mediocre y coloca a personas poco calificadas en puestos claves del Estado. Sobre todo, después de dos décadas de incipiente fortalecimiento institucional en el que se consiguió por lo menos que los puestos claves del Estado estuvieran ocupados por cuadros técnicos relativamente solventes. Ningún presidente (de cualquier tinte político) puede cambiar sustantivamente la vida de los peruanos si dirige un Estado débil e incapaz de implementar políticas públicas de calidad. En realidad, ese es el gran reto revolucionario de cualquier gobierno en el Perú: profesionalizar el Estado para que su presupuesto se utilice en forma eficiente y no se desperdicie por ineptitud o corrupción.

La lluvia de críticas sobre el presidente no lo han hecho rectificar sus errores, por el contrario, su actitud poco transparente viene dinamitando parte de su legitimidad entre los ciudadanos de todos los sectores sociales (como comienza a verse en las encuestas). Además, la evidente mala fe del gobierno en el copamiento partidario del poder les ha hecho perder parte del respaldo de los sectores progresistas y antifujimoristas. Sectores claves que le ayudaron a llegar a Palacio y que le habrían podido brindar alguna estabilidad en el Parlamento y en las calles. En los próximos meses, si Castillo continúa destruyendo las frágiles instituciones democráticas que permitieron su triunfo (intentando instalar burdamente un gobierno autoritario), pues simplemente continuará derrochando su capital político y acrecentando su aislamiento ante la opinión pública.

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parece no entender lo que significó la figura política de Ollanta Humala. Ellos piensan que este presidente habría traicionado a la izquierda cuando en realidad fue gracias a su gobierno moderado que Perú Libre y otras agrupaciones de izquierda tuvieron chances electorales. Humala hasta le ha dado la receta a Castillo: contratar funcionarios competentes y orientar las acciones del Estado hacia una fuerte disminución de las desigualdades sociales.

Nuestro camino hacia el desarrollo no será fácil ni tampoco rápido. Se trata de ir sumando responsablemente pequeños logros hasta consolidar un cierto nivel de bienestar general. Este gobierno debería abandonar su complejo de Adán y reconocer su poco conocimiento en gestión pública, aprendiendo a convocar a los mejores cuadros técnicos de izquierda y de centro para construir un gobierno medianamente exitoso. Lo más triste es que Castillo viene sepultando un estupendo momento para introducir reformas claves para nuestro desarrollo, pues los estragos del abrieron un consenso general en torno a la necesidad de hacer cambios profundos. Sin embargo, lo único que vemos por ahora es un presidente con sombrero que camina derecho al fracaso y al suicidio político. Si continúa con esta agenda de novato o taimado en política, llevará al país y al Congreso a la encrucijada de tener que escoger entre su vacancia o el éxito de su proyecto socialista autoritario. Esperemos que nuestra democracia prevalezca.

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