Antes del COVID-19, el gasto en viajes de negocios alcanzaba un total de US$1,5 billones al año (aproximadamente el 1,7% del PBI mundial). Ahora se redujo al mínimo, dado que los países han cerrado sus fronteras. Los aviones han permanecido en tierra, los hoteles están cerrados y los ejecutivos no ganan millas por ser viajeros frecuentes. Muchos empleos en el sector del turismo y de la hospitalidad están sintiendo las consecuencias. Pero si solo se tratara de esto, el impacto sería fácilmente reversible una vez que termine la pandemia.
Lamentablemente, una investigación que hice con Frank Neffke y Michele Coscia, y que ha sido publicada en la revista académica “Nature Human Behaviour”, determina que el impacto de interrumpir los viajes de negocios puede ser mucho mayor y más duradero. Para entender los motivos, debemos empezar por preguntarnos por qué los viajes de negocios eran tan frecuentes y por qué venían creciendo, a pesar de la existencia de Skype, Facetime, WhatsApp o simplemente el email.
¿Tenía todo que ver con privilegios ejecutivos o esos billones de dólares eran dinero bien invertido? Si fuera así, ¿cuál es la razón que los justifica y cuáles son las implicancias de que esas actividades hoy estén restringidas?
Claramente, cuando comenzamos esta investigación, no podíamos haber imaginado una interrupción tan completa de los viajes de negocios. Pero nuestro análisis sí arroja luz sobre las posibles consecuencias.
En ese momento, estudiábamos la difusión tecnológica. A nuestro entender, la tecnología se basa en tres tipos de conocimiento: el conocimiento incorporado en las herramientas; el conocimiento codificado en códigos, recetas, fórmulas, algoritmos y manuales de uso; y el conocimiento tácito en los cerebros o knowhow (saber hacer). De los tres, los dos primeros son fáciles de desplazar, pero el knowhow se mueve muy lentamente de un cerebro a otro a través de un largo proceso de imitación, repetición y retroalimentación, como cuando aprendemos a hablar un idioma nuevo.
Como Malcolm Gladwell sostiene en su libro “Outliers”, puede llevar 10.000 horas de práctica volverse bueno en algo. Frente a la dificultad de traspasar el knowhow de un cerebro a otro, la gente descubrió hace mucho tiempo que era más fácil simplemente mover los cerebros.
Pero, ¿qué rol juegan los viajes de negocios? En un trabajo anterior, demostramos que no existe demasiada correlación entre los viajes de negocios y el comercio o los nuevos flujos de inversión extranjera directa. Parece existir una correlación mucho más estrecha con la cantidad de establecimientos en un país que son propiedad de empresas en otro país.
Para dirigir una empresa, no solo se necesita información, sino también la capacidad de resolver problemas. Hace falta knowhow. Una de las ventajas de las corporaciones multinacionales y de las firmas globales es que pueden trasladar esa capacidad a diferentes puntos de su red.
A partir de datos anonimizados y agregados sobre viajes de negocios, pudimos estudiar si los viajes de negocios eran importantes para la difusión tecnológica al poner el knowhow a disposición de los países receptores. Y es exactamente lo que descubrimos. Los viajes de negocios de países que son buenos en una industria determinada se traducen en mayor productividad, empleo y exportaciones en esas industrias en el país receptor, en los tres años subsiguientes. Asimismo, la variación de los viajes de negocios asociada con diferencias en regímenes de visados bilaterales nos permite interpretar esta relación no solo como una correlación, sino como una relación causal.
Los países que más se benefician de los ingresos de knowhow a través de viajes de negocios son Austria, Irlanda, Suiza, Dinamarca, Bélgica, Hong Kong y Singapur. No hay ningún país en desarrollo entre los 25 principales receptores.
Según nuestras estimaciones, una interrupción permanente y total de los viajes de negocios internacionales achicaría el PBI global en más del 17%.
El mundo pre-pandémico confiaba cada vez más en la capacidad de acceder al knowhow que existía a nivel global. Las economías que podían conectarse a esos flujos de knowhow resultaban beneficiadas con mayor productividad, producción y exportaciones. Gran parte del mundo en desarrollo era muy periférico a esos flujos, pero lo poco que recibían era muy importante para su diversificación y desarrollo económico.
Mucha gente está descubriendo que puede ser tan productiva trabajando desde casa y conectándose a través de Zoom como si estuviera en la oficina o viajando por negocios. Pero esta puede ser una ilusión de corto plazo que varía significativamente según la actividad. A los bancos de desarrollo, por ejemplo, les ha resultado más difícil elaborar proyectos de infraestructura, donde la presencia física es inevitable. Sin acceso al knowhow global en persona, las empresas locales han tenido dificultades para construir estructuras, reparar equipos o descifrar cómo mejorar las operaciones.
Nuestra investigación implica que el mundo pagará un precio importante por la interrupción de los viajes de negocios, lo que se tornará evidente a través de un menor crecimiento de la productividad, menor empleo y menor producción post-crisis. El tiempo es un recurso no renovable y los viajes perdidos no se recuperan, aun si los viajes futuros regresan a la normalidad. Aunque el cierre del tráfico aéreo es inevitable, los costos son reales.
Pero estos costos aumentarán más si renunciamos a las inversiones globales en las vacunas y certificaciones necesarias para reabrir los viajes de manera segura los más rápido posible. Y, obviamente, los países pagarán un precio aun mayor si utilizan al COVID-19 como una excusa para impulsar una agenda de visados más restrictiva.
Sin duda, la pandemia y las tecnologías probablemente demuestren que algunos viajes de negocios no son necesarios. Pero nuestra investigación sugiere que trasladar cerebros para compartir knowhow será tan crucial en el mundo post-COVID-19 como lo era antes, y que las consecuencias de interrumpir los viajes de negocios serán duraderas.
–Glosado y editado–
Project Syndicate, 2020.